Una voz libre e inmortal

Galena Koleva (SPC)
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Nino Bravo empezaba a saborear el éxito cuando una curva mortal acabó con su vida, pero su legado no se marchita medio siglo después

Una voz libre e inmortal

Un trágico accidente de tráfico acabó en 1973 con la vida de Nino Bravo, que partió de este mundo dejando mucho más que un beso y una flor. Su inesperada muerte hace medio siglo, cuando perdió el control del coche que conducía, puso fin a sus sueños en un momento en el que apenas empezaba a saborear el éxito de su carrera musical. Y es que alcanzó la cima en un suspiro, y en el mismo se marchó, pero su voz, portentosa, versátil, única y eterna, sigue haciendo honores a uno de sus himnos y vuela libre en el recuerdo colectivo de varias generaciones.

Bautizado como Luis Manuel Ferri Llopis, el gran mito de la balada romántica nació un 3 de agosto de 1944 en Ayelo de Malferit (Valencia), un pequeño municipio que apenas le vio crecer, ya que sus padres se mudaron a la capital del Turia con solo año y media de vida.

Manolito -como le llamaba su entorno- empezó a encandilar a amigos y familiares con su torrente de voz desde pequeño. A los 16 años trabajaba como aprendiz en una joyería, pero, consciente de que sus sueños, anhelos, propósitos y deseos de futuro siempre se encontraban en el mismo punto, decidió apostarlo todo a su vocación: convertirse en cantante.

La oportunidad le llegó en otoño de 1961, cuando formó, junto a dos amigos, el grupo Los Hispánicos. Lo cierto es que, no les fue del todo mal para ser su inicio y uno de los primeros públicos a los que fascinaron fue el que disfrutó de su actuación en la presentación en Valencia de su Fallera Mayor.

Sin embargo, sus compañeros no compartían las aspiraciones de Luis Manuel y, tras dos años de éxito entre bailes y verbenas, el trío tomó caminos separados. En ese momento, Los Superson buscaban nuevo integrante tras el fallecimiento, casualidades del destino, de su vocalista en un accidente de tráfico, y el joven artista decidió sumar su suerte a la de ellos. Pero el servicio militar llamó a su puerta en 1966 e interrumpió sus actuaciones. Lo que no se imaginaba es que su regreso de Cartagena, tres años después, supondría el inicio de Nino Bravo.

El principio del fin

Fue gracias a los hilos que movió Vicente López, amigo y miembro de Los Superson, quien contactó con el que se convertiría en su primer representante, Miguel Siuarán, para impulsar su carrera. Fue precisamente él quien propuso el seudónimo con el que el mundo le conoce.

El 16 de marzo de 1969 supuso su debut en solitario en el teatro principal de Valencia y su buen hacer le permitió firmar su primer contrato discográfico, aunque su verdadero trampolín al éxito fue su participación en Pasaporte a Dublín, un programa que buscaba al representante español para el Festival de Eurovisión y en el que Karina le arrebató el primer puesto.

Su nombre empezó a sonar con fuerza, no solo a nivel nacional, y su voz encandiló a partes iguales al público de España y Latinoamerica, donde se coronó con una gran gira por países como Argentina, Perú, Colombia o Venezuela.

En menos de cuatro años, acumuló éxito tras éxito, con temas tan inolvidables como Te quiero, te quiero, Mi tierra, América, América, Un beso y una flor, Libre o Noelia. Solo le dio tiempo a sacar cinco discos -uno póstumo-, pero sus más de 60 canciones permanecen imborrables en el tiempo.

Entre sus planes de futuro estaba lanzarse a la conquista de todo el continente americano, e incluso llegó a soñar con una gira por Japón. Nada de eso ocurrió. En una fatídica mañana del 16 de marzo de 1973, puso rumbo de Madrid a Valencia, sin saber que nunca llegaría a su destino. Una curva mortal, a la altura de la localidad conquense de Villarubio, fue la causante de que el BMW que conducía se saliera de la carretera y diera vueltas de campana. Los otros tres ocupantes salieron ilesos, pero Nino Bravo perdió la vida camino al hospital.

Más de 10.000 personas acudieron a su entierro para dar su último adiós a una leyenda que vive entre el recuerdo y la admiración, incluso en aquellos que no llegaron a disfrutar de su voz en vivo. Tenía 28 años y una carrera prometedora. Nadie sabe hasta dónde habría llegado la que fue una estrella fugaz, pero cuya estela permanece.