Cien años de la pionera 'Guía de Cuenca'

Óscar Martínez Pérez
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Cien años de la pionera 'Guía de Cuenca'

Parece mentira que la primera guía turística de Cuenca apareciera, nada más y nada menos, que hace justo cien años, en 1923. Como primera guía hay quien dice que sentó cátedra de lo que «debe ser el mejor guión emocional y literario de la famosa Guía de Cuenca». Los autores que realizaron los textos que recogió la hermosa guía, fueron Pío Baroja, Odón de Buen, Rodolfo Llopis, Zomeño y Giménez de Aguilar. 

Dos mil pesetas bastaron para editar esta hermosa guía turística cuya finalidad era «dar razón del espíritu tanto y más que de los accidentes de la ciudad y la provincia». La bonita edición de julio de 1923, contó con 240 páginas en papel cuché, se imprimió en los talleres tipográficos de Ruiz de Lara, siendo la portada obra de Compans, además incluía un original ex libris de Marco Pérez que iba acompañado de doce postales (huecograbados) para ser pegadas en la publicación. 

Todos los aspectos de la ciudad de Cuenca fueron tratados con total perfección por auténticos especialistas. Baroja nos habla de una Cuenca que aparece reflejada como ciudad que tiene algo de castillo, de convento y de santuario. Giménez de Aguilar relata los contrastes de las tierras conquenses, su rica historia, la Catedral y los magníficos conventos conquenses. Odón de Buen dedica un genial capítulo a la Ciudad Encantada (que con el tiempo sirvió de inspiración a poetas conquenses), a los barrios de la ciudad y a los pueblos de la provincia. 

La fotografía acudió a embellecer esta pionera guía turística con la cámara de Zomeño, que publicó instantáneas de la Ciudad Encantada, de la calle de los Tintes y del río Húecar, de los sepulcros de la Catedral o destacando con rotundidad los bosques pétreos de las hoces y crestas serranas… Zomeño fue un potente impulsor, gracias a su generosidad, para que esta guía pudiese ser publicada.

La guía también presentó varias excursiones con sus itinerarios por los pueblos de Cuenca y sus parajes (La Serranía, las Torcas, el Hosquillo, el nacimiento del río Cuervo, el rincón de Cañete, el Solán de Cabras o el alto Beteta…), además de dar los datos más prácticos para los turistas y visitantes, en cuanto a hoteles y pensiones, restaurantes, casinos, colmados y tabernas.

Hoy si queremos leer la guía tendremos que acudir a las librerías de viejo, a la subastas especializadas de libros o a alguna biblioteca bien dotada, para hacernos con una de ellas. Sus ventas fueron buenas y hasta los años ochenta no se reeditó en forma de facsímil, gracias a un ejemplar que poseía Julián Ruiz Leal, por parte de Gaceta Conquense.

La primera de muchas guías. Guía de Cuenca abrió paso con el tiempo a otras muchas iniciativas editoriales que en forma de guía han promocionado con desigual suerte el turismo y el patrimonio conquense entre los viajeros y turistas. Después de la brecha que abrió la guía del museo municipal de arte, apareció la Guía Larrañaga, que en opinión de los críticos fue más ambiciosa y también más famosa. Esta guía consiguió enriquecer con minuciosos itinerarios provinciales y con una especie de diccionario de conquenses ilustres, el conocimiento de nuestra tierra y sus gentes. Más tarde aparecieron las guías de González Ruano y la de Gómez de Trevecedo, sin olvidar la prologada por el genial Pedro de Lorenzo… El momento álgido en cuanto a la publicación de guías conquenses llegó cuando Federico Muelas publicó su libro-guía: Cuenca tierra de encantamientos y sorpresas en la editorial Everest. Florencio Martínez Ruiz dijo de esta obra que «Federico Muelas no escribe una guía, sino que hace crecer una ciudad dentro de sí que sus lectores objetivamos cumplidamente, porque es aquella que presentíamos y que soñábamos. Junto a sus elementos fijos y volcánicos Cuenca vuela desde entonces con unas alas de poesía y creatividad realmente privilegiadas…».

Después de la guía de Federico, llegaron otras ya en otro tono, como las de Cordente, Torres, Muñoz…