El Papa Francisco descansa ya en paz, aunque su legado perduraba en el tiempo. La Tribuna ha vuelto a salir a la calle para tomar el pulso a la ciudadanía, esta vez con el motivo es conocer qué piensan los conquenses sobre su ejercicio al frente de la Iglesia Católica.A pie de calle, las respuestas dibujan un retrato poliédrico del Papa. 

Para algunos, su figura apenas ha tenido impacto. Así lo expresa con honestidad Luis Gabriel García. «Desde mi punto de vista es indiferente, siendo sincero, ni me afectaba ni me desafectaba». Una opinión que contrasta con la de Pedro Muñoz, quien destaca su cercanía y compromiso social. «No me ha parecido mal porque se preocupa de todo el mundo, de los pobres también».

Safia Khodja no duda en reconocer que «me caía muy bien porque apoyaba a los palestinos». Más allá de la política internacional, otros encuestados valoran su actitud y carácter. Josefina Martínez, por ejemplo, subraya su serenidad. «El Papa era muy tranquilo, con una tranquilidad y sosiego que me ha encantado».

En esa línea, Nerea Rodríguez rescata su espíritu innovador. «Me ha parecido un hombre maravilloso que ha hecho muchas cosas modernas». También Carlos Lillo destaca su apertura, ya que «era una persona muy abierta y quería hacer cambios en la iglesia». Y para Mariola Martínez, no hay duda de su lugar en la historia reciente del Vaticano. «De todos los que ha habido me parece el mejor porque aceptaba cosas que otros no».

Con admiración, Florentino Rodríguez lo resume sin rodeos. «Me ha parecido un gran papa en todos los aspectos». Aunque no todas las voces son igual de entusiastas. Andrés Cuenca apunta una diferencia importante, porque «en el aspecto religioso lo ha hecho bien, pero en el político no ha estado acertado».

Lo que sí parece haber dejado Francisco es una esperanza para el futuro. Como señala Rosana Gómez con una mezcla de anhelo y reconocimiento. «Espero que el sucesor siga por la misma línea que ha tenido Francisco».
Entre un mar de elogios y alguna crítica, los conquenses revelan algo más profundo, que es cómo la figura del Papa Francisco ha tocado fibras distintas en cada persona. Y quizás esa sea, precisamente, su mayor legado.