Hasta la irrupción y ascenso a los cielos de Cristiano Ronaldo, la bandera del fútbol en Portugal tenía el rostro de Eusebio Da Silva Ferreira. Eusebio a secas. Considerado por la FIFA como uno de los mejores jugadores de la historia, la 'Pantera Negra' desarrolló su carrera durante más de dos décadas: debutó en 1957 con el Maxaquene mozambiqueño (nació en Maputo en 1942) y se retiró en Estados Unidos, en los Stallions de Buffalo, con 38 años. De esos 23 de carrera, casi 15 vistió el rojo del Benfica, que ayer debutó en el Mundial de Clubes ante Boca Juniors… lo que permite 'tirar' una carambola a tres bandas entre dos de los equipos más carismáticos del planeta y Eusebio, el genio que pudo pudo portar los colores azul y dorado.
Cabe recordar que a los seguidores y jugadores del Boca, equipo de Buenos Aires, les llaman 'xeneizes' porque el club fue fundado en 1905 por seis inmigrantes italianos de origen genovés: 'xeneize' significa, en el dialecto de Génova, 'hijo de la ciudad de Xena'. Y, de una forma casi poética, enamorado a primera vista de la mística del cuadro bonaerense, Eusebio quiso ser uno de ellos durante unas horas de su vida.
Como describía recientemente Leandro Contento para La Nación argentina, en Florida, donde se jugó el partido (Hard Rock Stadium de Miami), siempre hay camisetas del Benfica con el nombre de Eusebio, que antes de retirarse jugó en varios puntos de Norteamérica (Boston, Monterrey, Toronto, Las Vegas, New Jersey y Buffalo) dejando una huella imborrable. En 1967, cuando aún vestía los colores del bloque luso, soñó con enfundarse el azul y oro. Lo dijo. Y solo un año después, durante un amistoso en Brandsen 805, dirección del estadio Alberto J. Armando, mundialmente conocido como La Bombonera, lo confirmó.
El delantero insaciable, que rozó el gol por partido en más de dos décadas profesionales (579 tantos en 580 partidos de clubes, 440 en 473 con el Benfica), reconocía entonces que su amor por Boca había nacido en 1963, el año en que el club argentino disputaba la final de la Copa Libertadores ante el Santos de Pelé. El equipo argentino perdió aquella final ante el -decían- mejor conjunto del planeta: 3-2 en Brasil y 2-1 en La Bombonera, pero con mitos 'xeneizes' como Carmelo Simeone, Marzolini, Rattín, Grillo, Rojas o Sanfilippo rozó la hazaña el día en que Pelé, ante 70.000 seguidores locales, se cambió los pantalones en pleno partido, en el círculo central. Aquel día, impactado por el ambiente de la hinchada, Eusebio se hizo seguidor de Boca Juniors en la intimidad.
La intención
Jugó tres veces ante ellos entre 1967 y 1968 en una gira de ambos combinados por Estados Unidos. En una de ellas recordó La Nación- el director de la revista interna del club Así es Boca, Mario Ruzza, se cruzó con la 'Pantera' en los pasillos del estadio. Acababa de marcar un golazo de falta directa.
- ¿Vendrías a jugar a Boca?
- ¡Oh, ese sería el sueño de mi vida! -respondió con una sonrisa, siguió caminando, se detuvo repentinamente y se giró hacia el periodista- ¿Sabe usted si Boca tiene interés en mí? (…) Sé que han preguntado por mí el Inter, el Milan y el Real Madrid. Pero puedo asegurarle que en Boca rendiría el doble que en cualquier otro club.
Eusebio, Balón de Oro en 1965 y un adelantado a su tiempo, amaba el fútbol espectacular que proponían los dos equipos más potentes de Argentina (Boca y River Plate) en contraposición al rigor táctico, excesivamente físico y cerrado, que imperaba en Europa. Las palabras del futbolista en el túnel de vestuarios del Memorial Coliseum de Los Ángeles retumbaron en la cabeza de Alberto J. Armando, presidente de los 'xeneizes' entonces: quería revitalizar el proyecto, construir un estadio para 100.000 personas, una nueva ciudad deportiva… y convertirse en el mejor club americano de fútbol. Fichar a Eusebio estaba en el horizonte, pero su tasa de salida -tres millones de dólares, una fortuna para aquella época- truncó el sueño común que tuvieron el genio y el conjunto argentino que amaba en secreto. Cada duelo entre Boca Juniors y Benfica, aunque sea solo por lo que pudo pasar hace casi 60 años, siempre es especial.