Un fogonazo de luz en un descorche gris

Leo Cortijo
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Emilio de Justo firma lo más destacado en una última faena con retazos sobresalientes, cargados de profundidad, verdad y sentido con la diestra al único animal salvable de una tarde que pintó en cárdeno oscuro.

Un fogonazo de luz en un descorche gris - Foto: Javier Guijarro

Emilio de Justo, que atesora tantas puertas grandes en Cuenca como paseíllos, tres, personificó el fogonazo de luz de la gris tarde con la que San Julián descorchó la feria de las bodas de plata de Maximino Pérez en territorio conquense. El extremeño firmó lo más destacado en una última faena con retazos sobresalientes, cargados de profundidad, verdad y sentido, clasicismo y pureza en el toreo con la diestra al único animal salvable de una tarde que pintó en cárdeno oscuro. Demasiado oscuro. Rehuelga apenas pudo lidiar un par de animales y el encierro tuvo que ser remendado con cuatro santacolomeños de Pallarés. Luque dejó algunos detalles sueltos, tampoco tuvo gran cosa delante, cierto, pero no terminó de ligar al cien por cien la mezcla y acompañó a De Justo merced a dos orejas benévolas.

Al cinqueño y blando Castillejo que abrió feria, Daniel Luque lo tuvo que llevar entre algodones de inicio, antes de un accidentado tercio de varas que pasó sin pena ni gloria. El quite por delantales fue algo más vistoso. Fue lo único reseñable, de hecho. El descastado y soso animal adolecía del gen de la bravura y todo lo que dispuso el de Gerena, a media altura, sin pulcritud y deslabazado, careció de emoción. Gris el diestro y todavía más gris el cárdeno.

Al Remolón tercero, cariavacado, se le suministró un recio puyazo antes de que el burel pusiera en apuros a los banderilleros y Luque brindara al público una faena en la que no terminó de encontrar la comunión. Capítulo soporífero. El toro, reservón y áspero como él solo, precisó otra lidia. O mejor dicho, precisó eso, lidiar, y el sevillano no lo supo ver. No fue para ponerse pinturero, todo lo contrario y Luque no alteró su hoja de ruta a pesar de no vérselas con lo que esperaba y así todo fue infructuoso.  

El saludo con el percal de Luque al último de su lote, Bolero, con verónicas genuflexas, fue de lo mejor de la tarde. Sentidas y toreras. El animal empujó con un pitón antes de que Iván García dejara dos pares memorables. Buen inicio muleteril, despacioso y templado, con la planta erguida y la figura desmayada. Del mismo palo siguió componiendo una faena al ralentí y de mano baja por ambos pitones. Le dio igual derecho que izquierdo, Luque se comió a su oponente, que se dejó con cierta clase. Dicho todo esto, faltó ajuste en algunos tramos del aseado trasteo, en el que hubo muletazos largos y sentidos al natural, aprovechando la suavona condición del animal. No mató a la primera y por eso el dadivoso palco solo le dio una. 

La codiciosa salida de Matarrojo la domeñó con gusto y garbo un buen Emilio de Justo con la capa. Había toro y de ello dio cuenta un notable Juan José Domínguez con los rehiletes. Tres doblones como tres soles cargados de torería añeja para empezar. Ya en faena, poco a poco, el extremeño fue cocinado un guiso de buen trago en líneas generales, correctamente corto, pero medido y preciso. Hondura, aunque eso sí, faltó algo de ceñimiento por momentos. Todo por el buen pitón derecho del animal, al que pasaportó con un espadazo algo caído pero muy efectivo. Se le pidió la segunda, excesiva, pero en comparación con la primera de Luque, más que justificada. 

Patillero, el toro de la merienda, derribó al varilarguero entre el silencio del público, que se desprendió tímidamente de sus bocadillos para tocar las palmas cuando el caballo volvió a erguirse. Palmas que ya no volvieron a sonar. Disparo al aire de De Justo ante un oponente que acortaba la embestida a medio viaje sin decir absolutamente nada. El peor de la remendada corrida. Tan poco era el pobre que llegó a echarse. 

Granadito II, que cerró tarde, también derribó al jaco en la primera de las dos varas que recibió, en las que empujó más que el resto de la corrida junta. El toro desarrolló sentido y en las banderillas sembró el caos entre los de los palos. Toques firmes y decididos en las dos primeras tandas a derechas. Soberbias, encajadas, hondas y largas. Con la figura erguida y la mano templada, en buen sitio. Como mandan los cánones. Pasó al natural y cinceló auténticas obras de arte, aunque sin la misma intensidad, pues el de Pallarés no tuvo la misma entrega. Reventó todo con la diestra en una última tanda con pulso merced a un pitón para hacer viguerías. Las trincherillas con las que remató la obra fueron de órdago. Aunque la tizona no viajó a buen sitio, fue efectiva para cortar las dos orejas.

 

- Plaza de toros de Cuenca. 1ª de la Feria de San Julián. Dos tercios de plaza en tarde soleada y calurosa. Se lidiaron dos toros de Rehuelga (1º y 2º) y cuatro de Pallarés (3º, 4º, 5º y 6º), desiguales de presentación. Descastado y blando el soso 1º; se dejó por el derecho el 2º; áspero y reservón el 3º; mansurrón y absolutamente vacío el 4º; se dejó el suavón 5º con cierta clase; y con un gran pitón derecho el muy buen 6º.

- Daniel Luque (blanco y plata con remates negros): oreja, silencio y oreja. 

- Emilio de Justo (lila y oro): oreja con petición de la segunda, silencio y dos orejas.

- Juan José Domínguez saludó una ovación tras parear al 2º, como Raúl Caricol en el 3º e Iván García en el 5º. Germán González destacó picando al 6º. Los toros salieron al ruedo sin divisa.