Elsa Jiménez:«La cirugía taurina debería estar considerada como una especialidad»

J. Monreal
-

En el caso de Elsa, la vocación y la profesión van estrechamente unidas. Tal vez influyera en ella la tradición familiar (abuelo y padre médicos), pero lo cierto es que nunca quiso ser otra cosa nada mas que médico y «más concretamente dedicarme a la cirugía general», comenta la doctora Jiménez, quien recuerda sus primeros tiempos de quirófano «en Valencia, donde tuve mis primeras experiencias laborales en el Clínico de Valencia, centro en el que había grandes especialistas», dice Elsa, quien estuvo en la ciudad del Turia hasta 2010 que regresó a Cuenca «después de haber pasado más de la mitad de mi vida en tierras levantinas».   
Opositó a dos plazas, una en Valencia y otra en el Virgen de la Luz y quiso el destino que aprobara ambas «y aunque al principio me costó elegir, opté por venirme a mi tierra para estar cerca de mi familia», dice la doctora Jiménez.
Elsa comenzó a ejercer su trabajo en quirófano y a pesar de los años transcurridos, recuerda la sensación de su primera intervención como ‘titular’.
«Te sientes nervioso, al principio, pero a la vez muy amparado, porque las primeras veces nunca estás solo. Fue una intervención de apendicitis y lo cierto es que no me resultó complicada porque este tipo de operaciones las había visto hacer muchísimas veces a mi padre -al que ayudaba en sus intervenciones- y estaba muy acostumbrada. A pesar de todo, sientes una gran responsabilidad y vas con un cuidado extremo, siempre observada por tus compañeros más veteranos».
Curtida en mil y una intervenciones, Elsa reconoce que «por mucho rodaje que tengas en el quirófano, siempre tienes la sensación de que es tu primera vez, y aunque asumes que es tu profesión y que te comportas como tal y haces lo que debes hacer, nunca dejas de pensar que tienes delante  a un ser humano. Hay una frase  que habitualmente utilizamos los médicos que dice: ‘Preocúpate, en el quirófano, cuando la gente está callada. Mientras haya charla, la cosa va bien’. Y es cierto. Cuando todo marcha según lo previsto, intervienes con soltura y actúas de modo casi mecánico; charlas con los compañeros, incluso bromeas sobre lo que vas a hacer cuando acabes... pero cuando algo no va bien, el silencio es lo que impera en el quirófano y ese sí que es un momento en el que debes empezar a preocuparte», dice.
 A pesar de la experiencia, como profesional, y su largo aprendizaje -al lado de su padre, al que admira y respeta-, Elsa sigue manteniendo la misma tensión cuando suena el busca. «Nunca sabes a lo que te vas a enfrentar, y esos primeros minutos son tremendos. Una vez que te  sitúas, ya parece que todo se calma y pones manos a la obra y actúas. La experiencia ayuda mucho y sobre todo a cierta edad -madurez de quirófano le dicen- que es cuando tú ya eres el máximo responsable y cuenta con ayudantes. Entonces es cuando pero se pasa, no porque desconfíes de lo que hace el compañero, sino porque tal vez tú lo harías de otra manera aunque el resultado sea el mismo», señala la doctora Jiménez, al tiempo que recuerda  que «en esta profesión, como en muchas otras, lo que nunca debes dejar es de aprender y jamás pensar que lo sabes todo porque siempre suele haber imprevistos a los que hacer frente y más cuando estás interviniendo en una mesa de operaciones, por muy sencillo que pueda parecer  el caso que tienes que resolver. Los nervios, siempre que estén controlados, son buenos pero nunca dejarte llevar por ellos y procurar siempre hacer las cosas despacio y con  la máxima seguridad». 
 
