Entrega recíproca

Leo Cortijo
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María Ángeles García Mora

Entrega recíproca - Foto: Reyes MartÁ­nez

Todo comenzó hace 50 años. Un entusiasta emprendedor del barrio de San Antón, Agustín García –conocido por todos como Tinin– puso la primera piedra de un edificio que hoy luce majestuoso. Debido a su prematura muerte, sus cuatro hijas tuvieron que tomar el relevo antes de lo que hubieran deseado. María Ángeles, Celia, Elena y María Luisa manejan con paso firme y decidido los mandos de una nave que ya supera la veintena de empleados. Cuatro mujeres al poder. Y eso, si cabe, todavía es más razón para estar orgullosas por lo hecho.

«Mi padre empezó de forma muy humilde, con un par de trabajadores y un vehículo», argumenta la primogénita, María Ángeles. Hoy, el equipo humano se ha multiplicado por diez y la flota de vehículos con los que reparten supera la decena. El punto de partida de este camino de medio siglo arranca con el reparto de carnes blancas, fundamentalmente de pollo. Poco a poco, a éstas se le van sumando otro tipo de productos hasta lograr una baraja de casi todo tipo de alimentos. De hecho, una de las muchas cenas de esta Navidad podría haber sido suministrada por Exclusivas Tinin. «Desde el vino, el agua o la cerveza, pasando por los gambones o los carabineros, y terminando por el jamón», apunta con una sonrisa en la cara María Ángeles.

¿La clave del éxito? La empresaria se encoge de hombros, guarda silencio y lo primero que dice es «buena pregunta». Tras unos segundos de reflexión, añade: «Un buen equipo de trabajo, un cuidado extremo de nuestros clientes y mucho, pero mucho trabajo y sacrificio». De hecho, María Ángeles no cuenta ni las horas que trabaja, pues «como cualquier autónomo, aquí sabes cuando entras pero no cuando sales...». Esta receta, empleada de forma constante, les ha posicionado en un buen lugar. Aunque nunca nadie les ha regalado nada: «Al principio recuerdo cómo teníamos que ir nosotros a buscar a los proveedores; luego eran ellos los que venían a nosotros».

La empresa aumentó su tamaño y a Exclusivas Tinin se unió a mitad de camino otra línea de negocio, la distribución de gasóleos a través de Tinigás. El apodo del patriarca Agustín seguía creciendo. A partir de ese momento, la empresa suministraba alimentos y ‘calor’ a hogares y comercios. «Desde colmados de barrio a tiendas de comestibles, pasando por bares pequeñitos de pueblo o grandes restaurantes», destaca María Ángeles. Y en un área de influencia muy delimitado: la capital, la Alcarria y la Serranía, donde residen infinidad de minúsculos núcleos de población. «Una parte muy importante son los pequeños negocios, para nosotros son fundamentales porque aquí no nos olvidamos de nadie». La empresa entrega –alimentos o gasóleos–, pero también recibe. ¿En forma de qué? «De gratitud... de mucha gratitud», añade la gerente.

En este momento se acuerda, por ejemplo, de todos esos «carniceros que llevan con nosotros toda la vida y que agradecen nuestra labor». Muchas veces, esa palmadita en la espalda es «lo que más nos satisface». Entre ellos y los clientes se ha establecido, en algunos casos desde hace casi 50 años y salvando las lógicas distancias, «una relación casi familiar». Por esto y por una trayectoria notable, diferentes instituciones y administraciones les han otorgado premios y reconocimientos. En este momento María Ángeles vuelve a encogerse de hombros, pero algo tendrá el agua cuando la bendicen...

Lucen su apodo con mucho orgullo, aunque Tinin «no se habría imaginado jamás» lo que sus hijas iban a ser capaces de hacer. Cómo y de qué manera han honrado su memoria y su legado. «Nos llena de orgullo cuando un cliente que lleva toda la vida con nosotros y que empezó con nuestro padre nos dice: ¡Ay, si os viera...! Es una sensación maravillosa», destaca su hija mayor, que cree que sí, que las está viendo desde algún lugar. Y que sonríe contento porque sabe que dejó un apodo –y algo más que eso– en muy buenas manos.