El remiendo de la Ley del sí es sí que impulsó el PSOE esta semana en el Congreso ha terminado por generar un desgarrón en la coalición de Gobierno imposible de zurcir pese a que tanto los socialistas como sus socios de Unidas Podemos no den por roto su pacto. Al menos, hasta después de los comicios municipales y autonómicos del próximo 28 de mayo porque de la melodía que, esa jornada, salga de las urnas dependerán muchas cosas. Antes de esa fecha, una ruptura de la coalición tendría efectos devastadores para los dos sectores del Ejecutivo. Y ambos lo saben.
Lo ocurrido el pasado martes abrió la mayor crisis que ha vivido el Ejecutivo desde su pacto. La Cámara Baja dio el primer paso para reformar la normativa estrella de la ministra de Igualdad, Irene Montero, y lo hizo mostrando una fractura abismal. El PSOE sacó adelante su propuesta (231 votos a favor) gracias al respaldo de PP, Ciudadanos, PNV, PdCat, Partido Regionalista de Cantabria y Coalición Canaria.
En el lado contrario, Unidas Podemos, acompañado de ERC, Bildu, la CUP y BNG, votaron no para sumar 56 rechazos y en la abstención (56 votos optaron por esta alternativa) se refugiaron fuerzas tan dispares como Vox , Compromís y Más País. La formación morada encajó una derrota severa en su afán por preservar intacta su ley.
En el Congreso, pero también en los días previos a la toma en consideración de la reforma, Podemos dedicó todo un rosario de adjetivos a sus socios en general y al presidente, Pedro Sánchez, en particular, hablando de traición a las mujeres, cobardía, machismo rancio y también «puñado de fascistas». Con esta última expresión es como definió la portavoz de Podemos, Lucía Muñoz, a los que aprobaron modificar la Ley del solo sí es sí en los términos en los que lo planteó el PSOE, poniendo ya entre Ferraz y sus colaboradores en el Ejecutivo no ya distancias, sino un enfrentamiento descomunal.
«Lo que hay es un puñado de fascistas que pretenden volver al silencio y a la culpa, a tener que resistirnos y demostrar con heridas en la piel que hemos sido violadas, a que si no nos matan no nos crean», restregó Muñoz a todos los contrarios a la norma actual.
Sánchez fue retratado como alguien «a quien le tiemblan las piernas» ante las presiones de la derecha y los suyos fueron acusados por Irene Montero y Ione Belarra de «desamparar a las mujeres»
La coalición sale herida de muerte de este envite, pero Montero también. Desautorizada por completo en el solo sí es sí y ninguneada en la nueva ley de paridad, sobre la que ni siquiera fue consultada, la titular de Igualdad con la que antaño Sánchez compartió decenas de fotos y sonrisas para sacar lustre a su perfil más feminista, parece abocada al ostracismo. La imagen de ella y de Belarra, solas en la bancada azul del Congreso, es muy ilustrativa.
En cualquier país con una tradición democrática asentada, esta división interna llevaría a una ruptura del pacto o bien a dimisiones inmediatas. ¿Recuerdan que en febrero del año pasado se produjeron hasta cuatro dimisiones de ministros en un día en el Gobierno británico de Boris Johnson por el llamado Partygate? Las comparaciones son odiosas, como asegura el viejo dicho.
Pese a la guerra abierta, la posibilidad de que se produzca una ruptura ha sido descartada tanto desde el PSOE, en donde Sánchez ha dicho que «no se contempla» -y ha tenido que precisar que apoya a todos sus ministros «incluida la de Igualdad»-, como por Unidas Podemos.
En la misma línea, el ministro de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños, reconoció que el debate «no fue el mejor de la historia de estas Cortes», aunque se mostró convencido de que el clima entre PSOE y Podemos mejorará y subrayó que «hay Gobierno para rato».
«El Gobierno de coalición no está en riesgo sino los derechos de las mujeres», indicó Montero, al tiempo que mantuvo su tono beligerante. «Lo que es una mala noticia para este país es que el PSOE se haya dado la mano con el PP para iniciar el camino que nos puede llevar a volver al Código Penal de la Manada».
La ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, admitió que los socios de coalición se cruzaron «palabras gruesas», aunque coincidió con su compañera de partido en que «lo grave» fue la alianza del PSOE con el PP para, por primera vez, aplicar una «involución de derechos de las mujeres».
La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, menos lacerante que sus compañeras, reclamó «responsabilidad a todo el mundo».
Ahora, la incógnita que queda por resolver es si un Gobierno «en descomposición y con respiración asistida», como lo define ya el PP de Feijóo, puede aguantar con fiabilidad hasta el final de la legislatura.