«Ni España se rompe, ni España se hunde». Lacónico, y a la vez tajante, respondía ayer el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a las insistentes preguntas de los periodistas invitados a la copa de navidad de La Moncloa sobre los últimos acontecimientos judiciales, y también políticos, y la decisión de reformar el Código Penal para modificar los delitos de sedición y malversación, que afectarían a los encausados, o que están pendientes de encausar, en el procès en Cataluña. Este tema, el de los jueces, el de los delitos, el del Tribunal Constitucional, y todas sus derivadas, ocuparon buena parte del tiempo que el presidente compartió en distintos corrillos con los periodistas en el Salón de Tapices del complejo presidencial en Madrid.
Tiró de argumentario, y defendió sus decisiones alegando, entre otras cosas, que «a mí ya nadie me pregunta en Bruselas por el tema de Cataluña». Es por eso que se permite afirmar, como ya ha hecho, que «el procès ha terminado». Porque ya no hay unilateralidad, sino la intención de «un pacto con el Estado». Ya no hay amenazas independentistas, frente a las dos declaraciones de independencia que se pretendieron dar con el PP en el Gobierno.
Un PP para el que también tuvo alguna que otra reflexión, como sus dudas sobre la «solvencia y la moderación» que traía como aval el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, y que con su actitud en las últimas semanas le ha situado más cerca de Trump, mimetizándose con la única que podía meterle el dedo en el ojo de vez en cuando, Isabel Díaz Ayuso. No hubo chiste sobre carteros –o yo no lo oí–, pero sí hubo un chascarrillo sobre la situación actual y el posible mensaje del rey Felipe VI en su discurso de Nochebuena: «si lo hubiera leído no podría contar nada, por aquello del respeto institucional y la separación de poderes» dijo en claro gesto de reproche a todo lo que está pasando entre el legislativo y el judicial.
Y así se desarrolló buena parte del convite. Con el presidente y los ministros que estuvieron presentes diseminando ese argumentario político entre los periodistas. Todo eso en lo que solemos llamar «conversación informal», porque no hay cámaras, grabadoras o micros registrando lo dicho. Es lo típico en estas fechas. Se invita a la prensa, se la cuida, se le ofrece algo más o menos jugoso –informativamente hablando, digo– y a celebrar la Navidad. Pero ojo, que lo hace el Gobierno, lo hace la oposición, lo hacen las instituciones... Es tradición. Lotería, turrón y una charla informal con aquellos periodistas que seguimos a los políticos a todas partes durante todo el año.
Hubo una experimentada compañera de un diario de tirada nacional que me dijo que «ni esto es política, ni esto es periodismo», señalando con disgusto la multitud de corrillos que se sucedieron entre los miembros del Ejecutivo. Con las mismas preguntas casi todo el tiempo y las mismas respuestas. Una conversación que partía de la dificultad de establecer la línea que separa en este duro pero fantástico oficio, la labor periodística en las relaciones con tus fuentes. Un debate que será, me temo, eterno. Mientras hago examen de conciencia, les deseo unas ¡Felices Fiestas!