Pilar Gómez

MIS RAZONES

Pilar Gómez


Una ley equivocada

17/04/2023

El Gobierno ha sacado adelante una ley de la Vivienda que, habida cuenta el protagonismo de los actores, sólo cabe pensar en que se trata de un auténtico error. Se trata de una ley intervencionista, dirigista, que no contempla la iniciativa privada, que persigue la propiedad, que machaca a las empresas, al ahorro, al esfuerzo. En suma, a todos los elementos que transforman una sociedad, que colaboran en el progreso de un país. Sánchez ha concretado esta ley, sin duda clave en una democracia avanzada, con el apoyo, la colaboración y las exigencias, naturalmente, de partidos tan comprometidos con el progreso de España como ERC y Bildu. ¿Cómo es posible que el Ejecutivo de la cuarta economía europea saque adelante una ley conforme a los dictados y exigencias de una formación independentista y un movimiento que hereda y comparte los postulados de un grupo terrorista?
Nada cabe esperar de esta ley más que el desastre para los propietarios, para quienes han invertido el fruto de su esfuerzo laboral durante años, el que ha sacrificado vacaciones, viajes o alta calidad de vida para invertir en vivienda al objeto de complementar ingresos y transmitirlo a su descendencia. Todo es un error, y muy en particular, lo referido al tope del alquiler. Allí donde se ha instaurado ha devenido en auténtico fracaso. Así, Berlín, caso ejemplar que tuvo que dar marcha atrás después del enorme naufragio. Así, Barcelona, un desastre descomunal. El control de alquileres destruye ciudades, comentan los expertos. Como expresaba claramente Jesús Encinar, el creador de Idealista, con la nueva legislación habrá menos pisos, serán aún más caros, se pondrán condiciones extremas a quienes demanden y empeorará la relación con los caseros con sus actuales inquilinos. Un  panorama inquietante y desolador.
Saldrá mal esta historia, no ha funcionado en lugar alguno donde se ha construido una normativa sobre vivienda desde unos parámetros más próximos al mandato caribeño que a lo que se espera de una sociedad moderna. Sánchez dejará tras sí, cuando abandone La Moncloa, un rastro de efectos negativos en un país que, en contra de lo ocurrido en su entorno, no ha sido aún capaz de recuperar las cifras de antes de la pandemia.