Cerámica viva

Manu Reina
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Cuatro alumnas del Máster en Artesanía y Diseño Contemporáneo descubren el oficio en el taller de Rubén Navarro, a través de una formación «muy personalizada» de 360 horas

Cerámica viva - Foto: Reyes Martínez

Dentro de un vibrante taller en el Camino del Terminillo, suena el golpeteo suave de manos moldeando arcilla. A simple vista parece un espacio cualquiera de creación, pero basta con observar el gesto concentrado de sus cuatro protagonistas para entender que ahí ocurre algo más profundo. Catherine, Belén, Vera y Marta comparten torno, esmaltes y silencios mientras atraviesan un proceso de aprendizaje para crear arte. 

Rubén Navarro, ceramista desde los 19 años y maestro artesano, es el anfitrión y guía en esta experiencia singular. «Este máster es distinto», explica. «La clave es que no se da en aulas sino en los propios talleres de los artesanos. Aquí se vive el día a día del oficio, con sus ritmos, errores y aciertos». Él es el encargado de impartir, desde enero, el bloque práctico del Máster de Formación Permanente en Artesanía y Diseño Contemporáneo de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Castilla-La Mancha, una titulación que conjuga tradición y modernidad: técnicas artesanales, diseño, marketing digital, gestión de talleres y desarrollo de marca personal. «Se trata de formar artesanos completos, autosuficientes y contemporáneos», resume Navarro. Cada una de las alumnas trae consigo una historia única, una motivación distinta, pero todas confluyen en esta misma sala, rodeadas de arcilla, herramientas y una energía que se siente casi familiar.

Catherine Hugo vino desde Chile atraída por la oportunidad de «poner en valor las tradiciones artesanales y conocer este oficio de la mano de alguien como Rubén». Licenciada en Bellas Artes y publicista, decidió dejar todo para cruzar el océano. «Siempre ha sido mi pasión la artesanía. Vi el máster, me interesó, y tomé mis cosas». Ahora está creando una serie de máscaras que mezclan simbología mapuche y elementos del imaginario español. Es «una gran oportunidad para quienes quieran iniciarse o profesionalizarse en el mundo artesano», añade.

Cerámica vivaCerámica viva - Foto: Reyes Martínez

Junto a ella trabaja Belén Carretero, conquense con dos carreras (Filología Hispánica y Bellas Artes) y una determinación admirable. «Nunca había probado la cerámica, pero siempre quise dedicarme a algo manual. Mi proyecto está centrado en el papel artesanal, en papelería para bodas y eventos. La cerámica, para mí, es un complemento estético y conceptual». Además, Belén incide en los desafíos técnicos del oficio. «Nunca sabes cómo va a salir una pieza. Lo dejas en el horno y puede cambiar todo. Es como la vida».

Vera Garcés, natural de Albacete, tiene otra visión. «Quiero abrir mi propio taller, dedicarme a esto de forma profesional». Graduada en Bellas Artes, su proyecto final consiste en crear instrumentos musicales de cerámica inspirados en tradiciones manchegas y culturas precolombinas. «Es una forma de conservar y reinterpretar saberes que están desapareciendo. Y Rubén está siendo súper generoso, nos enseña todo lo que le pedimos», asegura.

A su lado, Marta Navarro, también de Albacete, trabaja en una propuesta más gráfica: un mural de azulejos decorado con esgrafiado. «No es difícil, pero sí laborioso», dice entre risas. Sin embargo, aún no tiene claro si se dedicará profesionalmente a la cerámica. «Por ahora estoy aquí para aprender, me gusta mucho y Rubén lo hace todo muy cómodo. Pero ya veremos».

Navarro escucha atento a sus alumnas y asiente. «Yo también aprendo de ellas. Son creativas, tienen ideas distintas. En mi taller no solo enseño: hay un intercambio real». Habla de las técnicas decorativas, del torno, del trabajo con planchas, de los esmaltes. «Aquí se prueba, se falla y se vuelve a intentar. Este oficio es eso: muchas horas, mucha frustración, pero también mucha satisfacción cuando ves una pieza terminada».

Para él, este máster ha sido una experiencia «muy positiva». Aunque ha impartido cursos antes, es la primera vez que lo hace en su propio espacio. «Se ha creado buen ambiente. Son cuatro, es un taller pequeño, pero eso permite una formación muy personalizada».

En mayo terminarán sus 360 horas prácticas y defenderán sus proyectos finales. Lo que venga después, aún es incierto. Pero si algo está claro, es que estas cuatro mujeres ya han dejado una huella en el barro. Y que, como dice Rubén, «para tener oficio, hace falta tiempo, ganas y sobre todo, estar dispuesto a equivocarse mil veces. Porque en la artesanía, como en la vida, a veces el horno no responde como uno espera. Y aun así, merece la pena», sentencia.