El mundo está repleto de lugares que no solo cuentan historia, sino que la respiran. Uclés es uno de ellos. Este enclave se convirtió, hace más de ocho siglos, en el corazón espiritual y militar de una de las órdenes más influyentes de la Península, como es la Orden de Santiago. Su monasterio fue testigo este fin de semana de la conmemoración del 850 aniversario de La Bula que oficializó la existencia de la Orden como institución religiosa y militar. El documento, emitido en 1175 por el Papa Alejandro III en la ciudad italiana de Ferentino, fue expuesto por primera vez en siglos en su lugar de destino natural.
La Fundación Fernando Núñez, junto al Ayuntamiento de Uclés, organizó un acto que no fue solo una exposición documental, fue un ritual íntimo de reencuentro con la identidad. Autoridades culturales, religiosas y académicas se dieron cita para presenciar algo único: el regreso simbólico de un documento que, como expresó Fernando Núñez, «restaura la dignidad de nuestra memoria compartida».
Ana María Gálvez, concejala de Cultura y voz del alma histórica del pueblo, explicó con claridad el peso de este acontecimiento. «La Bula es la aprobación definitiva, y con ella, la Orden de Santiago se convierte en una institución plenamente reconocida por la Iglesia, con privilegios únicos». Y entre ellos, quizás el más significativo, como es la exención de toda jurisdicción eclesiástica, salvo la del Papa. El Prior de Uclés no respondía ante ningún obispo, solo ante Roma. Esa independencia, en el siglo XII, era un poder casi sin igual.
La Bula fundacional de la Orden de Santiago en el año 1175 - Foto: A.F.Este documento, más antiguo incluso que el propio Tumbo Menor que se expuso el año anterior, no es solo tinta sobre pergamino. Como explica Gálvez, «esta bula es el primer eslabón documental en una cadena de privilegios que harían de la Orden una fuerza esencial en la reconquista, en la defensa de los reinos cristianos y, más tarde, en la evangelización de América». Por ello, que haya vuelto a Uclés tras más de 150 años custodiada en el Archivo Histórico Nacional, es más que un hito relevante; es una reparación histórica. Y para los habitantes de Uclés, es un reencuentro con aquello que nunca se fue, pero que hoy, al fin, vuelve a sus manos y a su alma.
Memoria de hierro y espíritu
La Orden de Santiago nació con una espada en la mano y una cruz en el alma. Fundada en Cáceres en el siglo XII, en el corazón del Reino de León, su origen fue profundamente guerrero y espiritual, pero pronto, la pérdida de Cáceres a manos musulmanas les obligó a buscar un nuevo bastión. Lo encontraron en Uclés, al otro lado del Tajo, en un lugar de gran valor estratégico. Desde allí, se convirtieron en actores decisivos de la Reconquista, ya que participaron en la toma de Cuenca y estuvieron presentes en las Navas de Tolosa.
Pero su legado fue más allá de la guerra. La Orden de Santiago estructuró territorios, trajo estabilidad y desarrollo a zonas conquistadas. Y aunque con el paso del tiempo perdió su función militar, absorbida por la Corona, su memoria permanece viva. Hoy, como subraya Gálvez, «la Orden es una asociación simbólica, casi familiar, pero necesaria».
No por su poder, sino por lo que representa, una tradición que no debe caer en el olvido. En cada acto de caballería, en cada recuerdo de sus conquistas, late la historia de un país. Y mantenerla viva es un acto obligatorio de respeto hacia quienes forjaron los cimientos de España.