Humberto del Horno

Lo fácil y lo difícil

Humberto del Horno


El límite es acero

17/03/2023

Disculpen si de entrada da la sensación de que abuso en este espacio de aplicar el cristal translúcido de la experiencia a una opinión que busca ser transparente, pero entenderán que lo mejor de todas esas experiencias que a veces salpican estas líneas vieron la luz bajo el cielo de Cuenca. Ese cielo que hoy inspira esta tribuna.

Crecí viendo el cielo de Cuenca en una acuarela de Alfonso Cabañas que aún luce en el pasillo de la casa familiar. Tenía, tiene, una luz especial, la que siempre le salía del pincel. El lienzo lo capitaliza la ermita de San Julián el Tranquilo con todos sus detalles y rodeada del mismo aire que se puede contemplar si subes hasta ese rincón. Pero a mí me hipnotizaba el cielo.

El mismo cielo que me silenciaba cuando de pequeño alzaba la mirada al regresar a Cuenca y divisaba el Cerro Socorro para ver de lejos al Corazón de Jesús brillar; y el mismo que me sobrecogía cuando subía al mismo Corazón de Jesús y contemplaba con su luz la ciudad bajo mis pies.

Un cielo que no se conforma con ser admirado, un cielo que se deja hacer. Como lo hizo Zóbel cosiéndolo a trazos; o como puede hacerlo cualquiera a vista de globo. Cielo que puedes desafiar a 80 kilómetros por hora en la nueva tirolina; o que puedes sostener sobre los hombros si cruzas el Puente San Pablo. Hasta una princesa lo hizo con su príncipe solo un día después de teñir de azul su sangre.

La ciudad vieja nos preside aliada con el mismo cielo cuya distancia quieren salvar desde hace décadas sucesivas administraciones, local, provincial y regional. Tocar el cielo en Cuenca se puede hacer de mil maneras. Alcanzarlo en remontes mecánicos, sin embargo, seguirá siendo imposible, por mucha tinta que gastemos los periódicos.

Un cielo que se disfruta, y de qué manera, cuando te subes a una roca en cualquiera de sus hoces. Más de 1.500 vías de escalada pegadas al casco urbano atraen a miles de escaladores todavía cada año.
Más de 300 deportistas recalarán en Cuenca para buscar vía Copa de España un billete para los Juegos Olímpicos, y lo harán, quién se lo iba a decir a Moneo, 13 años y ocho millones de euros después en el Bosque de Acero, convertido en el límite para aquellos que quieran tocar el cielo.