Los caprichos de la genética

Agencias
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De por qué a María Antonieta le salieron canas antes de su ejecución al porqué los pelirrojos son la 'pesadilla' de los anestesistas, Lluis Montoliu, investigador del CSIC y divulgador, tiene las respuestas

Los caprichos de la genética - Foto: Imagen de PublicDomainPictures en Pixabay

A María Antonieta, última reina francesa, y al filósofo británico Tomás Moro se les llenó la cabellera de canas los días previos a su ejecución. Si comparamos el color de pelo del expresidente de Estados Unidos Barack Obama al inicio y al final de su mandato o el que luce ahora el presidente del Gobierno español Pedro Sánchez y el que tenía al principio veremos que las canas son las grandes protagonistas. ¿Por qué?

El investigador del CSIC en el Centro Nacional de Biotecnología y en el Centro de Investigación Biomédica en Red en Enfermedades Raras del Instituto de Salud Carlos III de Madrid Lluis Montoliu, referencia internacional en su campo, explica, entre otras cosas, en Genes de colores (Next Door Publishers) por qué suceden estas cosas, así como otras curiosas cuestiones genéticas que nos rodean.

Cuenta que la pigmentación del cabello está relacionada con nuestro estado general, con cómo nos sentimos, y en el caso, por ejemplo, de los altos mandatarios, o de las personas corrientes, tras un fuerte disgusto, un periodo de estrés crónico o una enfermedad se les encanece la cabellera.

¿Las culpables? Dice que son las hormonas del estrés, algunas como la adrenalina, ya que son capaces de vaciar la raíz del pelo de las células madre, encargadas de producir nuevos melanocitos. «Esto puede ocurrir por estrés, por edad, o bien por enfermedad y va a ser así para siempre», precisa el también presidente de la Sociedad Europea de Investigación en Células Pigmentarias.

 «Una cana es un pelo que nace sin pigmento. En cada folículo capilar tenemos una especie de bolsillo, donde están las células madre que lo pigmentan. Cuando envejecemos, en general, estas células empiezan a flaquear y a desaparecer. Cuando lo hacen del todo, en ese determinado folículo nunca más se va a pigmentar pelo, porque ya no tiene células madre que produzcan células pigmentarias».

Subraya en este sentido que lo que no se sabía desde el punto de vista biológico era que había otra manera de vaciar estos bolsillos, a través de la vía hormonal: «De hecho, las hormonas del estrés, si se encuentran de forma constante en el organismo, una de las consecuencias es que inducen el vaciado del bolsillo de los folículos capilares, provocando un envejecimiento acelerado en lo que respecta al pelo, de forma que hay más pelos que se convierten en canas. Estas van a seguir y a salir siempre, por mucho que nos las arranquemos. Ese pelo no recuperará las células madre. Donde nace una cana, esta morirá con nosotros».

Todos somos iguales

Otra de las ideas que explica en su libro, y que estaría igualmente relacionada con la genética, es que dentro de los seres humanos no hay razas. Montoliu pide olvidarse de este concepto y defiende que somos más parecidos de lo que pensamos los unos de los otros: «Las diferencias entre tu genoma y el mío, y el de un noruego, y un australiano aborigen son diferencias individuales, no poblacionales».

Claro que hay una serie de genes muy escandalosos y que generan que nuestro aspecto sea aparentemente muy distinto, según prosigue, pero señala que esto es «algo contraintuitivo». Pone el ejemplo del albinismo que, con solo una mutación en un gen, convertimos una persona pigmentada en otra que no tiene ni rastro de pigmento, y lo mismo pasa cuando oscurecemos nuestra piel, unos pequeños cambios en pocos genes son suficientes para que se oscurezca la piel.

Montoliu explica que esto ocurrió a lo largo de la evolución. En origen explica que la piel oscura o negra es la que los ancestros del ser humano tenían en África, donde aparecimos por primera vez y después nos dispersamos. «Se fueron de la jungla a la sabana, a zonas con más sol y calor situadas entre los trópicos, y se desprendieron del pelo que tenían (que les protegía del sol), necesario para regular la temperatura corporal. Evolutivamente esa piel clarita tenía peligro para los homínidos y aparecieron mutaciones que la oscurecieron para sobrevivir mejor y protegerse del sol», indica el investigador del CSIC.

Ese palidecimiento de la piel generó otra mutación de la que, como consecuencia, surgió el pelo pelirrojo y los ojos azules o claros. Precisa en este punto este experto que la mutación pelirroja, que apareció en diferentes momentos de la evolución humana en las poblaciones que fueron hacia el norte, es el origen de las personas pelirrojas actuales. «La selección natural actuó sobre la piel, pero el peaje que había que pagar para palidecer la piel era convertir el color de pelo en rojizo y que los ojos fueran azulados, significado de que había mucha pigmentación», apostilla.

El pelirrojo es el color de uno de los dos pigmentos que tenemos todas las personas, la eumelanina (oscura) y la feomelanina (amarillenta rojiza). En el caso de los pelirrojos, este experto señala que son incapaces de sintetizar la melanina más oscura (eumelanina) y solo son capaces de fabricar la feomelanina. Esto hace, por ejemplo, que la piel también sea más blanquecina en ellos, al contener menor pigmento oscuro; algo que puede causar una menor protección frente a la radiación solar, siendo más sensibles a la luz este colectivo.

Sensibilidad térmica

Una de las peculiaridades o rasgos fisiológicos de las personas pelirrojas es su conocida percepción diferencial del dolor, resalta Lluis Montoliu, y que puede exigir la administración de dosis superiores de anestésicos, aparte de que los pelirrojos experimentan un mayor efecto analgésico de los opiáceos que el resto de la población. 

«Cuando hay que anestesiar a una persona pelirroja necesitan unas dosis de anestésicos superiores a las del resto de las personas, pero también perciben el dolor de forma distinta y hacen que tomen dosis superiores de analgésicos para que les hagan efecto. Esto es así porque la mutación que tienen en un receptor de una familia de otros receptores relacionados con la percepción del dolor», sostiene.

Esto indicaría no solamente el que perciben de forma distinta el dolor, sino también los cambios de temperatura antes que el resto de las personas. Si no eres pelirroja dice que puedes necesitar que la temperatura ambiente cambie dos o tres grados para notar un cambio de temperatura, pero estos en apenas medio grado son capaces de percibir que hace más frío o más calor.