Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Yo me siento responsable, ¿y usted?

29/10/2023

¿Responsable? ¿De qué? Pues bien, antes de responderle, permítame que saque a colación lo ocurrido aquella lejana mañana, en plena Segunda Guerra Mundial, en el París ocupado, cuando Picasso, paseando junto a los muelles del Sena, se tropezó con dos oficiales nazis y, sin pensárselo dos veces, sacó de la cartera un par de fotografías del Guernica y, poniéndolas ante sus ojos, permaneció en silencio, expectante. Uno de ellos, al cabo de unos segundos, con mirada risueña e ignorando de qué iba el asunto, le espetó con cierta candidez: «C´est vous qui avez fait ça?». A lo que, sin inmutarse, el malagueño le replicó: «Non, c´est VOUS!» Es probable que ni le entendieran ni que se dieran por aludidos. La sutileza jamás fue una virtud del alemán, pero él, Picasso, se sintió satisfecho.
Sin ningún tipo de sutilezas y sin circunloquios, esta es mi respuesta: «Responsable de un genocidio, uno más; aunque éste perpetrado ante nuestros mismos ojos, de una forma abominable y sistemática, retransmitido por las televisiones de todo el orbe». «Responsable, como miembro de la OTAN, apoyando una masacre que va más allá de todo lo imaginable». Un ser humano que se precie no puede ponerse de perfil o hacer la vista gorda ante la carnicería organizada por la extrema derecha judía de Netanyahu, dispuesta a hacer con Gaza lo que hicieron los romanos con Numancia, con Cartago o con la misma Jerusalén. 
Cuando el pasado martes nos enteramos de que los niños palestinos los marcaban sus propios padres para que pudieran ser identificados en el probable caso de morir bajo las bombas, no pudimos evitar un estremecimiento de horror ante la barbarie judía, ante su repugnante modo de aplicar la ley de Talión, ante su peculiar manera de hacer la guerra tirando al blanco con sus bombas sobre los edificios palestinos, reducidos a escombros en más de un cincuenta por ciento. Y eso que tienen presente que los asesinos de Hamás ocultan en sus célebres galerías subterráneas unos doscientos rehenes capturados a modo de escudos humanos. De no ser así, habrían arrojado sobre la Franja de Gaza una bomba atómica, con o sin el permiso de los Estados Unidos. 
¿Cómo es posible encontrar en nuestros días gente que sistemáticamente mata niños (se calcula que llevan 1.500) y luego sigue viviendo como si tal? Curioso modo de hacer la guerra de este pueblo elegido de Dios, asesinando a mansalva, ellos que tanto sufrieron en los campos de exterminio, y que tan bien saben lo que es perder a los seres queridos y ser tratados peor que ganado. ¡Qué poco les ha enseñado la vida! ¿Acaso la furia con la que actúan les impide darse cuenta de que están acumulando odio a toneladas (si es que el odio se puede medir), o al menos odio para tres generaciones?
Sabíamos lo que iba a pasar (no hacía falta ser un lince). Los asesinos de Hamás se lo pusieron a huevo. Probablemente era lo que querían: enardecer a la fiera, perfecta imitadora, en esto, de los métodos nazis del cincuenta por uno. Por suerte para el mundo, Hamás, una vez más –hasta ahora– ha errado el tiro, que no era otro que el levantamiento general del pueblo árabe. Pero Netanyahu no ceja, dispuesto como parece estar a exterminar a un pueblo. Nada ha conseguido Biden, que sin duda le permitió matar 'un poquito', nada consiguieron los dirigentes europeos, nada ha conseguido Macron. Las hienas huelen la sangre y no hay forma humana de detenerlas. El problema es que esta matanza sin precedentes la están perpetrando con el consentimiento explícito e implícito de Europa y Estados Unidos, que una vez más van –o, mejor, vamos– a quedar manchados por la misma lacra de siempre, y eso que nos reconocemos cristianos, o sea partidarios de la doctrina del perdón, lejos de nosotros aquellas vendettas sicilianas, que no eran sino inacabables bucles de sangre y muerte. Que Dios nos pille confesados, nunca mejor dicho.