Vivirlo 365 días

Lucía Álvaro
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Vivirlo 635 días - Foto: ADRIAN GARCIA VERGAZ

Existen palabras pronunciadas en silencio por el corazón que nosotros no llegamos a comprender. En esas palabras es donde residen las verdades de la vida, aquellas cosas a las que realmente les damos valor, les concedemos tiempo y les infundimos vida a través de la nuestra. Sin el aliento, sin la esperanza que se esconde en la fe es imposible conquistar montañas, reunir a miles de personas y que todas ellas entiendan y den el valor a lo que unos pocos conceden cientos de momentos para intentar que no muera. Cuando uno ve las hermandades desde ese corazón que hace latir toda la maquinaria entiende el vaivén emocional que supone, esa visión similar a la que tiene un padre con su hijo cuando le enseña a andar y desea que siga dando pasos hasta que ande solo.

Lo bueno y lo malo de nuestras hermandades es que son un hijo que siempre necesitará la tutela de alguna persona la que lleve de la mano y está en ese latido que lo mueve todo, la decisión de cómo evolucionará la hermandad. Si algo hemos entendido en los últimos años es que la Semana Santa es una familia que ha superado las estructuras arquetípicas y los lazos de la sangre. Al abrigo del capuz y la túnica los nazarenos desarrollan su vida desde el momento en que son parte de una cofradía, y es a través de su ejemplo donde aprenden qué es la fe, hasta dónde puede llegar a cambiarse un destino tendiendo la mano de la solidaridad o qué es realmente tener un hermano, sea o no de sangre.

Crear actividades. En un mundo superado por los estímulos y la información constante, vivir la fe en comunidad, en actividades que nos permiten conectar y desarrollar vínculos las hermandades tienen un papel esencial. En La Exaltación han intentado trasladar esos momentos nazarenos que acostumbramos a vivir solo en casa hacia el seno de la hermandad. Silvia Muñoz, su secretaria, comenta «cómo hacemos juntos, en hermandad, el resoli y preparamos el alajú y son momentos muy chulos, donde estamos todos juntos».

En el Resucitado han apostado por mover la hermandad remando a favor de los nuevos tiempos, las nuevas tecnologías. En palabras de su secretario, Javier Caruda, «intentamos hacer actividades diferentes, ofrecer más variedad a los nazarenos organizando cosas diferentes para nutrir la oferta cultural de la Semana Santa». Un concurso de parchís solidario o un Kahoot para ser el número uno en una especie de «trivial nazareno» son solo algunas de las iniciativas que han lanzado desde esta cofradía. 

Por su parte, la hermandad de Jesús del Puente acompaña este discurrir de los nuevos tiempos organizando un concurso de cortos para traer el medio audiovisual a los nazarenos y que, al igual que hemos integrado la fotografía en nuestro modo de ver, disfrutar y permanecer los desfiles lo hagamos con el audio y el vídeo. Con un nivel de participación absolutamente inesperado y «cortos con enorme calidad», Mari Carmen Martínez, secretaria de la hermandad, comenta que «es una iniciativa que nos gustaría continuar, pero aún no hemos planteado cómo hacerlo». 

No solo es importante generar actividades con las que los nazarenos de Cuenca se sientan identificados y quieran participar, el modo de hacérselo llegar es esencial. «En este aspecto las redes sociales son un valor añadido para las hermandades», según comenta Daniel Villanueva, el joven responsable de la comunicación y el apartado cultural de la hermandad del Bautismo. Daniel, que actualmente vive fuera de Cuenca, entiende de primera mano la necesidad de conexión que desarrollan los nazarenos que viven fuera de la ciudad con la Semana Santa y «hacer publicaciones periódicas, enseñar qué estamos haciendo en el seno de la hermandad o invitarles a un momento de reflexión» son estrategias magníficas para que los hermanos no pierdan su vínculo con las cofradías en un mundo globalizado. Desde otras hermandades como Jesús del Puente han creado un canal de difusión «con el que llega de manera inmediata toda la información de actos, actividades y mensajes que queremos hacer llegar a los hermanos», asegura Mari Carmen. Utilizar las nuevas tecnologías para conseguir que toda la comunidad nazarena de Cuenca pueda estar al corriente de los actos de las hermandades es asegurar que la vida cofrade se extienda los 365 días del año.

Además de Cuaresma. Quien lleva un capuz en su corazón lo porta siempre, porque, aunque los hábitos se desempolvan en la Cuaresma y llenan los salones familiares hasta Semana Santa, el sentimiento nazareno no se guarda en un armario, permanece a lo largo de toda una vida. Los conquenses amamos nuestra Pasión, muestra de ello son los conciertos abarrotados organizados por el Prendimiento y el Huerto de San Esteban o la concurrida ruta de belenes, que acumula un flujo constante de hermanos que recorren las sedes de todas las hermandades participantes, como si todos los nazarenos hiciéramos una procesión todos juntos. 

El espíritu cofrade vive mucho más allá de la Cuaresma y las hermandades quieren engrandecer e incentivar la vida social, gastronómica y cultural de la ciudad a lo largo del año. Ya contamos con un Museo de la Semana Santa, pero el patrimonio de las hermandades es tan inmenso que no cabe en el edificio de la calle Solera, por ello han sido las propias cofradías las que han organizado sus pequeños museos donde recogen su historia y que pueden visitarse todo el año.

Pedro Paños, depositario de la Amargura y San Juan Apóstol, comenta cómo ellos han ido «guardando desde los pequeños regalos que daban en las cenas de banceros hasta los crespones que ha portado el guión». Su sede, como sucede con la de tantas hermandades, es un museo vivo que cada año se nutre de novedades. Además, las convivencias entre hermanos con actividades de toda índole son una realidad cada vez más presente en las agendas anuales de las 33 hermandades. 

La Santa Cena, el Descendimiento o el Huerto de San Antón son algunas de las hermandades que más han incidido desde hace años en este aspecto con jornadas en entorno rural donde han realizado todo tipo de actividades, desde alfarería hasta jornadas de orientación y exploración de la naturaleza. Además de estas actividades más lúdicas el Bautista o el Descendimiento también han realizado ciclos de conferencias y proyecciones con los que promover y divulgar nuestra Semana Santa ofreciendo una retrospectiva a desfiles pasados o pormenorizando en las particularidades de la Pasión de la mano de expertos como Juan Carlos Aguilar analizando 125 años de música cofrade.

Las personas que mantienen viva nuestra Pasión a través de las hermandades realizan una labor sin la que la Semana Santa se viviría en cuarenta días y, cuando las tulipas se apagasen, se extinguiera el eco de las horquillas y terminase la melodía de las marchas, no habría más sentimiento nazareno. Sin embargo, su labor mantiene viva la Semana Santa y la sitúa como un eje que vertebra la sociedad conquense. Dedicar atención y tiempo es, quizá la forma más extraña, pura y sencilla de generosidad. En nuestra mano está que el espíritu de la devoción inunde nuestras calles y que huela a incienso y cera en el empedrado conquense los 365 días del año.