Juan Pedro Muñoz: «Siempre queda alguna espina clavada, pero es mejor olvidarla y pasar página»

José Monreal
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Juan Pedro Muñoz: «Siempre queda alguna espina clavada, pero es mejor olvidarla y pasar página» - Foto: Reyes Martínez

 Lo primero que llama la atención de Juan Pedro es tu talla. No los centímetros de altura, sino su estatura humana. Es un hombre grande, en el más amplio sentido de la palabra, al que no le importa descender al nivel de los demás.
Mueve las manos como si aún acariciara el balón, y lo hace con suavidad, tratando de lanzar una vaselina para sorprender al portero. «Alguna que otra he lanzado, aunque me distinguía más por la potencia de tiro desde el lateral, posición en la que he jugado toda mi vida deportiva», dice ‘Papitu’, quien añade que «el apodo me viene porque empecé a jugar de portero, y había uno entonces, muy popular que se llamaba así. Empecé a ser conocido como ‘Papitu’, y creo que muy pocos saben que mi nombre es Juan Pedro», señala el ex-jugador, quien comenzó su  larga andadura deportiva en la que cosechó innumerables triunfos en diversos equipos y diferentes etapas.
«Mi vida deportiva ha sido un poco errante, de ida y vuelta, pero siempre dándolo todo en cada uno de los equipos en los que militado. Empecé muy joven, con 18 años, en el FC. Barcelona, equipo de la elite de entonces, con el que comprometí, siendo aún muy joven, por medio de Miguel Roca, quien me había visto jugar en juveniles. Hubo un intento de fichar por el Atlético de Madrid, pero mi destino estaba ya en Cataluña, pues  aunque no había firmado contrato, tenía compromiso con ellos y eso es algo que siempre he respetado. Haya o no papeles por medio, la palabra es lo que vale», dice Juan Pedro.
Recuerda su entrada en el vestuario, donde conoció a los grandes ‘monstruos’ del balonmano, entre los que estaban Pagoaga, Novoa, Melo, Valero Rivera, Calabuig, López Balcellls, Serrano, Sagalés… «Era un vestuario plagado de figuras, entre ellas que me encontré muy bien, ya que rápidamente me integré en el equipo y en el ambiente. Valero Rivera fue, en cierto modo quien me facilitó las cosas, y con el que siempre mantuve una relación muy cordial», dice ‘Papitu’, quien a parte de sus compañeros recuerda el primer sueldo que ganó como profesional. «Eran 60.000 pesetas de la época, y aunque pudiera parecer un gran sueldo, daban para poco más que para pagar mi estancia  con una familia y para pequeños gastos. Llegué en un momento al balonmano en el que no se ganaba tanto dinero como actualmente ni se firmaban contratos multimillonarios, ni había tantas firmas patrocinadoras. Los buenos tiempos me pillaron un poco tarde, pero tampoco me quejo, ya que no soy persona de lamentos por lo que pudo haber sido y no fue, sino que miro al presente y dejo el pasado atrás sin nostalgia alguna».
Debutó con el primer equipo el día 5 de octubre «partido que nunca olvidaré, porque ese día cumplo años y encima logramos la victoria contra el ADA de Jaén», señala ‘Papitu’, quien recuerda algunos de los nombres del equipo rival, «con grandes jugadores, algunos de ellos internacionales en sus países y con un nivel altísimo», dice, «aunque mi equipo era el que estaba lleno de grandes estrellas del balonmano del momento, a las que se fueron sumando después otras tantas, que contribuyeron a lograr grandes triunfos a nivel nacional e internacional».
En su primera etapa en el Barcelona, entre 1980 y 1989, coincidió con otro de los personajes que, posteriormente,  ha sido actualidad y no precisamente por el deporte, como es el caso de Iñaki Urdangarín, «con el que compartí equipo algunos años, siendo él un recién llegado de juveniles. Apuntaba maneras, y era un gran jugador, tanto  en la cancha como sobre el tapete, porque le gustaba mucho jugar al mus y a otros juegos de cartas en los que fuimos pareja. Era una persona normal y corriente, con muy buenas cualidades en el deporte, como después demostró, y poco más. Luego la vida le ha llevado por otros derroteros, en los que ni entro ni salgo. Para mí fue un buen compañero de equipo y un deportista, sin más». 
 
