-Oiga, amigo, deduzco por el título que quiere escribir sobre Gaza. ¿Sabe que se expone a que lo califiquen de antisemita y antijudío, sino se posiciona del lado de Israel? ¿Sabe que si defiende a los palestinos de Gaza le podrán acusar de apoyar el terrorismo de Hamás?
- Gracias, por las advertencias, le he respondido a mi otro yo (soy Géminis), que me alerta contra los peligros de hacer incursiones en territorios minados de conceptos confusos. El conflicto en Oriente Medio es un pantano infectado de consignas y mensajes simplistas para asustar a los ciudadanos e impedir que las naciones utilicen la capacidad crítica sobre lo que sucede en esos lugares. El antisemitismo se emplea como una maldición apocalíptica, como una invocación luciferina, como un dogma que, de no aceptarlo con los ojos cerrados y la mente obstruida, te lanza directamente al infierno. Escuchen a la Sra. Ayuso hablando de las estrellas de David.
Pero, mientras en "Occidente" ponemos filtros a lo que queremos o querríamos decir, mientras pocos quieren correr riesgos de ser señalados, mujeres, niños, ancianos, jóvenes, hombres maduros, médicos, abogados, parados de larga duración, periodistas mueren de hambre, por enfermedades, por falta de medicamentos, por explosiones de misiles, por drones, ametralladoras o fusiles, sin que nos sublevemos contra muertes tan injustas. Asistimos al ridículo político (uno más) de los Estados Unidos, pero obviamos idéntico ridículo en la Unión Europea o la mismísima España. Los partidos políticos han desvelado ya en nuestro país de qué lado se han puesto, pero falta que los ciudadanos hablen. No es suficiente con la protesta de los estudiantes. Que ante una de las más grandes catástrofes de la Historia – y las ha habido muy crueles en sucesivos siglos – los ciudadanos permanezcan distantes, como si no fuera con ellos, es un disparate. El silencio cómplice de los alienados no puede alejarnos de una barbarie que nos convierte en humanos deleznables.
Empecemos por el ritual inicial. La condena firme del acto terrorista de Hamás, matando, secuestrando y proyectándolo en medios de comunicación y redes sociales como un espectáculo televisivo de furor e ira enloquecida. ¿Calcularon bien las consecuencias de sus actos? ¿No sabían que hacían el gran favor de su vida a Netanyahu? Como reacción contra el ataque terrorista, se desencadena una venganza bíblica que no se satisface con nada, por nadie. ¿Tienen límites temporales, de cantidad de muertos, de destrucción de viviendas e infraestructuras, las venganzas? ¿Las venganzas tienen final? Es probable que acaben cuando el Estado de Israel haya conquistado al completo el territorio palestino, para desde la victoria y la ocupación imponer cómo deben vivir los supervivientes. ¿Existe alguna otra explicación para la prolongación "sine die" de una venganza inaudita? Con el vencedor absoluto los vencidos tendrán que negociar las condiciones de la paz, la organización de la sociedad humillada, la economía de la sociedad vencida, la vida cotidiana de los hombres y mujeres que han sido arrojados, por varias veces, de sus territorios legítimos para situarlos en un limbo inexistente. Muchos no tendrán otra opción que el exilio. Los supervivientes pasarán finalmente a ser habitantes fantasmales de unos lugares que han perdido por la derrota de las armas. Sabemos de la ferocidad de los imperios antiguos, de los baños de sangre, de las miríadas de esclavos, de los asesinatos masivos, de las hambrunas provocadas. ¿Tiene algo que envidiar el presente con los imperios terribles de la Historia? Las brutalidades de aquellos imperios los conocemos siglos después, las de ahora las estamos viendo en directo, a pesar de manipulaciones, controles y prohibiciones de informar a los periodistas. ¿No somos cómplices y culpables si callamos? ¿No seremos tan barbaros como los bárbaros más despiadados?