Flechazo

Manu Reina
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Clemente e Inma se enamoraron a primera vista hace dos años en la residencia Sagrado Corazón de Jesús y ahora se han dado el 'Sí, quiero'

Flechazo - Foto: Manu Reina

No paran de mirarse y tampoco de sonreír. Van siempre de la mano porque son el uno para el otro. El amor les une y especialmente el respeto y la admiración. La felicidad invade sus rostros y el hecho de despertar juntos cada mañana les abruma de alegría. Clemente Olivares e Inma Adán se dieron el Sí, quiero hace justo una semana y tienen muy claro que quieren unir sus caminos hasta que la muerte los separe. 

Los dos son usuarios de la Residencia Provincial Sagrado Corazón de Jesús de la Diputación y es bajo este mismo techo donde se conocieron. Es un flechazo de manual. Tan solo bastó una semana para que sus miradas se cruzaran. Incluso menos, porque «desde el primer día que la vi sentí algo muy especial», reconoce Clemente, cuya cara se iluminó por completo cuando hace poco más de dos años apareció «por la puerta Inma». No había sentido un amor tan fuerte en su vida y desde que llegó a la residencia hace cinco años no pensaba que iba a encontrar ahí a su media naranja. «Nunca sabes dónde te puedes enamorar», subraya. Ahora con 65 años está en la flor de su vida. 

Pero no se trata de un flechazo unidireccional, ni mucho menos. Inma sintió lo mismo e incluso «le guiñé un ojo a los pocos días». «Me gustaba mucho y se portaba muy bien conmigo», asegura. Y es que Clemente, que ha sufrido un pasado complicado, percibió en Inma que «no estaba bien y que necesitaba ayuda». Esa amabilidad, respeto y disposición en todo momento encandiló a Inma, que no ha tenido una vida nada sencilla. Ella es, por desgracia, víctima de violencia de género y ha tenido que lidiar con una serie de problemas e injusticias que le han impedido ser feliz. Tuvo incluso que abandonar Fuencaliente (Ciudad Real), su municipio natal, hace muchos años e incluso cambiar de destinos en varias ocasiones hasta asentarse en Cuenca.

FlechazoFlechazo - Foto: Manu Reina

Ahora a sus 56 años tiene planes de vida con Clemente y no piensa desaprovecharlos, porque «me cuida mucho, está siempre pendiente de mí, se preocupa mucho por mí y que esté bien en todo momento, y su familia me ha acogido muy bien».
Tras un noviazgo de dos años, que se ha ido forjando «poco a poco y sin prisas», decidieron dar el paso definitivo para pasar a ser marido y mujer. Rodeados de los suyos y tras una abrumadora y sonora ovación por parte de los trabajadores y compañeros de la residencia, partieron hacia el Juzgado para rubricar su gran amor. La ceremonia fue «muy bonita». Llena además de sorpresas, porque lo que no se esperaban tanto Inma como la propia jueza es que Clemente le dedicara una bella poesía. «Me gusta decirle cosas bonitas que siento y que quiero que las escuche», apunta él. 

Tras el Sí, quiero pasearon por la capital y «nos hicimos muchísimas fotografías en la Plaza Mayor». Tras completar un gran álbum de recuerdos disfrutaron de un banquete familiar, en el que por desgracia no pudieron estar todos. De hecho, tanto Clemente como Inma, como propuesta de ella, decidieron al día siguiente de la boda ir al cementerio para dejarle el ramo de flores a su suegro. Un gesto «muy bonito y emotivo porque mi padre era todo para mí», expresa. 
Los dos no saben a ciencia cierta cuál es la fecha exacta en la que empezaron a ser novios, pero no les importa porque a partir de ahora nunca olvidarán el 12 de abril de 2024. Un acontecimiento «inolvidable». Aunque sí es verdad que el hecho de decir Sí, quiero «tampoco nos ha cambiado mucho la vida porque seguimos igual de enamorados». 

Primer encuentro. Aunque, cabe desvelar que realmente la primera vez que se vieron no fue en la Residencia Provincial Sagrado Corazón de Jesús de la Diputación. Clemente recuerda, como si fuera ayer, que una vez paseando enfrente de la Casa de Acogida de la capital, una mujer le saludó a su paso. Él se volvió y respondió con educación. Apenas unos segundos, pero suficientes como para cruzar miradas, aunque nada surgió en ese momento. Sin embargo, «quizás el destino o no sé», un tiempo después volvieron a encontrarse en la residencia. Esta vez, no «iba a dejarla escapar siempre y cuando ella estuviera dispuesta a estar conmigo». Y así fue. El resto es una maravillosa historia de dos años en los que la felicidad es el día a día de sus vivencias. Tienen dos habitaciones en la residencia y ahí han creado su nido de amor. También poseen sueños y un próximo viaje a Valencia para disfrutar de la maravillosa vida.