Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


Yo no soy Sánchez

30/06/2023

La sencilla frase de Feijóo ha resultado ser el antídoto mejor que el líder popular podía encontrar para contrarrestar lo que Pedro Sánchez había vertido el día anterior. Era una obviedad, sí, pero era mucho más que una obviedad e iba directo al meollo esencial de lo que subyace en el fondo de la cuestión. Porque el problema de Sánchez radica precisamente en él. En su credibilidad. Que para una muy buena parte de la sociedad española es más que escasa. Que es un mentiroso, vamos y eso lo puede vestir como quiera, envolverlo en la palabrería que le dé la gana y acusar a todos los que se le ocurra. Pero el que Sánchez miente está grabado a fuego en la convicción de un porcentaje elevado de españoles.  
El presidente del Gobierno se ha lanzado con todas sus fuerzas contra ese estigma. La campaña por tierra mar y aire la ha centrado en ello, pero parece no alcanzar a comprender que el problema es él mismo con su misma mismidad. Y eso lo ha sabido leer el gallego perfectamente. Con un elemento añadido, contraponer a ese toque de chulería y soberbia agresividad que su rival desprende con una tranquila y afable normalidad.
Tras acabar la entrevista del martes el sanchismo eufórico cantó victoria por las redes y por todas sus terminales y voceros mediáticos, que, aunque se queje, son muchos y potentes. Una victoria que se basaba en una frase repetida. Había aplastado a Pablo Motos. Y sí, puede que en efecto fuera así. Lo había anegado e inundado todo el programa. Pero la pregunta es que si eso era bueno para él y le dejaba réditos. Algunos, entre los suyos, desde luego que sí, pero resulta que entraba en profunda contradicción. Quien va de víctima y aplasta a su interlocutor, el presentador de un programa de enorme audiencia que se caracteriza por su carácter amable, divertido y por mostrar la cara risueña de la vida y de quienes acuden a él, puede que lo que consiga es aumentar la animadversión hacia quien actúa como actuó él.
Ello fue lo que Alberto Núñez Feijoo explotó con habilidad el miércoles y que supuso un bálsamo para su partido que tras haber conseguido el día 17 un enorme poder municipal, pactado sin problemas con Vox por todos los pueblos y ciudades donde le era necesario hacerlo, pegaba un tropezón en Extremadura que amenazaba con convertirse en una costalada mayor. Y era él y solo él único que podía restañar la herida y volver a poner el tren en la vía.
Al acabar su intervención en Hormiguero, un respiro de alivio se extendió por todo el Partido Popular, dirigentes, militantes y votantes. Y ya el jueves, al ver las cifras de audiencias, recuperaron la sonrisa y la confianza.
Tenían un buen por qué. Ese share de un 25,9% y más de tres millones de media, con picos de muchos cientos de miles y hasta de casi un millón más era toda una encuesta y una declaración de intenciones. La semana que había empezado bastante mal y con algunos nubarrones amenazantes se aclaró. Quedan 23 días. Son muchos y nadie puede dar el pescado por vendido. Sánchez seguirá en plena y cada vez mayor efervescencia. De eso no tenga duda nadie. Pero hay algo que sigue pesando como una losa sobre sus posibilidades. Su sanchidad.