En pleno bullicio de la Semana Santa, la capital no solo prepara sus calles para las solemnes procesiones que la han hecho célebre, sino que se transforma, literalmente, en una gran escenografía devocional. Balcones, plazas, salas y locales comerciales suman fuerzas para convertir esta tradición en una experiencia sensorial y patrimonial que se vive desde todos los frentes. Y es que la Semana Santa no solo se desfila: se expone, se borda, se ilumina, se comparte.
Uno de los puntos donde se refleja con especial intensidad este sentimiento colectivo es en los escaparates de los negocios. Año tras año, negocios de toda la vida se implican en la celebración con una dedicación casi artesanal. Es el caso de Óptica Notario, que ha convertido su escaparate en un museo en miniatura, gracias a la generosa colaboración ciudadana. «Esto ya es una tradición», explica su gerente, Pedro Notario, con una sonrisa. «Hace muchos años que empezamos a poner cosas de Semana Santa, y nos dejaban pasos o figuras. Ahora nos traen cuadros, mantillas o estandartes, entre muchas otras cosas». Este año, por ejemplo, «tenemos el estandarte verdadero de la Virgen de las Angustias con motivo del centenario», añade.
Algo similar ocurre en la Administración de Loterías Cuco Encantado, donde cada detalle ha sido cuidadosamente pensado. «En Cuaresma lo decoramos siempre de Semana Santa», cuenta su gerente, Cristina Puerta, que también pertenece a la Junta Directiva de la Hermandad de Medinaceli. «Mi madre hace los nazarenos de goma eva, y siempre montamos dos escaparates: uno general con representación de muchas hermandades, y otro dedicado primero a la Vera Cruz y después a la Medinaceli», con la celebración de la Procesión Infantil como ecuador entre ambas.
Con pasión - Foto: Reyes MartínezLa actividad no cesa tampoco en Bordados Mil Rayas. Su gerente, Pedro Eduardo Pérez, lo resume con contundencia. La Semana Santa «es el único momento del año en que todos los conquenses nos ponemos de acuerdo. Es nuestro punto de unión». Su labor, en palabras propias, es de artesanía, con túnicas, capuces, cordones o escudos, entre un sinfín de opciones. «Es un trabajo fundamental para que todo luzca como debe».
Además del tejido empresarial, la ciudad también late en sus espacios culturales. Este año, la Sala Iberia acoge una exposición excepcional: 72 fotografías del mítico Carlos Albendea, un enamorado de Cuenca y su Semana Santa. La muestra, que recoge imágenes del Camino del Calvario y la emblemática Turba, ha sido organizada por el Grupo Turbas, cuyo secretario-presidente, Antonio Garrote, destaca la carga emocional del proyecto. «Son fotografías desde 1969 hasta 1972, como homenaje tanto a Carlos como a muchas otras personas que ya no están».
Además, el Centro de Mayores de San Pedro acoge otra muestra paralela, también de Albendea, con 23 imágenes acompañadas de esculturas en hierro de José Luis Martínez. «Queríamos hacer algo más. No solo organizar la procesión, sino aportar a la memoria colectiva de la ciudad», afirma Garrote. El éxito «es rotundo y se puede visitar la muestra hasta el Domingo de Resurrección».
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Con pasión - Foto: Reyes Martínez
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De esta manera, desde cada escaparate decorado con mimo, desde cada bordado hecho a mano, desde cada fotografía colgada con emoción, Cuenca se transforma en una ofrenda viva.