Las funerarias incrementan sus servicios en torno a un 25%

Leo Cortijo
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Las tres empresas del sector que operan en la ciudad explican a 'La Tribuna' que a pesar de registrar un repunte de la actividad durante esta tercera ola, «nada tiene que ver» con lo que vivieron en marzo y abril

Un trabajador del tanatorio Alameda introduce un ataúd en un coche fúnebre. - Foto: Reyes Martí­nez

En el día a día de la pandemia, suponen una de las patas fundamentales que sustentan la mesa. Las funerarias son el último eslabón de la cadena que trabaja en contacto directo con el virus. Desde el pasado mes de marzo, las empresas de este sector viven inmersas en una realidad muy distinta a la que conocían antes del estallido vírico. Un mar revuelto en el que no resulta nada sencillo maniobrar. No en vano, según los datos que han facilitado a La Tribuna las tres compañías que operan en la ciudad, sus servicios se han incrementado entre un 20 y un 27 por ciento en 2020, en comparación con el año anterior.

Javier López, gerente del tanatorio Alameda, explica que ese incremento anual ronda en su caso concreto entre el 20 y el 25 por ciento, mientras que el administrador del tanatorio San Julián, Ramón Huerta, que depende de Grupo Alborada, lo cifra en un 20 por ciento. Luis Ángel Fraga, responsable de la funeraria La Paz, estima por su parte que el aumento ronda el 25-27 por ciento. En definitiva, las tres empresas presentan unas cifras muy similares en este capítulo.

Las tres coinciden también en señalar que su trabajo ha fluctuado de forma notable a lo largo del año. Conforme evolucionaba la pandemia han vivido picos de actividad mucho más elevados que otros. En este sentido, el momento de mayor intensidad –y con una enrome diferencia– lo sufrieron durante la primera ola. «En marzo hubo como un 40 por ciento de servicios por encima del año anterior y en abril prácticamente un cien por cien», comenta López, a lo que Huerta añade que «en apenas cuatro semanas se llegaron a multiplicar hasta por cinco y por seis los servicios de un año normal». El horno de la ciudad, que en circunstancias normales era suficiente para cubrir toda la demanda, no dio abasto en algunos momentos puntuales y tuvieron que recurrir a los crematorios de algunos pueblos de la provincia.

Afortunadamente, la situación mejoró tras el encierro domiciliario. En los meses de verano, las cifras no solo se estabilizaron, sino que en algunas semanas concretas hubo incluso menos servicios de los habituales en tanto y cuanto no fue un estío corriente, ya que se limitó significativamente la movilidad. En otoño llegó la segunda ola –fundamentalmente en octubre y noviembre–, y la repercusión en las funerarias se dejó notar pero de forma sensible. Fue algo, argumentan, prácticamente testimonial.

En este preciso momento, inmersos en la tercera, comentan que vuelven a notificar un cierto repunte –López lo cifra en torno a un 15 por ciento–, pero no se asemeja «para nada» a lo vivido en primavera. Huerta destaca algo muy interesante en esta misma línea, y es que compañeros del sector de otros territorios como Valencia, Murcia o Andalucía, les han dicho que ellos sí están saturados y que están viviendo algo similar «a lo que vivimos aquí en marzo y abril». Es más, destaca que han tenido que desviar pedidos de proveedores de material para esas zonas porque allí tienen mayor carestía de recursos.

Un trabajo titánico. Las empresas funerarias han tenido que batallar contra viento y marea durante todo este tiempo y lo han hecho en unas circunstancias que no han sido sencillas. La carga de trabajo –siempre disponibles las 24 horas del día– les ha llevado en muchas ocasiones a «redoblar esfuerzos», empleando más horas de las debidas para abarcar todos los encargos cuando el guión así lo ha exigido.

A esto hay que sumar la continua adaptación a la normativa vigente en cada momento. Esa misma por la que, por ejemplo, se les ha impedido abrir sus salas de velatorio durante muchas semanas. Además, han implementado a rajatabla todas y cada una de las medidas de prevención: EPI, mascarillas, pantallas, dispensadores de gel hidroalcohólico, medidores de temperatura, generadores de ozono o nebulizadores se han incorporado a su quehacer diario como nuevas herramientas de trabajo. Sin olvidar la higienización constante de todas sus instalaciones.

Lo más «duro» de la primera ola. De la mano de Luis Ángel Fraga, responsable de la funeraria La Paz, revivimos lo que para este sector fue «lo más duro» durante la primera ola. Primero, «hablar con los familiares y explicarles que, debido a las restricciones, no podrían ver a la persona fallecida». Después, «ver a los compañeros realizando su labor de forma inapelable un día tras otro en unas circunstancias tan complicadas». Y por último, «la escasez de EPI en el mercado y todo lo relacionado con la protección frente al virus».