El uso de semilla certificada es una batalla en la que la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (ANOVE) está implicada desde hace mucho tiempo por dos razones principales. En primer lugar, porque las empresas obtentoras logran fondos para poder seguir investigando y generando nuevas variedades, imprescindibles en el cambiante contexto climático actual; y en segundo lugar, porque los agricultores, que a la postre son su clientes, estarán mejor preparados para enfrentarse a esas adversidades climáticas si disponen de simiente de calidad. Es decir, son dos realidades que retroalimentan: los agricultores usan nuevas variedades, parte de cuyo precio va destinado a investigar para crear nuevas semillas que serán las que permitan a los propios agricultores mantener la rentabilidad de sus explotaciones en un futuro próximo.
ANOVE ha presentado recientemente el informe Situación de la certificación en semilla de cereal y guisante. Javier Álvarez, uno de los técnicos firmantes del trabajo, sostiene que el uso de semilla certificada «es la solución para la agricultura española y comunitaria». Según explica, actualmente se siembran en España 5.318.000 hectáreas de cereal. De esa superficie, en un 43,8% se usa semilla certificada y en un 20% se utiliza semilla de reempleo (las «hijas» de esas semillas certificadas) debidamente registrada, como manda la ley.
Sin embargo, el técnico de ANOVE lamenta que aún queda un 35% de superficie que «escapa al control y no contribuye a la investigación». Eso, aparte de ir en contra de los propios agricultores que utilizan ese material irregular y sin garantías, también perjudica al resto de profesionales que hacen las cosas bien, ya que es un freno a la obtención de nuevas variedades. «Hay que tomarlo como una inversión», sostiene. «Es la única manera de que las explotaciones sean sostenibles económica y medioambientalmente».
En cualquier caso, Álvarez se muestra contento con los datos que revela el informe, ya que revelan que el uso de semilla certificada sigue una tendencia claramente ascendente en los últimos 15 años, pasando de apenas 200.000 toneladas en la campaña 2010/2011 al doble en esta 2024/2025; o lo que es lo mismo, el porcentaje ha crecido de un 20,9% de superficie a ese 43,8%. Cabe destacar, además, los datos del trigo duro y el triticale, especies en las que este porcentaje supera el 80%.
Y ello a pesar del sensible descenso que se experimentó en los dos ejercicios anteriores, debido fundamentalmente a la sequía, que provocó cierto desabastecimiento -sobre todo en algunas especies y variedades- por el rechazo de lotes que no daban la calidad adecuada y la importante merma que se produjo en las cosechas. Esta situación, además, fue aprovechada por operadores oportunistas para colocar semilla sin certificar (de menor calidad) gracias a los menores ingresos de los agricultores esos años.
Las NTG.
Las Nuevas Técnicas Genómicas (NTG) van a jugar un papel muy importante en el futuro de la agricultura. De hecho, ya lo están haciendo en muchos países del mundo, donde están permitidas. Según explica Álvarez, actualmente está produciéndose un cambio en la Unión Europea en este ámbito. Aunque actualmente se equiparan a los organismos modificados genéticamente (OMG, generalmente llamados transgénicos), ya hay un proceso abierto para permitir algunas de estas técnicas, dado que la ciencia asegura que no suponen ningún peligro para la salud o el medio ambiente; de hecho, son indistinguibles de las variedades obtenidas mediante técnicas tradicionales.
Las empresas obtentoras, de hecho, ya trabajan con estas herramientas, que permiten una mejora mucho más afinada, rápida y barata, lo cual beneficiará a los agricultores, a los consumidores y, en definitiva, a la soberanía alimentaria comunitaria. Y es que estas técnicas permiten desarrollar variedades vegetales más adaptadas a los efectos del cambio climático, con menor necesidad de insumos, de mejor calidad y con mayores rendimientos, entre otros rasgos.
El Ministerio de Agricultura, por su parte, destaca la importancia de la evidencia científica en la negociación de la propuesta de reglamento de la Comisión Europea sobre las NTG para garantizar que esta pueda generar un impacto positivo en el sector agroalimentario. Esta sugerencia de reglamento se apoya en el amplio consenso que existe en la comunidad científica sobre la seguridad de determinadas técnicas genómicas, que permiten obtener mejoras en las plantas equivalentes a las que se obtienen por técnicas convencionales, pero de una forma más precisa, eficiente y dirigida.
La nueva regulación.
El proceso para permitir el uso de las NTG en la agricultura comunitaria ya está en marcha. En la nueva regulación, los vegetales obtenidos mediante NTG que también puedan surgir de forma natural u obtenerse mediante técnicas de mejora convencionales se tratarán como vegetales convencionales y, por lo tanto, estarán exentos de cumplir los requisitos sobre OMG. Esto significa que no es necesario realizar una evaluación de riesgos y que pueden etiquetarse de la misma manera que los vegetales convencionales.
El pasado 14 de marzo, de hecho, los estados miembros de la Unión Europea alcanzaron un acuerdo que otorgó el mandato al Consejo para que negocie el texto final del reglamento con el Parlamento. De todos modos, los procesos en Bruselas son largos y no se espera que haya nada aprobado antes de 2026.