Una pasión infinita

Manu Reina
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Ernesto Medina colecciona llaveros de todo tipo con «mucha ilusión» desde hace 37 años y ahora tiene «2.000 ejemplares», aunque quiere conseguir varios centenares más

Una pasión infinita - Foto: Manu Reina

Quien tiene una colección tiene un tesoro, independientemente de la temática de la misma. Eso sí, el valor de la muestra es difícil de cuantificar, especialmente cuando existe un gran sentimiento personal de por medio. Y es que cada autor necesita años y años para dar forma a su pasión e incluso muchos nunca pueden acotar la exposición. Hay tantas opciones que es imposible dar con todos. No obstante, el objetivo es «conseguir siempre el máximo que se pueda sin volverse uno loco», explica el coleccionista Ernesto Medina.

Este amante de los llaveros tiene en su casa más de 2.000 ejemplares. Guarda con minucioso detalle todos ellos y para no perder ninguno elaboró él mismo trece cuadros para colgar. «Es también una manera de poder mostrar lo que tengo», explica. Una cuarta parte del total ha sido de cosecha propia. Ernesto, natural de La Melgosa, afirma que «he comprado más de 500 porque siempre que viajo me gusta traerme uno». Tiene de todas las provincias y grandes ciudades de España. Esta acción le reconforta «mucho», tanto es así que su pasión se traduce en 37 años de colección. Es un recorrido «muy bonito», tal y como se puede completar por las paredes de su hogar, que desvelan el arduo esfuerzo de tantas décadas.

Actualmente, este hombre cuenta con llaveros de pasos de Semana Santa de Cuenca, el Camino de Santiago, clubes deportivos, entidades bancarias, navajas, herramientas o logotipos, entre un sinfín de unidades. Es una colección variopinta de ejemplares de metal, corcho o plástico. Además, cada uno tiene «el mismo valor sentimental», aunque «algunos son más bonitos que otros». El resto de su muestra llegó a sus manos gracias a que «familiares, amigos y conocidos me traen siempre un llavero cuando vuelven de viaje». La ayuda de sus seres queridos ha sido «imprescindible». De ahí, que tenga ejemplares de muchos países de Europa, como Reino Unido, Alemania, Francia o Rumanía, entre otros. Precisamente, el último que ha recibido es de «Israel gracias a unas  amigas conquenses que viajaron hasta allí poco antes de estallar la guerra». Sin embargo, ha pasado tanto tiempo desde que se pusiera manos a la obra que «no recuerdo cuál fue el primero que tuve». Lo «bonito» es que cada vez que se sitúa de frente a un llavero es capaz de «acordarme de quien me lo trajo y por qué me lo dio». 

Eso sí, este conquense concreta que empezó a tener sus propios llaveros de adolescente y, al poco tiempo, consiguió rellenar un cuadro en la casa de sus padres. Al hacerse mayor y tras la devoción de su hijo Santiago por la muestra, Ernesto decidió empezar a dar rienda suelta a su afición, que es coleccionar todos los llaveros habidos y por haber. Dejó la primera exposición en casa de su madre, tras petición de ella misma, y a partir de ahí, inició «de cero un maravilloso viaje». 

Curiosidad. Lo más curioso es que Ernesto Medina no utiliza llavero para su juego de llaves, sino que prefiere usar una cartera adecuada para ello. La razón es que no quiere descolgar ninguno de sus adorados cuadros, porque ese gesto «restaría riqueza a mi colección». Un valor que también saben ensalzar los más pequeños. Este conquense asegura que los niños «se quedan fascinados cuando ven tantos llaveros» y explica que «muchos me cuentan que empezarán ellos también a coleccionar». 

El límite «es imposible de cifrar porque hay llaveros en todos lados». A sus 72 años tiene decidido conseguir varios centenares para rellenar otro cuadro más, que pueda aportar aún más valor a todo el tesoro que guarda. En su esprint final mantendrá la misma filosofía que ha seguido siempre, que es «no volverse loco porque hay infinidad de llaveros en todas partes». «Es muy importante no obsesionarse», concluye.