Ganadería: una baza a favor del medio ambiente

M.H. (SPC)
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La sociedad urbana desconoce los beneficios de esta actividad para el entorno, que son numerosos: fija población, transforma en alimentos la biomasa agroforestal que causa incendios, moldea ecosistemas...

Ganadería: una baza a favor del medio ambiente - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez. Eugenio Gutiérrez

En los últimos tiempos la ganadería está viendo enturbiada su imagen. Son continuas las campañas que difunden el peligro de los purines, la cantidad de gases de efecto invernadero que emite o los recursos que requiere para producir carne o leche. Pero, ¿conoce la población urbana cuáles son los principales impactos positivos que puede tener la ganadería sobre el medio ambiente y el entorno? Conscientes de que, con relativa frecuencia, existe un amplio desconocimiento sobre esta actividad económica vinculada al medio rural, algunos expertos consideran que «hay que potenciar y poner en valor» todas esas contribuciones positivas ante la opinión pública.

Así lo explica el doctor ingeniero agrónomo y director del ICTA (Instituto de Ciencia y Tecnología Animal de la Universitat Politècnica de Valencia) Salvador Calvet, quien a su vez es miembro del Comité de Sostenibilidad Láctea, órgano científico asesor de la campaña 'Cuenta con los productos lácteos europeos' impulsada por la interprofesional InLac con el económico apoyo de la Unión Europea.

Según subraya el investigador, la actividad ganadera tiene mayores beneficios cuanto más integrada esté en el entorno. Recuerda que las producciones extensivas aprovechan bien los recursos disponibles como los pastos, utilizando generalmente animales rumiantes como vacas, ovejas y cabras que son capaces de explotarlos. «Y lo hacen integrándose en el ciclo natural de los nutrientes, mimetizando el nicho ecológico que tendrían otros animales en su lugar», especifica Calvet. «Es por ello que sus emisiones son reducidas. Si estos aprovechamientos están correctamente gestionados, contribuyen a preservar ecosistemas de alto valor ecológico, moldeados durante siglos a través de la acción humana. Es lo que conocemos hoy como servicios ecosistémicos», comenta.

A modo de ejemplo, «la ganadería permite en muchos casos reducir el consumo de materias primas convirtiendo biomasa en alimentos, ayudando a reducir el riesgo de incendios a través del aprovechamiento de ese material vegetal. Los animales forman parte de ecosistemas de pastizales o agroforestales, con gran capacidad de captura de carbono. Y esta actividad ayuda también a modular el ciclo del agua. Estos son beneficios que se generan y repercuten en toda la sociedad y que, aunque son difícilmente cuantificables económicamente, tienen un gran valor», argumenta el investigador.

Y ¿qué ocurre con otro tipo de ganaderías? En opinión de Salvador Calvet, este tipo de ganaderías han priorizado la eficiencia y viabilidad económica en las últimas décadas, pero esto puede y debe ser compatible con ofrecer amplios beneficios ambientales. Así, existe un gran número de ganaderías de vacuno de leche que tienen actualmente un elevado grado de integración en su entorno, utilizando subproductos y cultivos de proximidad, al tiempo que la actividad consigue retornar el estiércol como fuente fertilizante para los cultivos y carbono para el suelo. «Es una necesidad para estas ganaderías potenciar sus impactos ambientales positivos, reto que se está empezando a acometer», reconoce este experto.

Calvet destaca, en suma, que la ganadería contribuye a generar riqueza y fijar población en el entorno rural, pero lanza un mensaje: «No podemos pretender reproducir en el mundo rural un modelo urbano de generación de riqueza, que abandonaría el cuidado de su entorno. Como tampoco podemos renunciar a que la población rural tenga un nivel de servicios comparable a zonas urbanas, pues es esencial para el mantenimiento de esa población». A juicio del investigador, para que esta fijación de población tenga beneficios ambientales es necesario que las actividades preserven los ecosistemas en los que se ubican. Aunque, para conseguirlo -concluye Salvador Calvet- «tal vez hay que cambiar un poco la forma de pensar».

Falsos mitos.

Con motivo de la celebración hace unos días de la XXXVIII Jornada Ganadera de ASAJA Sevilla, tuvo lugar una conferencia que desmontaba algunos infundios que se divulgan respecto a la ganadería, defendiendo que un mundo sin esta actividad no sería mejor. Fue impartida por el veterinario Juan Pascual, autor del libro 'Razones para ser omnívoro, por tu salud y la del planeta', quien puso de manifiesto la importancia de la ganadería y fue desmontando, uno por uno, todos los falsos mitos que se le atribuyen y que han llegado incluso a los manuales escolares, «donde se meten ideas en contra de esta actividad».

Como informó Pascual «hay una minoría exigua que ha conseguido dominar el relato, una clase política que cree representar a un pensamiento dominante, pero no es así, y hay incluso lugares europeos donde se imponen los menús veganos en escuelas, hospitales y edificios públicos, pese a que la mayoría de los ciudadanos no está a favor». Por ello, «si dato no mata relato, al menos ayuda», añadió el veterinario, por lo que pidió a los ganaderos que se formen para poder rebatir con argumentos cualquier ataque que se lance contra este sector.

