Ventura impone su dictadura en tarde triunfalista

Leo Cortijo
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El rejoneador de La Puebla cortó los máximos trofeos del primer toro de su lote tras una faena maciza y repleta de técnica y transmisión. Guillermo estuvo correcto y Rui Fernandes, errático y desdibujado.

Ventura impone su dictadura en tarde triunfalista - Foto: Javier Guijarro Fotografia

Rui Fernandes abrió tarde a lomos de Bala para medirse a Linero, que no se enceló en la grupa del equino hasta los dos de castigo. La cosa empezó fría y tampoco cogió temperatura a lo largo de la discreta faena del portugués, que lo intentó sin demasiado lucimiento sobre El Dourado, con algunas clavadas erráticas o con el mando a distancia. Y eso que el de Benítez Cubero, dentro de su mansedumbre, sacó fondo, se movió y ofreció opciones al caballero, al que le costó un mundo llegar al tendido. Los tiempos muertos y falta de transmisión todavía se hicieron más patentes sobre Mistral. Con el precioso albino Iceberg, al que verlo en la plaza fue lo mejor de su parlamento, colocó las cortas antes de pasaportar. Lo peor es que antes de ello incluso paró la labor por un problema en la cabezada del caballo para terminar de confirmar el sopor.

El segundo de su lote, Pollito, dio dos vueltas al anillo tras la estela de Olimpo, con el que clavó dos de castigo. Montando a Quiebro dejó algunos detalles de buena doma, pero muy poco en el toreo a caballo, todo desconectado y desestructurado, sin además conectar con un tendido que en ese momento estaba a otros menesteres, como es la merienda. Todo lo que dispuso el luso resultó falto de profundidad y muy despegado. Como en su primero, una faena deficiente y que no terminó de alzar el vuelo. No fue muy comprensible sacar a Estoque para clavar una y matar a lomos de nuevo de Iceberg y de que el generoso público tuviera a bien sacarlo a hombros.

Todas las revoluciones que le faltaron al jinete portugués le sobraron a Diego Ventura, y es que desde el recibo a Báltico imprimió una intensidad especial a su toreo, que llegó a dos pistas y con banderillas largas en las cercanías y en quiebros notables citando desde la distancia al pupilo de Pallarés, con la casta y la fuerza cogidas con alfileres. De hecho, todo lo tuvo que hacer el jinete de La Puebla, al que le faltó oponente por todos los lados. Los mejores pasajes llegaron a lomos de Bronce, un caballo que no perdía la mirada al toro, en actitud desafiante, y es que éste es uno de los más toreros de su cuadra. Para colmo, puso un rehilete más sin cabezada y el equino lanzó mordiscos al burel para gusto del respetable. La gente, claro, en pie. Tres cortas más sobre Guadiana cincelaron una faena soberbia coronada con un rejonazo fulminante y en el sitio. 

Bonarillo, su segundo, lució en romana 633 kilos y así reaccionó el público al ver la tablilla del pesado animal, que llenaba media plaza con su basta presencia. A lomos de Nómada comenzó a cimentar una labor que no tuvo el grado de intensidad de la anterior, ni mucho menos, y es que al animal volvió a faltarle casta, pues sin acometividad se movió como un pan sin sal. Las cabriolas y algún detalle técnico fue lo más aplaudido. Con Lío clavó un rehilete al quiebro y con Guadiana un par a dos manos y tres cortas como punto final. A la hora de matar, desde el tendido, un espontáneo le gritó que tenía que entrar de frente y el jinete le replicó que el toro no era como para entrar de frente. El resto del público reaccionó ovacionando el exabrupto. 

Guillermo Hermoso de Mendoza recibió en la puerta de toriles al Bonarillo que hizo tercero, que salió como un Ferrari hasta encontrarse con el de castigo, 'cazándolo' bien a pesar de la velocidad del animal. En banderillas se dolió en exceso y calamocheó tras cada palo que se le recetó, además se desentendió de la lidia, fue y vino como si la cosa no fuera con él. A lomos de Basajaun logró los pasajes de mayor comunión con el tendido, merced a la hermosina, invención de su padre, y a los quiebros ceñidos ante el gris animal. Remató obra al segundo intento con Esencial y un par previo de cortas a dos manos. El Murteiro que cerró la segunda de abono se comió el olivo en su impetuosa salida, que a punto estuvo de desmonterarle de Martincho en el rejón de castigo. Se libró por los pelos. Montando a Extraño intentó llamar la atención del público, frío en líneas generales con el navarro, como la propia tarde, vaya. Acompasó bien la embestida noblona y facilona del de Pallarrés, que iba y venía con poca transmisión. La gente solo se vino arriba cuando la banda rompió a sonar. El pupilo de Pablo se vino arriba con Malbec y con ese caballo llegaron los mejores réditos en su labor. Las piruetas terminaron por calentar a un respetable que acabó entrando en un parlamento meritorio y voluntarioso. Esencial fue el último caballo que salió al ruedo entre las palmas al son de la música para dejar tres cortas antes de un par más de cortas dejándose llegar al animal.