La periodista y escritora Paloma Gómez Borrero (Madrid, 1934) cuenta con un excelente currículum en el que destaca por su conocimiento de la Santa Sede y por su cercanía con Juan Pablo II, a quien acompañó en sus 104 viajes, cinco de ellos a España, visitando 160 países. Entre sus muchos galardones, ha sido reconocida con la Cruz de la Orden de Isabel la Católica, por el Rey Juan Carlos I. A sus 81 años ha publicado el libro Roma Año Santo (Plaza & Janés), donde hace un recorrido por la ciudad eterna describiendo sus rincones más carismáticos.
¿Se siente una persona afortunada, a nivel periodístico, con la vida que le ha tocado vivir o piensa que detrás de todos sus éxitos hay mucha entrega y sacrificio?
Creo que en mi trabajo hay una buena dosis de suerte, aunque he trabajado duro y he procurado siempre informarme bien para trasmitir en las crónicas la experiencia o el momento que estaba viviendo. He tratado también de hacerlo con rigor y buscando lo que hubiera de curioso, anecdótico para completar bien la información. En cuanto a la suerte, sin duda, ha influido un poco, aunque hablar idiomas hizo que me enviaran por Europa o me mandaran entrevistar a personalidades de la cultura o el cine como Ava Gardner, lo que yo no hubiera podido jamás soñar.
¿Le hubiera gustado haber hecho un periodismo distinto al que hizo como corresponsal en Roma?
Me han conocido más por la información enviada desde Italia y el Vaticano, pero he hecho muchísimas cosas más desde París, Alemania, Inglaterra e Italia. Reportajes de música, cine, moda y como corresponsal he tenido que informar desde Atenas, Estrasburgo y Turquía. La verdad es que no he cubierto conflictos ni guerras y nunca he pensado que hubiera sido una buena corresponsal de guerra
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¿Considera que la información que se hace en España está a la altura internacional que marca el periodismo o se nos va la mano?
En Italia, y como en casi todos los países, desgraciadamente, los medios están en cierto modo politizados, casi todos están al servicio del poder. El propietario influye sobremanera y los intereses que les mueven son los que se reflejan en muchas de sus informaciones. Por eso, siempre es aconsejable leer o escuchar distintas campanas.
En 1983, con la llegada del PSOE al poder, el entonces director de RTVE, José María Calviño, la destituyó como corresponsal en Italia y el Vaticano. ¿Cómo se sintió en aquel momento?
Mi salida de TVE se debió, en efecto, al deseo de Calviño, recién nombrado director general de TVE, al que no tenía el gusto de conocer pero, según me contaron, quería que dejara la información vaticana porque hacía demasiado atractiva la figura del Papa y no interesaba.
Usted, que ha estado tan cerca del Pontífice y es creyente, ¿cómo se explica que haya tantas personas en el mundo que no tengan fe?
La fe es un don, hay quien la tiene y quien no. Recuerdo que Indro Montanelli le dijo a Juan Pablo ll cuánto desearía tener fe y el Papa le contestó «que el solo hecho de buscarla era una manera de sentirla en el fondo de su corazón».
En Roma, Año Santo muestra lo que más le ha llamado la atención de la ciudad. ¿Hasta qué punto es un acto de generosidad suyo como forma de pagar a sus gentes su afecto y amistad?
Roma me ha dado mucho; me enseña cada día lo que es arte, belleza e Historia. Mi libro es para esta ciudad como la rosa que el novio regala a su amada para demostrarle que le quiere.
Cuenta que en el lugar donde estuvo enterrado Nerón, había un árbol que se llenaba de cuervos y los romanos construyeron allí la iglesia de Santa María.
La leyenda narra que la Iglesia de Santa María, situada en la Plaza del Popolo, era el lugar donde fue enterrado el emperador sobre cuya tumba creció un árbol repleto siempre de cuervos. Era un lugar tan siniestro que los habitantes de Roma decidieron hacer desaparecer la tumba de Nerón y construir allí este templo.
¿Le gustaría escaparse un día de estos con el Papa Francisco por estas calles y estos barrios de los que habla para contarle sus experiencias? ¿Dónde le llevaría?
Si pudiera (¡algo imposible!) acompañar a Francisco, le llevaría a la colina del Aventino, donde se respira una paz increíble, no hay ruidos y se goza de una vista de la Cúpula de San Pedro como no se puede imaginar. Le acompañaría también al cercano Jardín de los Naranjos, un paraíso verde y muy tranquilo, y como está junto a la Basílica de santa Sabina, entraríamos a rezar en esta Iglesia de los Dominicos donde estuvo santo Domingo de Guzmán y que es una joya.
¿Qué lugares recomendaría como imprescindibles, que no estén en los circuitos, a los españoles que van a pasar unos días a Roma?
Empezaría por la colina del Giannicolo, donde está la Academia española de Bellas Artes, el templete del Bramante y la Iglesia de San Pedro. También, el Monte Testaccio, un promontorio que se formó con los trozos de vasijas rotas que llegaban de España con aceite y trigo. Es un barrio animadísimo con un sin fin de restaurantes típicos y muy característicos.