'Inutilidad de las guerras', de la escritora Cea Bermúdez

Luz González
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'Inutilidad de las guerras', de la escritora Cea Bermúdez

En 1982, el Campamento pacifista de mujeres en Greenham Common, junto con otros grupos de mujeres pacifistas, establecieron el 24 de mayo como el Día Internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme, que se celebra desde entonces en todo el mundo. Desde el Congreso Internacional de Mujeres en La Haya en 1915, con el objetivo de acabar la Primera Guerra Mundial, se han multiplicado las voces de mujeres contra la violencia y los crímenes contra la humanidad que traen los conflictos bélicos. Sin embargo, es en tiempos de guerra, ante la amenaza de que adquiera mayores dimensiones, cuando sería más necesario recordar las acciones, y los intentos, que la comunidad internacional hace para lograr un mundo en paz, un planeta sin guerras que lo destruyan. 

Desde Cuenca, podríamos contribuir a las llamadas a la paz con este artículo escrito por la conquense Asunción Cea Bermúdez en 1917, publicado en la revista Vidas Manchegas, de la que era corresponsal en nuestra provincia. 

Lo escribió en un tiempo en que la Primera Guerra Mundial llevaba ya tres años de muerte y destrucción. Era la primera vez que se desencadenaba un conflicto de alcance mundial, en el que se dice que hubo 14 millones de muertos, no solo en los distintos Frentes, sino también entre la población civil por los bombardeos. Faltaba todavía un año para que terminara la contienda y España, país neutral, llegaban noticias de ella a través de los corresponsales. Por primera vez había dos mujeres que informaban sobre la guerra, Carmen de Burgos, para El Heraldo de Madrid, y la gallega Sofía Casanova para el ABC.

Nuestra paisana debió de conocerlas. Doña Asunción una mujer culta que defendía la educación de la mujer debió de conocer toda esta literatura que se había escrito en contra de las guerras. Ya se habían publicado los libros de Romain Rolland Por encima del conflicto, en 1915 y A los pueblos asesinados, en 1917, el mismo año en que ella publicó Inutilidad de las guerras.

 Seguramente, también conocería las actividades que las mujeres hicieron a favor de la paz desde distintas partes del mundo, que confluyeron en el Congreso de La Haya, al que acudieron 1136 mujeres. A pesar de los inconvenientes que tuvieron que salvar para llegar allí atravesando un mundo en llamas. Las 180 mujeres inglesas preparadas para asistir no pudieron hacerlo porque se lo impidió la guerra, las belgas llegaron un día tarde, y otras se limitaron a enviar cartas de apoyo desde sus respectivos países. Hubo más de trescientas, entre ellas las de las españolas.

Las que lo tuvieron más difícil fueron las que pertenecían a los países en guerra, francesas y alemanas, principalmente. Ya hablamos en un artículo anterior de los grupos de mujeres en Alemania en los que participaba la infanta Paz, (también de los escritos antibélicos de Carmen de Burgos).

Las norteamericanas, para sortear fronteras, llegaron en un barco, fletado por el empresario del automóvil Henry Ford, en el que iban Lola Maverick, Rossika Swimmer y Jane Adams, que fue la presidenta del Congreso y más tarde recibiría el Premio Nobel de la Paz.

Nuestra escritora de Las Pedroñeras conocería estas actividades, de las que informó María Lejárraga en un libro, que firmó su marido Martínez Sierra, como hizo con todos. Lo demuestra el que se haga eco de las Resoluciones, aunque sin citarlas, en el artículo citado, Inutilidad de las guerras, que pueden leer íntegro en el periódico Pedroñeras 30 días, número 88, julio 2009, o en el blog de Ángel Carrasco.

Las ideas de doña Asunción, que había escrito una cartilla para las mujeres católicas titulado Compendio de la doctrina cristiana para el uso del apostolado de las doctrinas, con el que se enseñaba en las escuelas de primaria, según testimonios de la gente de Las Pedroñeras, debía de sentirse muy lejos del feminismo laico y librepensador de mujeres como las hermanas Carvia, Belén Segarra, Clara Campoamor o Carmen de Burgos. También la asociación o grupo Socias del Apostolado de la Doctrina, para el que escribió ese otro libro suyo publicado por la Diputación de Cuenca, Influencia de la mujer en la regeneración social de los católicos, tiene pinta de ser muy distinto a las logias masónicas que frecuentaban las feministas citadas líneas más arriba.

También habla de la necesidad que tiene la humanidad de favorecer la educación de la mujer para que haya progreso, si bien fundamenta los beneficios sociales de la educación de la mujer en función de los beneficios que supondría para el hombre. «La mujer, pues, es la base de la armonía social. Cuídese de educar convenientemente a la mujer y la regeneración del hombre será un hecho, ya que es indiscutible su influencia moral sobre el alma del hombre».