El Martes Santo prometía emociones contenidas, devoción a flor de piel y ese estremecimiento profundo que sólo la Semana Santa sabe provocar. Todo estaba dispuesto en la iglesia de El Salvador. Las túnicas planchadas, los faroles limpios, los rostros de los hermanos iluminados por la emoción. Justo a su hora, el Guion de la Hermandad de San Juan Bautista cruzó el umbral del templo, seguido por los sones solemnes de la Banda de Cornetas y Tambores de la Junta de Cofradías. Por un instante, pareció que la procesión podría abrirse paso entre las nubes. Pero la esperanza duró apenas un cuarto de hora.
Primero fueron unas gotas suaves, que apenas hacían cosquillas en los capuces. Acto seguido apareció el granizo. El cielo se desplomó. Y con él, los sueños de los 900 hermanos de esta hermandad. La decisión fue inmediata: «suspender la salida. No había margen de maniobra ni lugar para la duda», explica el representante, Mariano López. Por tanto, la hermandad regresó al templo bajo una lluvia que no daba tregua, dejando atrás solo silencio y resignación.
«La sensación es de una frustración muy grande», comenta Mariano López, quien también es presidente de la procesión del Perdón. «Pero no pudimos hacer nada. Lo intentamos. En las reuniones previas sabíamos que estaba complicado, pero creímos que habría un claro en el radar. Tuvimos la mala suerte de que justo cuando salimos cayó un turbión de agua y granizo. Ya era completamente imposible seguir».
Lo más duro, reconoce, es «pensar en la ilusión de los más jóvenes». «Hay chicos que llevan dos años sin procesionar. Y eso se nota. Nosotros, los mayores, lo llevamos mejor, pero ellos lo viven con una intensidad distinta». De hecho, «han preparado todo con mucho cariño y no han podido salir ni un solo año». Son muchas manos, corazones, horas de preparación que, por segundo año consecutivo, quedaron encerradas en la iglesia.
Y no fueron los únicos. Las hermandades Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, María Santísima de la Esperanza, María Magdalena y El Bautismo también vieron truncada su salida en la procesión del Perdón. La lluvia fue la gran protagonista de la jornada. «El año pasado apenas pudo salir ninguna procesión. Este año muchas han tenido mejor suerte, pero nosotros no. Y es doloroso, porque para nosotros el alma de la hermandad es salir a la calle. Pero cuando no se puede, no se puede».
Es, además, una situación inédita. «Desde 1940, nunca habíamos enlazado dos años seguidos sin procesionar por la lluvia. Es cierto que con el coronavirus también tuvimos suspensiones, claro, pero por causas meteorológicas, nunca», explica el representante del San Juan Bautista. Pese a todo, el ánimo no decae. «Tenemos más ilusión que nunca para el año que viene. Ya lo estamos hablando. Todo lo que estaba preparado este año, estará igual o mejor para el año que viene. Porque si algo tenemos claro, es que el espíritu no se moja con la lluvia».
La decisión, aunque dolorosa, fue asumida con entereza por los hermanos. «Cuando ves caer granizo en la calle, lo entiendes. Nadie se quejó. Fue triste muy triste. Pero todos sabíamos que era lo correcto». Porque en la Semana Santa, también hay que saber recogerse con dignidad. Y esperar, con fe, que la próxima vez el cielo sí abra su corazón.