Paradigma del rococó

Manuel Pérez
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La iglesia de la Virgen de la Luz, recientemente declarada Bien de Interés Cultural (BIC), está considerada una obra maestra de la arquitectura española dieciochesca, así como el mejor ejemplo del rococó religioso existente en España, gracias a la in

 
La declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de monumento por parte de la Consejería de Cultura lleva el foco informativo a la iglesia de la Virgen de la Luz, considerada una obra maestra de la arquitectura española dieciochesca, así como el mejor ejemplo del rococó religioso existente en España gracias a la intervención del arquitecto turolense José Martín de Aldehuela.
Muchos conquenses, especialmente los vecinos de San Antón que pasan a diario delante del templo, han vuelto su mirada al mismo estos días para redescubrir los tesoros arquitectónicos que en él se atesoran, fruto de varias intervenciones a lo largo de la historia.
La iglesia de la Virgen de la Luz se levanta sobre lo que en su día fue la ermita de Santa María del Puente y el convento-hospital de San Antón, que encuentra su origen en 1345. Sus obras la inició Fray Agustín de Montalvo en 1523, y las terminó José Martín de Aldehuela en 1764, confiriéndole al templo el estilo rococó que preserva hoy en día.
De las distintas etapas del templo habla el profesor Pedro Miguel Ibáñez en La iglesia de la Virgen de la Luz y San Antón en el barroco conquense, libro en el que diferencia entre una fase medieval anterior al siglo XVI, una fase constructiva del comendador Fray Agustín de Montalvo y una fase definitiva a partir de 1760.
 
Primera fase. Pedro Miguel Ibáñez señala de la fase primitiva que la proximidad física entre el hospital de San Antón y la ermita de la Virgen  desembocó en la tutela de la ermita por parte de los religiosos de San Antón Abad. No obstante, la ermita poseía completa autonomía constructiva y portada propia de acceso desde la calle, aunque por dentro existiera comunicación directa entre ambos edificios.
El historiador explica a La Tribuna que, aunque los datos de los que se disponen son sumarios e indirectos, llevan a pensar que la iglesia de San Antón tuvo planta rectangular, coro en alto a los pies y cubierta de madera. Para afirmar esto, Ibáñez se basa en una declaraciones de los visitadores realizadas en 1502, en las que hablan de la iglesia de San Antón como «mal techada y muy antigua, y parcialmente en peligro de ruina». 
Nada dicen los visitadores sobre la ermita de la Virgen, lo que probaría su mejor estado de conservación. «La suponemos de mayor tamaño, de planta rectangular y cubierta de madera. Desde luego, la piedad de los devotos había generado que su ajuar y mobiliario fueran incomparablemente más ricos que los de la iglesia antoniana», declara Ibáñez.
 
Segunda fase. De la segunda etapa, el historiador aporta muchos más datos. Así, Pedro Miguel Ibáñez afirma del promotor de la obra, el comendador fray Cristóbal Agustín de Montalvo, que aunque fue un personaje criticado por los coetáneos por conductas impropias de su cargo, «acabó por alcanzar un claro protagonismo en la transformación arquitectónica del compuesto Virgen del Puente-hospital de San Antonio Abad durante el primer tercio del siglo XVI». 
Y es que, el historiador explica que cuando en 1502 los visitadores le recalcan el lamentable estado del templo antoniano y le ordenan que lo repare y lo vuelva a cubrir so pena de excomunión, «Montalvo les responde que su propósito era levantarlo de nuevo». 
En lo que respecta a la ermita de la Virgen del Puente, fray Cristóbal  Agustín de Montalvo también promovió una importante labor renovadora, desconociéndose si llegó a afectar a todo el inmueble como sí sucedió con la iglesia del hospital. 
«Es probable que el muro circundante de la portada plateresca sea medieval. Y lo que sabemos seguro es que este arco triunfal del siglo XVI se debió a su gestión personal, ya que su nombre aparece rotulado en la inscripción del arquitrabe», afirma Ibáñez.
El historiador rechaza que esta portada pueda ser identificada con la de Gil Martínez Parejano, que daba paso a la iglesia antoniana y se data varios años después, hacia 1529-1530; cuya autoría atribuye posiblemente al entallador Antonio Flórez.
 
Tercera fase. La configuración del templo tal y como se concibe hoy día se debe a la intervención del arquitecto turolense José Martín de Aldehuela, quien unificó los dos espacios históricos en una intervención constructiva que Pedro Miguel Ibáñez identifica como la tercera fase constructiva.
En la reconstrucción, llevada a cabo a partir de 1760, el arquitecto preservó la antigua fachada de la ermita con su portada plateresca, financiada por el comendador Montalvo «sin moverla un ápice de su sitio original e integrándola con total respeto en la nueva iglesia trazada». 
A partir de entonces dejaron de existir los dos templos separados que pervivían desde los orígenes medievales, uno dedicado a San Antón y el otro a la Virgen, para que sus imágenes emblemáticas y el culto que generaban compartieran un mismo ámbito arquitectónico. 
Ibáñez recuerda que por aquel tiempo se impuso desde la propia cúpula eclesiástica la nueva advocación elegida como de la Luz para la Virgen.   
 
Un hito. Pedro Miguel Ibáñez señala que la intervención de José Martín de Aldehuela en la iglesia de la Virgen de la Luz supuso un hito en la evolución de la arquitectura conquense, capaz incluso de proyectarse fuera de los límites provinciales.
En lo relativo a los espacios arquitectónicos, el historiador señala que este edificio revolucionó la conservadora coyuntura constructiva inmediatamente anterior, la de fray Vicente Sevila, como trazador más característico, anclada en modelos que se remontaban incluso al último tercio del siglo XVI; e introdujo el barroco europeo más radical y creativo, a punto de ser cercenado en sus frutos por las arremetidas del academicismo. 
Ibáñez señala que el turolense demostró una inventiva y un pleno dominio de la traza arquitectónica del templo «que rebasan incluso, por su complejidad, los modelos de verdadera calidad extra-provincial que le pudo ofrecer en Cuenca el conjunto catedralicio de Ventura Rodríguez o la cantería de la iglesia de las Petras, trazada por Alejandro González Velázquez».
«Cuando Fernando Chueca, verdadero descubridor del ciclo barroco conquense, adjetiva el templo de San Antón como una de las mejores realizaciones de la arquitectura española de filiación borrominesca, lo hace en el contexto de la inclusión de su autor, José Martín de Aldehuela, entre los arquitectos verdaderamente creativos del siglo XVIII peninsular. Un maestro que fue capaz de convertirse en el que denomina como creador portentoso de formas y espacios, con dotes extraordinarias para la invención arquitectónica pese a trabajar en un medio provinciano, con colaboradores artesanales y con materiales baratos», afirma Pedro Miguel Ibáñez.