Son tan imprescindibles que sin su labor sería imposible correr la vaquilla por el suelo empedrado que caracteriza la Plaza Mayor. Y es que, en cada suelta, es fundamental y necesaria la actuación del grupo de maromeros, que son aquellas personas que guían y marcan el compás de casi todos los pasos del animal. Forman una exhaustiva línea, todos se colocan en orden uno detrás de otro y amarran las maromas que sujetan la cabeza del animal desde que éste sale de la cuadra y vuelve a entrar. Poseen una «gran preparación física para poder ejercer», explica el capataz de maromeros, Álvaro Guijarro, que cuenta con una dilatada experiencia tras varias décadas realizando esta labor. Además, Guijarro incide que también es «muy importante que cada maromero tenga todas las aptitudes y se encuentre mentalmente preparado». «No puedes tenerle miedo al animal». De hecho, a este selecto grupo no entra cualquier, y pueden pasar varios años de entrenamiento hasta que llega a formar parte del mismo.
En estos momentos hay doce maromeros. Uno de ellos es Luis Guijarro, que es otra de las leyendas de este oficio. Ahora ejerce de asesor por su edad y es, sin duda, un referente para los otros once. Mucho más para los tres jóvenes que en cuestión de tiempo tendrán los galones suficientes como para salir cada año. «Tenemos que ver que están preparados por completo ya que es primordial estar siempre al cien por cien cuando sacas la vaquilla».
Los maromeros estrenarán este año una nueva vestimenta y guantes que el Ayuntamiento les proporciona. Llevarán camiseta verde y pantalón negro, que es lo único que puede variar, ya que el pañuelo siempre es el oficial de San Mateo. Este nuevo look lo usarán hoy y en el resto de días utilizarán vestimentas de otros años. Además, los maromeros emplearán por segunda edición consecutiva «unas maromas más cómodas, tanto para el animal como para nosotros, puesto que es menos rugosa y áspera», explica Guijarro.
Vaquillas. La participación de los maromeros es tan esencial que se encargan también de seleccionar el ganado con dos meses de antelación a la celebración de la festividad. Este grupo, acompañadopor el personal de cuadras y el concejal de Festejos, Mario Fernández, acudió en julio a la ganadería de Juan Vicente Mora. Y es que existe un criterio para elegir a cada animal. Uno de ellos es que la vaquilla tenga una edad superior de cinco años e inferior de doce. «Es importante saber la edad para precisar cómo de centrado está el animal», detalla el capataz. No puede fallar nada porque cada día correrán por la Plaza Mayor seis o siete animales, que podrían ser más según el desarrollo de cada jornada. En cuanto a los corredores, Álvaro
Guijarro reivindica de nuevo que «ningún menor de edad puede sobrepasar la barrera porque está terminantemente prohibido» y no se cansa de repetir que «no se puede tocar al animal». Entre otras cosas, porque es en estos casos cuando se produce «una cornada o embestida, ya que cambia de dirección a la que le vamos marcando nosotros». «Si alguien toca al animal nos pone en peligro tanto a nosotros como al resto de corredores», añade.
Teniendo en cuenta todos estos detalles, el resto es «disfrutar». El capataz de los maromeros desea que la gente se «divierta» y espera que esta edición «sea igual de buena como las últimas, ya que están saliendo las cosas bien». Y es que Guijarro lo tiene claro: «La gente se está comportando y va entendiendo lo que es esta fiesta».