cirugía taurina. Siguiendo los pasos de su padre, el doctor Jiménez, Elsa comenzó su andadura en los quirófanos de las plazas de toros, siendo estudiante de medicina, como ayudante del cirujano titular.
«En este sentido sí que mi padre ha sido quien ha influido en mi afición y ha hecho que ahora sea yo quien ocupe su lugar, tras su jubilación», dice Elsa.
«Mi padre empezó como yo, siendo ayudante de otros doctores, y de él he heredado la afición por los toros y por la cirugía taurina que, aunque no está considerada como una especialidad concreta de la medicina, en realidad lo es, ya que suelen ser intervenciones que requieren ciertos conocimientos específicos que sólo se adquieren con la práctica».
 Una afición, al mundo del toro, que Elsa ha ido consolidando a lo largo del tiempo «viajando con mi padre durante muchos años, por todos y cada uno de los pueblos de la provincia donde había festejos taurinos y, por supuesto, en la plaza de Cuenca. Al margen de acompañarlo a los festejos, mis inicios en el mundo de la cirugía taurina comienza con la asistencia a los congresos junto a mi padre. Empecé a asistir siendo estudiante, y en esos encuentros conocí a grandes facultativos como pueden ser Máximo García de la Torre, hijo del famosísimo García Padrós, o Carlos Valcarrer. Esos congresos te sirven para estar al día en nuevas técnicas y son una auténtica lección de medicina. Si a eso le unes la afición y la tradición familiar -mi abuelo llevaba a mi padre a los toros, y mi padre a mí-, tiene como resultado una cirujano taurina que ademas es aficionada a los toros, ya que son dos  aspectos que van íntimamente ligados», señala la doctora Jiménez.
A lo largo de sus años de ejercicio, y como simple aficionada, sin intervenir en quirófano, Elsa ha presenciado numerosas cornadas de gravedad.
«La primera, que me causó un gran impacto por lo aparatosa y grave, fue la que sufrió aquí en Cuenca Luis de Pauloba. Yo era estudiante entonces y vi la cogida desde el tendido. Fue atendido por mi padre y, afortunadamente pudo salvar la vida a pesar de la tremenda gravedad. Esa fue una de las más aparatosas que he visto como espectadora, porque lo que nunca me ha permitido mi padre es formar parte del equipo sin haber acabado mi formación, y aun así, siendo ya médico, formaba parte del plantel de profesionales como una simple ayudante, fijándome en lo que otros hacían pero sin intervenir absolutamente en nada», comenta Elsa.
 Aprendiendo de los grandes profesionales de la medicina, la doctora Jiménez asiste habitualmente a los congresos que, sobre  esta disciplina tienen lugar en toda España.
«Somos realmente pocos los cirujanos que trabajamos en este área tan concreta, y curiosamente no hay muchas mujeres en puestos de responsabilidad en quirófano de las plazas de toros, y las que estamos somos -en la mayoría de los casos- familia de quienes antes han ocupado ese puesto, como es mi caso y el de otras compañeras, también hijas de cirujanos con una amplia experiencia en el campo de las heridas por asta de toro ».
Tras un largo aprendizaje, y una vez que su padre dejó el puesto de cirujano titular, Elsa pasó a  asumir la responsabilidad «al principio con muchos nervios, pero poco a poco te vas haciendo a la idea y asumes tu nuevo papel, sabiendo que ya no tienes a tu lado al ‘veterano’ del que tanto has aprendido a lo largo de tanto tiempo. Tienes una sensación extraña al encontrarte sola ‘ante el peligro’, pero eso es algo con lo que todo profesional cuenta y sabe que más tarde o más temprano ese momento va a llegar».
 Afortunadamente, y desde que sucedió la cogida mortal del diestro Francisco Rivera, la cirugía taurina ha experimentado grandes avances, tanto en el aspecto estrictamente médico como de medios y recursos.
«Sin duda alguna que la muerte de Rivera marcó un antes y un después en la forma de actuar de los profesionales y, sobre todo, en  los servicios que tenemos a nuestro alcance, tanto de transportes en vehículos medicalizados como  en las propias plazas», señala la  cirujano, quien comenta que «pro lo general, las plazas de primera y segunda, cuentan con  instalaciones suficientes para atender cualquier contingencia, y en caso de que no sea suficiente,  hay un hospital cercano al que remitir al herido. Aun así, la primera intervención es crucial y por eso en la mayoría de las ocasiones los médicos estamos atentos a lo que sucede en el ruedo porque según sea la cogida nos hacemos una primera idea del alcance de la misma», dice la doctora, quien respecto al desempeño de su labor como titular de quirófano en los cosos taurinos comenta que «en más de una ocasión he tenido que decir que era yo la responsable...».
 En el mundo taurino suele haber muchas supersticiones, sobre todo entre los matadores y subalternos. «Ni soy supersticiosa ni creo que serlo conduzca a nada positivo», comenta Elsa, quien añade que «lo que sí  tenemos, en ciertas plazas -sobre todo de pueblos pequeños- es una mayor atención por lo que pueda suceder ya que el peligro existe y nunca sabes con lo que te puedes encontrar, y no sólo en localidades alejadas de la capital, sino en festejos como ‘La Vaquilla’ de San Mateo donde también actuamos como cirujanos y en más de una ocasión con motivo de cornadas bastante más serias y aparatosas de lo que la gente se piensa».
Finalizada la temporada taurina, Elsa vuelve a su quehacer cotidiano en los quirófanos del ‘Virgen de la Luz’.
«Es lo que toca. Seguir con el día a día de los quirófanos y aprovechar cada momento para seguir aprendiendo porque ésta es una profesión en la que nunca sabes lo suficiente. Me siento a gusto con lo que hago, y más cuando llega de nuevo el tiempo de toros y empiezas a sentir y a vivir el ambiente, bien  asistiendo a congresos o bien como responsable del equipo médico de la plaza. Un equipo que sigue siendo el mismo que durante  muchos años acompañó a mi padre en su labor y en el que confío plenamente porque son grandes profesionales con los que siempre se puede contar y saben cómo actuar en los momentos difíciles».