El drama de los incendios experimentó el año pasado una tendencia a la baja que, más allá de los recientes sucesos en Lérida o Tarragona, espera continuar en lo que va de 2025. Según datos del Ministerio para la Transición Ecológica, el fuego quemó un total de 17.594,40 hectáreas (ha) en España hasta el 29 de junio de 2025, un 20 por ciento menos que en 2024 -cuando ardieron 21.982,81 ha- y un 52,5 menos que la media de los últimos 10 años, con un promedio de 36.997 entre el 1 de enero y esa fecha. Si bien las abundantes precipitaciones de la primavera pueden ser de ayuda, el verano obliga a extremar las precauciones. Máxime si se tienen en cuenta precedentes recientes.
Ejemplo de ello es el siniestro que se originó en las inmediaciones de Navalacruz (Ávila) en 2021, que arrasó más de 21.000 hectáreas.
Peor fue el incendio que se registró, después de dos jornadas de tormentas entre junio y julio, en la Sierra de la Culebra (Zamora) un año después. Hasta 56.702 hectáreas se quemaron, el equivalente al 92 por ciento de la superficie de Madrid capital. Aquel incidente dejó catastróficas consecuencias a nivel de recursos medioambientales y de fauna, ya que la zona es también considerada el paraíso del lobo ibérico. Además, cuatro personas perdieron la vida.
Fuegos como el que afectó a Tenerife en 2023, que arruinó casi 15.000 hectáreas a lo largo de 12 municipios, obliga al personal especializado a estar siempre alerta ante cualquier fenómeno atmosférico o acción deliberada del hombre.
Pero, aunque pueda parecerlo, los incendios no son solo cosa del verano. Arredondo y Soba, en Cantabria, también se vieron afectadas por un importante siniestro que ocurrió a finales de enero de 2024 y que afectó a una superficie de más de 2.400 ha. Todos estos sucesos, además del episodio ocurrido en Lérida, evidencian que el fuego nunca duerme.