Ya sabes, querido lector, que ando siempre a la búsqueda de una buena noticia para compartir contigo. No siempre son sencillas de encontrar. En ocasiones, las encuentro camufladas entre un puñado de novedades de dudoso calificativo. Otras, nos venden como un logro aquello que, por derecho, sentido común y justicia, debería haberse resuelto mucho antes o de una manera más eficiente. El caso es que en las últimas semanas me he encontrado con el perfil de Instagram de la Policía Local de Cuenca y he de reconocer que me he hecho fan desde la primera publicación. Les recomiendo que se hagan seguidores de éste. Con un lenguaje llano, accesible y claro nos cuenta qué ocurre o, mejor aún, qué va a suceder.
Es una forma directa de estar informado de todo cuanto sucede en nuestra capital. No me refiero a los grandes acuerdos o inauguraciones, todo lo contrario, este perfil nos cuenta las cosas sencillas que seguramente interesan a gente normal y corriente, como usted y como yo. Así, revisando los posts (o como digan los modernos) creo que Cuenca se ha convertido en el banco de operaciones de una nueva asociación que ha estado latente durante buena parte del invierno (quizá por aquello del clima) pero que, con los calores primaverales y estivales, ha florecido de una forma casi, casi violenta. Los miembros de tan reciente asociación deben hacer buena aquella frase del bueno de Forrest Gump. ¿La recuerdan? Sí, «los tontos son aquellos que hacen tonterías». Pues bien, estos socios de Stulti sin fronteras creen que la mejor manera de divertirse, de pasarlo bien, de puto fliparlo, es subirse a los columpios de un espacio que entre todos nosotros (su familia también) hemos decidido dedicar a los más pequeños. No sé si es que se sentirán como los habituales usuarios de este parque urbano o que se creerán superiores reventando lo que es de todos (de ellos y su familia también). Quizá al llegar a casa, tras terminar su hazaña, decidieron romper el sillón del abuelo o tirar la vitrocerámica familiar por el hueco de la escalera.
Por si no fuera suficiente tan increíble acción, hay otra parte del grupo que ha decidido convertir parte de la ciudad en un circuito de velocidad permanente con el consiguiente riesgo para ellos, para todos y para lo que es de todos, una vez más. Casi hemos normalizado encontrar un coche volcado, un semáforo tumbado, un vehículo en mitad de una rotonda…como si fuera la manera más sensata de vivir en comunidad, haciendo caso omiso de las normas (escritas y tácitas) que nos hemos dado entre todos para que esto de la vida sea lo más sencillo posible. Cierto es que es más numeroso el número de conquenses que reniega de los stultianos pero ya que ninguno de estos gastará su tiempo en leer convendría que, quien más cerca esté de ellos les muestren que una vida divertida, sin destrozar nada, es posible. Con que empiecen explicándoles el título de esta columna semanal me conformo.