Tierras de Cuenca: mirar atrás para coger impulso

Jesús Patiño
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Tierras de Cuenca: mirar atrás para coger impulso - Foto: David Otero Redondo

Proliferan por toda la provincia fiestas, eventos, conferencias u otro tipo de actos ligados al pasado de pueblos y ciudades, sobre todo relacionados con la etapa medieval-renacentista. Santiaguillo Medieval en El Provencio, la Santa Hijuela en Carboneras, la mítica Alvarada de Cañete, la Feria Medieval de San Juan en Castillo de Garcimuñoz, el Torneo de Combate Medieval de Belmonte, la Cuenca Histórica en la propia capital, o el Mercado Medieval Renacentista de San Clemente, por poner varios ejemplos.

Se trasluce una voluntad que va más allá de intereses culturales, turísticos o meramente festivos. Quizás la necesidad de buscar tiempos en los que fuimos influyentes o protagonistas de un trocito de la historia. 

Además, sobre cada gesta local, sobre las órdenes militares, marquesados, señoríos, etc., tenemos un marco común inigualable: la Diócesis de Cuenca. Fundada en la Reconquista por el Papa Lucio III (1182), se conformaba por la suma de los obispados visigodos de Arcávica, Valeria y Segóbriga, que a su vez procedían de demarcaciones establecidas ya en época romana, convirtiéndose casi desde su origen en una de las grandes jurisdicciones. 

Sin negar su relevancia espiritual y en cuanto a reorganización eclesiástica se refiere, también la tuvo como colaborador necesario de Alfonso VIII y los sucesivos monarcas para repoblar estas tierras conquenses, incluirlas en el juego de intereses de dos poderes complementarios; el del rey de Castilla y el del arzobispo de Toledo, y convertirlas en determinantes en el desarrollo político, económico y social del reino de Castilla. 

Pensaba, mientras organizábamos las XXVI Jornadas Manriqueñas en Santa María del Campo Rus, que muchas veces hacemos descansar la construcción del país sobre las ciudades, sobre todo las grandes, o en lugares de renombre o con edificios suntuosos, cuando lo cierto es que también se ha forjado en los pequeños pueblos.

De gran interés, por supuesto, es que Jorge Manrique escribiera aquí las Coplas mundialmente conocidas, o que aquí muriera y fuera enterrado este poeta y capitán, cuyo campamento militar partidario de Isabel la Católica instaló en Santa María del Campo Rus, retaguardia de varios castillos del Marqués de Villena, con el que se dirimía la guerra por la sucesión de la Corona de Castilla. 

Pero también es interesante cómo ese pueblo respondió a la encrucijada en la que le puso la historia, en medio de una guerra que finalmente ganaron los Reyes Católicos, con los que España se configuraría como la primera potencia transoceánica de la historia modera. Y mientras tanto, los santamarieños estarían discretamente volviendo a sus campos, rehaciendo sus ganados, y reconstruyendo sus casas, después de haber sido arrasados varias veces, como muchos otros que corrieron la misma suerte en tantos otros lugares. 

No sería la primera vez que su asentamiento en este cruce de caminos les traería más de un problema, pero su inconformismo, así como su tenacidad y capacidad de supervivencia eran ya prácticamente indestructibles, como demostraron con el vigoroso apoyo que por estos lares dieron a la revuelta de las Comunidades de Castilla. 

Mirar atrás de la forma que lo estamos haciendo nos ayuda a conocer quiénes somos, a enriquecernos culturalmente, aumenta nuestra autoestima, genera ocio, actividad y dinamismo, atrae visitantes y produce arraigo y sentimiento de pertenencia a una comunidad que, sobre todo, necesita unión e impulso para levantarse de nuevo. 

Está bien mirar atrás para coger ese impulso que alentaba a las gentes de estas tierras de Cuenca a hacer frente solos, una y otra vez, a las numerosas adversidades que se les presentaban, sin más ayuda que sus propias manos. Ahora, como antes, o nos ponemos a construir, o nadie lo hará por nosotros.