Alegría de vivir

Manu Reina
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Miguel Baudilio Ortega no piensa «rendirse nunca» en su batalla frente el ictus que sufrió hace casi un año y que «me cambió la vida»

Alegría de vivir

El humor es una de sus señas de identidad y procura despertar a menudo una sonrisa a todo aquel que le rodea. No importa lo dura que es la vida y los obstáculos que aparecen en su camino, porque la felicidad siempre se refleja en su rostro. Así es Miguel Baudilio Ortega, un ejemplo de superación. Hace menos de un año sufrió un ictus, pero este inesperado revés nunca tuvo opciones de ganarle la partida. Ni mucho menos. Tuvo claro desde el primer momento que tenía que luchar por él y sus familiares y, por supuesto, por la infinidad de alumnos con discapacidad con los que ha compartido horas y horas de chapuzones en la piscina del Complejo Deportivo Luis Ocaña durante tres décadas. «Tengo claro que tengo que seguir adelante y no dejar nunca de pelear», explica Miguel Baudilio Ortega. 

Este conquense ha dedicado gran parte de sus esfuerzos a los demás. De hecho, no conoce otra cosa que no sea tender su mano para ayudar. La palabra solidaridad le define a la perfección. Es, además, un gran monitor de natación y sus centenares de alumnos dan buena fe de ello. Miguel ha compartido sesiones de agua con personas con distintas capacidades mentales y físicas. A todos les ha inculcado «palabras mágicas como: ¡Vamos!, ¡Sigue así!, ¡No te rindas! o ¡Tú puedes!». «Esas mismas palabras que antes decía para ellos, ahora son para mí, por eso no puedo fallarles», añade.

La vida de Miguel ya no es igual que antes. Sin embargo, es como «una nueva que merece ser vivida», como él mismo relata. Es también tal y como le comentaron los médicos el 25 de diciembre del año pasado, cuando consiguieron estabilizar el ictus y la hemiparesia que sufrió en la parte derecha de su cuerpo, aunque los síntomas se desarrollaron en el lado izquierdo. La gravedad de los daños cerebrales impidieron que fuera intervenido quirúrgicamente. «Nos comentaron que había que esperar a ver cómo evolucionaba», detalla. La noche de Navidad se convirtió en un drama en apenas unos segundos, porque la vida «cambia de repente y no puedes hacer mucho». 

Desde ese momento, comenzaba un nuevo reto para Miguel. No fue fácil. «Es un proceso que ha sido muy duro y complejo», reconoce. Y es que el hecho de salir en silla de ruedas del Hospital Virgen de la Luz fue «duro». De hecho, este conquense tuvo que pelear con la ansiedad, porque había que «adaptarse a la nueva situación». Este nuevo paradigma también fue una odisea. Los médicos apenas podían trabajar con él porque «la ansiedad era muy fuerte». Su cuerpo no aceptaba que ya no se movía igual que antes. De ahí que fuera necesario adaptar una parte de su hogar.

Lucha. Sin embargo, su ingreso en el Hospital de Guadalajara, concretamente en la Unidad de Daño Cerebral Sobrevenido, despertó una gran luz al final del túnel. En seis meses consiguió, para sorpresas de los médicos, dejar la silla de ruedas y andar por sí mismo, apoyado en su bastón. «Me vi reflejado en un espejo y me dije a mí mismo que me levantaría de la silla». Y así fue. En este camino de superación dejó huella en sus compañeros y profesionales. «Me echan de menos y les mando mensajes a menudo», afirma. 

Poco a poco, y gracias a un gran esfuerzo, trabajo y perseverancia, Miguel ha peleado por vencer a su enfermedad. En estos momentos lucha por recuperar la memoria a corto plazo, ya que olvida qué ha comido o qué día es hoy. Le cuesta, y mucho. También le supone un gran esfuerzo expresarse, andar o coger un lápiz, por lo que tiene que pensar en todo momento qué hace para así enviar mensajes desde su cerebro. Sí que es capaz de narrar sus vivencias a largo plazo. Lo realmente memorable es que sus circunstancias no le impiden contar un chiste o bromear, porque es algo que lleva innato, independientemente de la situación. Tampoco ha abandonado el agua, que es lo que más le gusta, ya que completa sesiones de rehabilitación en el mejor hábitat que conoce. También lo hace con los profesionales de la Asociación de Daño Cerebral Sobrevenido de Castilla-La Mancha (Adace CLM).   

Marimar. En esta batalla nunca ha estado solo. Miguel se deshace en elogios y agradecimientos a su mujer, porque «siempre está conmigo y me ayuda en todo». Al principio, necesitaba cualquier asistencia en su día a día. Ahora puedo «comer yo solo, vestirme e ir al baño, entre otras cosas». Marimar, así como sus familaires, no se separan de él y con una enorme fortaleza se siente muy orgullosa de su marido, aunque le cuesta recordar todo este proceso, que «para nada ha sido fácil». 

Miguel ha viajado mucho. Ha estado en «muchísimos países». Ha colaborado en muchos proyectos y se ha volcado en infinidad de causas. Tuvo, además, la gran pasión de comunicar sus ideas a través de las esculturas y sus obras de plástico y hierro. «Ahora estoy limitado», pero no rendido. Piensa acabar con todas las barreras que se les presente e inculcar a sus alumnos que no hay que bajar nunca los brazos. De hecho, este conquense de 61 años, armado de una fuerza increíble, ejerce de mentor e inspiración para todos, tanto es así que acude a cualquier llamada para impartir charlas. Es un claro ejemplo de superación.