Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


1752

29/09/2022

En el año 1752 Benjamin Franklin descubrió la naturaleza eléctrica del rayo. Ese mismo año se experimenta por primera vez en España el alumbrado público de las calles con luces de aceite. 1752 es también el nombre de un vino de Bodegas 'El Tanino', de la localidad albaceteña de Hoya Gonzalo. Probablemente el nombre del vino tiene que ver con el hecho histórico vinculado al Catastro de la Ensenada de Chinchilla de 1752, donde se hace referencia expresa al pueblo de Hoya Gonzalo. En concreto me refiero a su Garnacha Tintorera Alta Expresión, con una crianza de 12 meses en barrica de roble francés, que reivindica para siempre esta variedad tan arraigada y concentrada en la comarca Monte Ibérico-Corredor de Almansa, y la pone en el sitio que merece después de haber sido tantos años denostada. De la calidad de este vino y de su correcto maridaje con guisos y carnes rojas, me permito dar buena cuenta.
Hoya Gonzalo, que obviamente se encuentra ubicado en una especie de hondonada u hoya, perteneció en el siglo XIV a un tal don Gonzalo de Blazuela, señor feudal de la villa de Chinchilla, y de ahí su nombre. Y mira que tiene Hoya Gonzalo cosas interesantes, como los asentamientos iberos de El Camino de la Cruz y la necrópolis de Los Villares, o una completa colección de antiguos cucos. Pero lo que llama especialmente la atención es un curioso museo etnológico ubicado en una antigua y típica casa de labranza del pueblo, donde el afán investigador y divulgativo de Santiago Núñez Delicado, propietario del museo, lo ha llevado a conformar una magnífica colección de enseres, objetos y útiles antiguos de la vida doméstica rural, de oficios añejos, de artes populares o de culto religioso, que son «testimonios entrañables del pasado reciente y del pretérito remoto», para la investigación y difusión del pasado de la sociedad y la cultura rural, «con el fin de conservarlo y transmitirlo a otras generaciones».
Así que tanto la referencia al año 1752, como el descubrimiento de Benjamin Franklin, el vino de garnacha tintorera, el pueblo de Hoya Gonzalo y el museo de Santiago Núñez, no son más que meras excusas para hablar de cómo vivían nuestros antepasados en el mundo rural, dedicados de sol a sol a trabajar en el campo, sin mecanización, sin luz ni agua corriente en sus casas, sin frigoríficos, lavadoras, ni calefacción, tan cercanos en el tiempo, pero a años luz en las formas de vida y las costumbres actuales que comporta el mundo moderno y tecnológico en el que estamos inmersos. Una excusa para honrar las virtudes de aquellos hombres del campo, que tanto trabajaron y sufrieron para mantener a sus familias, para forjar la base del presente que ahora viven sus nietos. Una excusa, también, para resaltar, en palabras de Miguel Delibes, «su propensión a la racionalidad, a la reflexión, al laconismo, a no hablar por hablar, sino pensando lo que dicen; su conocimiento de lo que se traen entre manos, la conformidad con el destino…».