"El estilo de vida está asociado a enfermedades"

José Luis Enríquez
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El endocrinólogo y nutricionista pone de relieve la importancia de una correcta alimentación basada en la dieta mediterránea y los hábitos de vida saludables para prevenir problemas como la diabetes y la obesidad.

El facultativo David Martín, en su consulta del centro de especialidades de la capital - Foto: E. León

El aislamiento y los cambios de hábitos durante la pandemia tuvieron un notable impacto la salud de muchas personas. David Martín (Salamanca, 1977), facultativo del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Virgen de la Luz, constata en esta entrevista el aumento de los trastornos alimentarios por el confinamento. Además cree que pese a que la crisis económica obligue a algunas familias a prescindir de determinadas alimentos, «es posible adherirse a pautas correctas de dieta mediterránea con poco dinero». En todo caso, insiste en la necesidad de tener hábitos de vida saludables y una comida sana. Su receta incluye, entre otras cosas, aumentar el consumo diario de alimentos frescos y de temporada, reducir la ingesta de carnes rojas y evitar los alimentos procesados.

¿Qué patologías son las más frecuentes? 

Vemos muchos pacientes con obesidad y sobrepeso, y sus patologías asociadas habituales como diabetes, dislipemia, hipertensión arterial, enfermedad renal crónica, cardiopatía isquémica u otras enfermedades cardiovasculares.

¿Somos conscientes de lo que hay detrás de estas llamadas enfermedades silenciosas?

No. Son patologías crónicas que, aunque de forma habitual requieren tratamientos crónicos durante años, no despiertan en los pacientes tanta conciencia de enfermedad. Por ejemplo, en la diabetes tipo 2, en ciertas personas no aparece la conciencia de padecerla hasta que iniciamos tratamientos inyectados como la insulina. En general, no se percibe correctamente la seriedad o la gravedad de ésta y otras patologías crónicas habituales.

¿Cuáles son las causas principales?

Aparte de nuestra predisposición genética, la influencia del estilo de vida es fundamental, ya que está fuertemente asociado a diferentes enfermedades crónicas que van apareciendo con el paso de los años y que se asocian con una elevada morbimortalidad. De hecho, las principales causas de mortalidad en la población general están relacionadas con problemas nutricionales como son la obesidad, y sus patologías asociadas: diabetes tipo 2, enfermedad renal crónica, complicaciones cardiovasculares o distintos tipos de cáncer. 

 A nivel preventivo, no sólo en nuestras consultas, que son más específicas, sino también y fundamentalmente en atención primaria es importante incidir en mantener un buen estilo de vida desde la infancia y adolescencia. Esto incluye información y promoción de un patrón de dieta cardiosaludable, actividad física cotidiana, evitar tóxicos como el tabaco o el alcohol, y cuidar otros factores como la higiene del sueño, o estrategias para reducir o controlar el estrés. Son aspectos que de forma conjunta y sinérgica van a ayudar a prevenir y controlar mejor todas estas enfermedades asociadas que he ido comentando.

La inflación propicia que dejen de consumirse alimentos fundamentales en una dieta saludable, ¿La crisis económica se nota en la salud?

La crisis económica impacta notablemente en el estilo de vida de la población, y el reciente confinamiento, más concretamente, se notó de una forma muy particular porque pasábamos a estar recluidos en casa, con un acceso limitado a la compra o adquisición de alimentos cotidianos. Pasar más tiempo en casa también implicaba mayor sedentarismo, pasar más número de horas frente a las pantallas, tanto los niños como los adultos, o simplemente el teletrabajo. Todo esto incidía en que los estilos de vida fueran peores. 

¿Y los aspectos económicos? 

Inciden en la cesta de la compra, en qué alimentos se puede elegir comprar. El consumo de frutas, legumbres, verduras u hortalizas, que son los grupos de alimentos esenciales en un patrón de dieta cardiosaludable, depende muchas veces de los recursos económicos de los que dispone cada familia. Lo mismo ocurre con el aceite de oliva virgen extra o los frutos secos, alimentos cada vez más caros. Además, en los entornos económicamente más desfavorecidos se ha observado una mayor tendencia a dietas más monótonas y menos variadas, con consumo inapropiadamente frecuente de precocinados, comida rápida o féculas como patata, arroz, pan; y una menor elección cotidiana de cereales integrales o no refinados y frutas u otros vegetales frescos. Pero en realidad sí que es posible adherirse a pautas correctas de dieta mediterránea con poco dinero o, al menos, se debería hacer una educación específica en los centros sanitarios para que los pacientes puedan disponer de esa información y acceder a esa alimentación saludable y más asequible económicamente.

