Nunca las 12 campanadas sonaron tan tristes en una vacía Puerta del Sol de Madrid como el pasado jueves, en la que fue la bienvenida más contenida y aciaga de un Año Nuevo que se recuerda en la historia reciente. Pero no solo la capital de España evidenció la realidad vivida en cada ciudad y pueblo del país. Todo el mundo se convirtió en el espejo de la tristeza y el miedo que ha dejado a su paso el 2020 de la pandemia, por mucho que lo que llegara ese día fuera un 2021 cargado de esperanza.
En Nueva York, la famosa bola de Times Square con la que tradicionalmente se recibe el Año Nuevo, solo tuvo la compañía del personal de producción del evento y un pequeño grupo de trabajadores esenciales y policías, ya que las autoridades prohibieron el público. «El año que viene nos reuniremos y llenaremos Times Square. Pero este ni siquiera intenten venir», advirtió el jefe del Departamento de la Policía de Nueva York, Terence Monahan, quien señaló que los ciudadanos no podrían ver en primera persona cómo la bola desciende los 24 metros que mide el mástil que la sustenta, una ceremonia que se remonta a 1904.
Mientras, en Europa, Francia también se privó de los fuegos artificiales sobre la Torre Eiffel, que atraen cada año a decenas de miles de personas a la avenida de los Campos Elíseos. En su lugar, se convocaron dos grandes conciertos en redes sociales y en las televisiones: uno con el DJ Jean-Michel Jarre en un decorado virtual de la catedral de Notre Dame de París, y otro en la Pirámide del Louvre con el músico David Guetta.
Del mismo modo, en Australia los fuegos artificiales de Sídney, uno de los espectáculos que abren tradicionalmente las celebraciones del planeta en el Año Nuevo, iluminaron el Puente y la Bahía, aunque sin la asistencia de público.
Por orden del Gobierno central y los estados federados, Alemania no tuvo pirotecnia para evitar las concentraciones. Además, los espectáculos públicos, como los organizados en la Puerta de Brandeburgo, fueron cancelados.
Peor estuvo la situación en Italia, donde el día 31 todo el país entró de nuevo en zona roja, tras varias jornadas de relajación de las medidas, con la prohibición de los desplazamientos entre regiones y municipios, salvo por comprobados motivos laborales, de salud o de necesidad.
Playas cerradas
Ante el recrudecimiento de la pandemia y el registro de una segunda ola de la enfermedad en Brasil, uno de los países más afectados por el coronavirus en el mundo, las autoridades cerraron las playas y cancelaron las fiestas de Reveillon. Tal fue el caso de las ciudades de Santos, Guarujá, Sao Vicente y Bertioga, cuyas playas reciben a 1,5 millones de turistas procedentes de Sao Paulo cada Año Nuevo.
Asimismo, Río de Janeiro, cuya famosa fiesta de Reveillon en la playa de Copacabana acoge a más de 2,5 millones de personas, no solo canceló el evento sino que anunció el bloqueo al acceso esa noche.
«Es necesario que este 31 de diciembre todos se queden en casa», afirmó el jefe del Centro de Operaciones de Río, Alexandre Cardeman. A la medida restrictiva se unieron Fortaleza, importante destino turístico en el nordeste de Brasil, y Salvador, que por lo general ofrecía cinco días de festividades y conciertos en las calles.