palmarés con el Barça. ‘Papitu’ consiguió sus grandes títulos con el Barcelona, equipo con el que el que se proclamó Campeón de Europa en dos ocasiones. Campeón de la Recopa de Europa  4 veces; Campeón de Liga, 4 veces Campeón de la Copa del Rey, 2 veces; Campeón de la Supercopa de España en 1 ocasión y Campeón de la Copa Asobal. Posteriormente conseguiría una Copa Asobal más con el Teka de Santander.
«Fueron años muy intensos y de gran actividad. Tuve la suerte de no tener grandes lesiones, lo que me permitió rendir al máximo en esa primera etapa y lograr éxitos importantes, que contribuyeron a que el balonmano tuviera el lugar que merecía, y sembrando un poco el terreno para tiempos futuros en los que España, como conjunto, se ha situado en la elite mundial de este deporte», dice ‘Papitu’, mientras repasa de memoria nombres y fechas que le marcaron de una u otra manera, como su primera llamada para la Selección Nacional, «a la que llego a través del entonces seleccionador nacional Branislav Pokrajac, debutando contra Rusia, en Valencia. Aunque llevaba tiempo jugando y entregándome al máximo, al entrar en el grupo de ‘escogidos’ es cuando de verdad empiezas a sentir la responsabilidad y te centras en lo que tienes delante. En el deporte, como en cualquier otra disciplina, si quieres ser alguien debes tomártelo como lo que es: algo que te absorbe todo tu tiempo y todas tus energías. Sin esfuerzo no hay recompensa», señala Juan Pedro, quien llegó a disputar un total de 82 encuentros como jugador del combinado español, de los cuales 10 fueron como juvenil y el resto en la absoluta.
«Estuve hasta 1989 al más alto nivel, pero llegó un momento en que me marché del Barcelona, y pasé por una serie de equipos, entre ellos el Guadalajara, donde hice una buena campaña, hecho que me valió para regresar de nuevo al Barcelona», comenta el lateral izquierdo, a quien los entendidos calificaban de ‘clásico’, comparándolo con el mítico Vujovic, con quien decían que tenía hasta cierto parecido físico, aunque ‘Papitu’ superaba al balcánico en altura y en poderío físico y, sobre todo, en el lanzamiento con tres pasos, lo que le convirtió en un ‘lanzapiedras’ como se conoce en el argot deportivo a este tipo de jugadores.  
 
juegos olímpicos. Jugador de elite, con acreditada experiencia en encuentros internacionales, tanto de club como en el combinado nacional, ‘Papitu’ no pudo conseguir el sueño dorado de todo deportista: disputar unos Juegos Olímpicos.
 «No cabe duda de que me hubiera gustado asistir a los Juegos Olímpicos, tanto de Los Ángeles, como de Moscú, pero en ninguno de ellos pude participar. Las circunstancias de la vida –y del deporte- así lo quisieron, y ante  los hechos no caben lamentaciones ni pensar en qué hubiera podido suponer para mí estar en una o las dos citas olímpicas. Tuve posibilidades de ir, pero ya digo que me topé con algunas ‘adversidades’ y como no estaba en mi mano la decisión, quien la debía tomar no contó conmigo y punto. No hay más vueltas que darle, y menos ahora que ya han pasado tantos años. Sucede con esta etapa, lo que con tantos otros momentos en la vida de una persona: agua pasada no mueve molino y es mejor dejarla correr en vez de lamentarse continuamente. Hay que afrontar la realidad y mirar al frente siempre», señala ‘Papitu’, dando por zanjado el asunto de su participación en ninguno de los dos Juegos Olímpicos. 
 
