Durante años, la ucronía más recurrente consistía en escribir sobre lo que podría haber pasado si los Estados Unidos no hubiesen entrado en la Segunda Guerra Mundial. O peor aún: lo que podría haber ocurrido si se hubiesen posicionado del lado de la Alemania de Hitler. Es más que probable que volvamos a hablar mucho del tema el próximo invierno: antes, durante y después de las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre.
El partido republicano está boicoteando los nuevos paquetes de ayuda a Kiev y cada vez parece más evidente que Donald Trump habla en serio cuando dice que no seguirá respaldando a Ucrania si llega a la Casa Blanca y que está dispuesto a dejar a la Unión Europea sola en caso de un enfrentamiento con Rusia. En los países bálticos, muchas familias hacen planes teniendo en cuenta que en dos años podría estallar la guerra. Putin ve más cerca que nunca su sueño de destruir la OTAN y controlar las fronteras de la antigua Unión Soviética, ya sea con invasiones o instaurando gobiernos títere.
El presidente ruso le ha dado una entrevista esta semana al propagandista estadounidense Tucker Carlson, la primera que ofrece a alguien procedente de un país occidental desde que estalló la guerra. No es ninguna anécdota. El impacto que el discurso prorruso está teniendo sobre los votantes republicanos empieza a ser motivo de alarma. Mucho más en la Unión Europea, especialmente en los países situados más al este del continente. Ojalá todo esto acabe convirtiéndose en una ucronía, como pasó tras la Segunda Guerra Mundial.