Una de las acusaciones más extendidas es la cantidad de emisiones de CO2 que genera la ganadería, pero, como aclaró Pascual, las emisiones procedentes de esta actividad suponen solo un 11,2% del total mundial (y en Europa no llegan al 7%). «Dejar de comer carne o de beber leche no va a reducir el impacto de la huella de carbono», explicó. Además, el gas que emite un animal tiene un ciclo muy diferente al de los combustibles fósiles. «El metano de una vaca se degrada en 10 años, mientras que las emisiones de los combustibles fósiles tardan mil años». También aclaró que las emisiones totales del consumo de carne en España por habitante y año (estimando un consumo de 10 kilos de vacuno, 15 de pollo, 110 litros de leche y 40 de porcino) suponen un total de 701 kilos de C02, cuando solo un vuelo de Nueva York a Londres supone unas emisiones directas de 900 kilos de CO2 por cada pasajero del avión.

A esto hay que sumar que «el ganado no sólo da carne, también limpia el monte, da estiércol (el 50% de los fertilizantes del mundo), no genera microplásticos, apenas produce desperdicio alimentario, recicla, ayuda a evitar incendios (el campo está mejor conservado) y, al evitar enfermedades al ganado, se protege la fauna».

Asimismo, según desmintió Juan Pascual, no es cierto que la ganadería consuma recursos necesarios para los humanos, ya que el 86% de lo que come el ganado no es digestible para nosotros (paja, piel de cítricos, pulpa de remolacha, torta de girasol…), y por tanto con ello también reciclan. Tampoco es cierto que comer carne produzca cáncer. «El riesgo está demostrado sólo con carne procesada y es muy bajo, y además, el consumo de lácteos tiene efectos protectores contra esta enfermedad», añadió.

En este sentido, sobre la moda de las dietas veganas y lo «cool» de no comer carne, el veterinario aclaró que más de diez asociaciones médicas desaconsejan estas dietas (bajas en hierro y en otros nutrientes básicos) y que el 84% de las personas que dejan de comer carne vuelven a hacerlo en pocos meses, mientras que el 50% de quienes se dicen veganos realmente no respetan su propio compromiso y consume productos animales.

 

II Foro Lácteo en Bruselas.

La Organización Interprofesional Láctea (InLac), en el marco de la campaña 'Cuenta con los productos lácteos europeos', cofinanciada por la Unión Europea, convoca para el próximo 24 de octubre en Bruselas el II Foro Lácteo, que se celebrará bajo el lema 'Nutrición, desperdicio cero y sostenibilidad en el sector lácteo' y contará con la presencia de agentes económicos y sociales y expertos de referencia. En esta ocasión, el encuentro estará centrado en la prevención del desperdicio alimentario y los buenos usos en la cocina, sin olvidar las bondades nutricionales y saludables de leche, yogur y queso. El Foro será inaugurado por el presidente de InLac, Daniel Ferreiro, quien estará acompañado por la directora gerente de esta Interprofesional, Nuria M. Arribas.

Rosaura Leis, profesora de la Facultad de Medicina en la Universidad de Santiago de Compostela y presidenta de la Fundación Española de la Nutrición y del Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría, hablará sobre el papel nutricional de los lácteos durante todas las etapas de la vida. Y la chef Pepa Muñoz (El Qüenco de Pepa y La Huerta de Pepa) aportará ideas sencillas y prácticas para integrar los alimentos lácteos en una cocina saludable y de aprovechamiento, entre otros ponentes. El Foro contará asimismo con otros ponentes.

 

Tres al día.

Calidad, trazabilidad, bienestar animal, seguridad alimentaria y el compromiso ambiental, junto a los aspectos nutritivos y saludables, son los puntos fuertes del modelo de producción lácteo europeo. Son solo algunos valores que comunica la campaña europea 'Cuenta con los productos lácteos europeos', impulsada por la Organización Interprofesional Láctea (InLac). La iniciativa europea trata, en consecuencia, de informar desde una perspectiva científica de todos los aspectos positivos que hay detrás del sector lácteo, tanto en el plano medioambiental como en el nutricional.

Y es que los valores nutricionales de los lácteos suman atractivo para defender su consumo en el marco de una dieta equilibrada como la mediterránea. Estos productos aportan proteínas e hidratos de carbono, además de calcio, potasio, fósforo, zinc y otros minerales, así como vitaminas B12 y A. De hecho, tres lácteos al día (leche, queso y yogur) es la media recomendada por la Fundación Española de la Nutrición y por las guías nacionales e internacionales de referencia. Una dieta equilibrada incluye 2-3 raciones de lácteos al día en niños y adultos y 3-4 cuando se habla de ciertas etapas y colectivos con necesidades adicionales, como adolescentes, embarazadas, personas de edad avanzada o deportistas. Una ración de leche equivale a 200-250 mililitros (una taza o vaso) y la ración de yogur se sitúa en los 250 gramos (dos yogures). Mientras tanto, la porción de queso semicurado o curado recomendada ronda los 30 gramos y la de queso fresco llega hasta los 60 gramos al día.