¿Qué efectos más visibles que notaron en los pacientes que vinieron a las consultas de endocrinología y nutrición tras el confinamiento y la pandemia?

En la peor fase de la pandemia, en el confinamiento, nosotros, que atendemos pacientes hospitalarios pero también y mayoritariamente ambulatorios, vimos cómo las consultas externas quedaron limitadas o muy condicionadas al ser sustituidas temporalmente por consultas telefónicas. Durante aquellos meses de atención remota y telefónica la patología crónica habitual de las consultas de endocrinología y nutrición fue difícil de abordar. Como decía antes, el estilo de vida en el confinamiento no fue favorable para el grado de control de estas enfermedades crónicas. Ha habido estudios epidemiológicos para evaluar el impacto de la pandemia por Covid-19 en estos aspectos y en los que se ha notificado un aumento de peso tanto en adolescentes, jóvenes y población adulta. Tras aquella primera mala fase de la pandemia, cuando se restauró un poco la normalidad, vimos, ya en consultas, tales efectos como peor control de la diabetes, de la hemoglobina glicosilada, de la tensión arterial, mayor ganancia de peso, abandono de tratamientos, etc.

¿Cuáles son los errores más frecuentes con la alimentación?

Deberíamos asegurar que nuestra alimentación es saludable desde el mismo momento de la compra y planificar bien los menús semanales. Es decir, comprar alimentos saludables y evitar el consumo cotidiano de alimentos que no lo son. Conviene fundamentalmente evitar los alimentos procesados y precocinados, la bollería industrial, las bebidas azucaradas y las bebidas alcohólicas. Por el contrario, habría que aumentar el consumo diario de alimentos frescos y de temporada, más frutas, verduras hortalizas, legumbres o cereales no refinados; y reducir un poco el consumo de carnes, especialmente rojas y procesadas.

¿Las dietas milagro existen?

Existen porque la gente las hace, están ahí, pero no son tal milagro. Desde el punto de vista profesional no deberíamos recomendar ningún tipo de estas dietas. En el mejor de los casos inducen a una pérdida de peso precoz, rápidamente recuperable, y no se amoldan al patrón de dieta cardiosaludable, que es lo que los profesionales sanitarios debemos promocionar para prevenir importantes problemas de salud a largo plazo.

¿Hay que comer de todo?

Sí y no. El consumo esporádico de alimentos como una hamburguesa, un dulce o un producto de bollería o repostería no debería ser perjudicial. El problema es que esas elecciones de ingesta sean habituales y cotidianas. Muy ocasionalmente se puede comer de todo. Pero cuando se dice la expresión 'se debe comer de todo' yo lo entiendo como que de forma habitual y rutinaria podemos comer de todo tipo de alimentos porque no pasa nada y no creo que eso sea así. Los alimentos poco saludables deben ser esporádicos, mientras que la rutina diaria de comidas debe incluir los alimentos que sabemos que son más saludables.

¿Somos lo que comemos?

Está muy establecido científicamente que el impacto de los estilos de vida en la aparición y progresión de determinadas enfermedades es muy grande; y hay mucha evidencia que avala esa afirmación. Así que... sí, es verdad que el estilo de vida que adquirimos de jóvenes y mantenemos de adultos va a condicionar nuestra salud futura.

¿Detectan en Cuenca más casos de trastornos alimenticios como la bulimia o la anorexia? ¿Y se detectan en personas más jóvenes?

Probablemente sí, pero es difícil de evaluar porque no todos los pacientes pasan por nuestras consultas. Pero la percepción subjetiva es que sí, que ha habido un repunte, e incluso de ingresos hospitalarios. Creo que han aumentado los casos de anorexia nerviosa, bulimia u otros trastornos del comportamiento alimentario como la ingesta por ansiedad o el trastorno por atracón en estos tres años de pandemia.

¿Es sólo por la pandemia o por la influencia de los medios de comunicación, las redes sociales...?

Las redes sociales son una ventana al mundo y tienen mucho impacto en las personas más jóvenes. Es verdad que, de forma general influyen, por ejemplo en la generación de modelos de imitación, que hacen a las personas más proclives de tener esos problemas. Pero el tema de confinamiento ha podido ser un detonante en muchos casos.