triunfo y derrota. Del pasado glorioso por diversos equipos, guarda recuerdos entrañables «muchas camisetas –de rivales y de compañeros- así como trofeos conseguidos. A pesar de no ser mitómano, si conservo cosas que me evocan momentos felices. Los amargos, prefiero olvidarlos y poner en marcha la memoria selectiva que todos tenemos. La vida se compone de buenos y malos momentos, y hay que  estar preparado para soportar  las ‘duras’ y saborear las ‘maduras’. El deporte te enseña que tienes que saber digerir los triunfos y los fracasos y pasar página enseguida, de unos y otros, porque si no nunca se avanza, y la vida es constante movimiento. Duele más que te tengan en el banquillo que un ‘balonazo’ en la cara, pero hay que estar preparado para una cosa y otra. Si  no asumes que el deporte tiene también dos caras, mejor es que ni te plantees dedicarte a ello profesionalmente», dice Juan Pedro, quien vuelve la mirada atrás para recordar, pero sin un ápice de nostalgia y menos aún añoranza de un mundo al que ya no pertenece «simplemente porque ya es pasado, y aunque todo forma parte de tu bagaje vital, hay que saber diferenciar bien el momento que se vive, dejando atrás las etapas que ya has consumido».
 
Llegada a Cuenca. Una vez fuera del Barcelona, recala en el Atlético de Madrid (donde no cumple los dos años de contrato), marcha a Santander y más tarde a San Sebastián y a Pontevedra, donde logra hacer una gran temporada. Por aquel entonces, ‘Zupo’ Equisoain era entrenador del club conquense (en su primera etapa), que es quien le propone la posibilidad de jugar en el equipo de Cuenca. 
 «Ya conocía Cuenca, porque había venido a jugar en alguna ocasión –el trofeo de San Julián- y otra vez como concentrado. Vine por un año, jugué y me volví a marchar, esta vez a Guadalajara y posteriormente al Barcelona de nuevo, donde acabé mi carrera deportiva», señala ‘Papitu’, quien tras dejar la Ciudad Condal, necesita ‘desconectar’ y se pone en contacto con Jesús Nielfa, con quien le une una gran amistad, siendo éste quien le sugiere que venga a Cuenca a ‘echar una mano’. « Tan fuerte le eché que ya no me he movido de aquí, ni tengo intención de hacerlo, porque me gusta la ciudad, la gente y el ambiente», dice Juan Pedro, quien desde que dejara el deporte, jamás ha vuelto a sentir la necesidad de estar en contacto con el mundo del balonmano. «No resulta fácil hacer la ‘transición’ de un tipo de vida a otra, y menos habiendo estado en la elite de un deporte y siendo muy conocido. La vida te va marcando el camino y no hay que hacer más que seguir andando y ver cómo van surgiendo las oportunidades. Cuando acabé mi andadura deportiva, mi primer trabajo fue de comercial en Barcelona y más tarde vendí marcos y molduras. Hay que ser un poco camaleónico y adaptarte a las circunstancias, porque la felicidad no sabes nunca donde está, ni de qué modo puedes alcanzarla. Desde que me retiré del deporte, no voy a los pabellones, ni a ver el equipo ni nada que tenga que ver con el balonmano, salvo en alguna ocasión que haya venido algún ex-compañero o amigo con algún equipo y vaya a verlo al hotel, pero poco más. No echo de menos nada de mi vida anterior, ni siquiera el contacto con el balón», sentencia Juan Pedro, quien  trata de saber, desde la privilegiada ‘atalaya’ de sus dos metros, cómo colarle de nuevo un gol a la vida o remontar un resultado adverso, como sucedió en la primera Recopa que ganó, contra el TSK de Moscú, victoria de al que guarda un grato recuerdo «por ser un trofeo de gran importancia en mi vida deportiva. Me impresionó  ver el pabellón abarrotado, y todo el mundo gritando nuestros nombres y celebrando el  triunfo. Ahora al recordarlo, me resulta más impresionante ‘escuchar’ el silencio en un pabellón vacío...