Sequías en la Historia

Almudena Serrano
-

Sequías en la Historia

Las sequías y sus nefastas consecuencias socioeconómicas abundaron en tiempos pasados. Numerosísimos son los períodos de escasas o ningunas lluvias que están documentados en multitud de lugares. Los casos que se exponen a continuación son sólo unos pocos seleccionados del cúmulo de estiajes y arideces que han ocurrido en otras épocas.

En el año 1685, sabemos que en Dalmacia la falta de lluvia duró todo el verano, dando lugar a «tal cantidad de sabandijas que ha consumido la mayor parte de la cosecha. El Senado, para remediar a esta desgracia, havía resuelto embiar allá un comboy de mantenimientos…».

Diez años más tarde, está documentada una gran sequía en la provincia de York: «Se sabe que es en ella tan grande la sequedad que se ha secado la mayor parte de las fuentes y arroyos, por no aver caído gota de lluvia en más de tres meses, de lo qual haze que se tema mallísima cosecha».

Ya en el siglo XVIII, en el año 1718, se documentó en Francia una gran sequía «que se experimenta de algunos meses a esta parte; no solo ha perjudicado a la cosecha de los frutos, sino a la salud en general, pues se avisa de diferentes partes averse reconocido una grande epidemia de enfermedades, especialmente en las provincias de Normandía, Borgoña y Picardía».

Desde las islas Barbadas llegaron cartas, a lo largo del año 1721, que informaban «que no avía llovido en más de tres años cosa alguna, y que se avían perdido los frutos de la tierra».

Las noticias volvieron a llegar desde el país vecino, donde en 1723, desde Lyon escribieron que «se padecía mucho en aquella villa por la falta del carbón, leña y otros géneros, que venían a ella por agua, no pudiendo executar ahora, por ser muy poca la que traen, así la Saona como el Ródano, que siendo tan caudalosos han quedado con la gran sequía muy disminuidos, y también haze mucha falta la lluvia para las labores del campo».

Volviendo al otro lado del Atlántico, en julio de 1724, hubo noticia de «hallarse con mucho sosiego todo el Estado del Brasil, y solo se experimentaba una rigurosísima sequía, por cuya causa se hizieron rogativas, y fue Dios servido de embiar alguna agua, que hizo mucho bien a los frutos; y se tiene noticia de que en el Reyno del Perú, hacia Potosí, es también muy grande la sequía, y que no andan los ingenios de plata por falta de agua».

Las rogativas, que fueron tan utilizadas en aquellos momentos de necesidad de agua, fueron procesiones de penitencia que la Iglesia recomendaba durante el tiempo pascual, que también se denominaban letanías, porque durante su trayecto se cantaba esta oración. Su uso en España se remonta a la época visigoda, esto es, unos 1500 años, llegando a constituir ceremonias muy populares a lo largo de la Edad Media y siglos de la Edad Moderna.

Rogativas. En general, se habla de rogativa como oración pública con procesión de alguna imagen realizada en cualquier época del año, para pedir el remedio de algún mal que sacudía a una población, generalmente de carácter meteorológico, como sequías, granizos, temporales de nieves o daños y perjuicios físicos y para la agricultura, como epidemias y plagas de insectos, o, incluso, por motivos políticos, por ejemplo se hacían en siglos pasados para la victoria de las tropas españolas o por la salud de los reyes.

Pero también se alzaban a Dios otras oraciones, como las novenas. Así ocurrió en agosto de 1734 en Nápoles: «La novena que se celebra en honor de san Genaro, se ha logrado ya, a Dios gracias, con la intercesión de tan grande protector, la lluvia, que tanto se deseaba, no solamente en esta ciudad y sus contornos, sino también en casi doto el Reyno».

Y rogativas hubo en Madrid, en septiembre de 1734: «Con motivo de la sequía general que se padecía mandó el Rey sacar en procesión la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Atocha, para hacer rogativas públicas en esta Corte. Y habiéndose traído esta Santa Imagen el día 23 por la tarde al Colegio de Santo Thomás, se sacó el siguiente procesionalmente, con asistencia de los Tribunales y de todas las Religiones (órdenes religiosas) y se llevó al Convento de las Señoras Descalzas Reales, donde se dio principio el sábado 25 de este mes la rogativa, para implorar de la Divina Misericordia la lluvia de que tanto se necesitaba. Concurrieron todas las autoridades siendo innumerable el pueblo que concurre a hacer oración a dicho Real Convento, y ya se ha experimentado la asistencia Divina, pues desde el mismo día que se dio principio a la rogativa, empezó a llover, y lo continúa copiosamente, con universal consuelo…».

Siglo XVIII. Esta misma rogativa se volvió a realizar en Madrid, en febrero de 1737 «con motivo de la sequía que se padece». Como las ansiadas lluvias no llegaban, en marzo de ese mismo año, se hicieron rogativas a san Isidro: «Con motivo de continuar la sequía, mandó el rey sacar en processión el cuerpo de san Isidro Labrador, patrón de esta Villa, para hacer rogativas públicas en esta Corte, y habiéndose sacado de su Capilla, sita en la parroquia de san Andrés, el día 20 de este mes por la tarde, se llevó  procesionalmente a la parroquia de San María de la Almudena para implorar de la Divina Misericordia la Lluvia que tanto se necesita y que ya se ha empezado a experimentar…».

Otro caso de acuciante falta de lluvia está documentado en Túnez, en febrero de 1764: «La falta de lluvias que experimentamos seis meses ha, nos deja poca esperanza de lograr la próxima cosecha: los precios del trigo y otras mercaderías son excesivos; un gran número de habitantes carece enteramente de pan, y la mayor parte de ellos se ve en la triste necesidad de hacerlo de huesos de azeytunas, cuya cosecha fue también muy escasa.

El 21 de este mes se levantó un viento de medio día que subsistió hasta antes de ayer: durante este tiempo fueron tan grandes los calores, como los suele hacer en el mes de junio. Ayer, a las diez de la mañana, se obscureció el Cielo con una gruesa nube de langosta, que por más de dos horas y media tuvo cubierto el horizonte. Por fortuna cayeron muy pocos de estos insectos en la campaña; y el pueblo corrió a cojerlos, no tanto por evitar el mal que pudiesen causar, quanto para alimentarse con ellos durante algunos días».

Plaga. El recurso a la langosta como alimento no es extraño porque los canutos de langosta son muy jugosos y mantecosos, por tanto, la nutrición que proporcionan justifica su consumo. Es más, la ciencia ya propuso en aquellos siglos aplicar el ganado de cerda cuando hubiese plaga de langosa «a los sitios plagados desde el otoño, porque bozando y revolviendo la tierra, se comen el canuto a que son muy aficionados, y les engorda mucho por lo xugoso y mantecoso que es».

El azúcar también se vio en peligro por la continua sequía en Jamaica, en enero de 1844, desde donde llegaban noticias de lo «mucho que se quejan de la sequía, que ha hecho gran daño a las plantaciones, y que por consiguiente se temía una disminución grande de la cosecha de azúcar. La misma temperatura reinaba en las Barbadas, donde la falta de lluvia producía los mismos temores».

En definitiva, estos son sólo unos pocos casos de la multitud de episodios meteorológicos de sequía que han ocurrido en tan diversos lugares durante mucho tiempo, siendo abundante la información que ha llegado a nuestros días sobre estas etapas de escasez de agua.