Editorial

Ucrania, dos años de un conflicto con un desenlace incierto

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Tan solo la falta de transparencia evita que un fiable conteo de las víctimas muestre en toda su magnitud la crudeza de una invasión que dura ya dos años. Un conflicto enquistado por la voracidad territorial de Rusia y por la incapacidad de los aliados de Ucrania para poner freno al autócrata ruso. En un escenario internacional complejo, prolijo en intereses contrapuestos, la vía hacia la paz no se vislumbra. Por desgracia, los que vaticinaron un enfrentamiento prolongado en el tiempo han acertado.

La ofensiva rusa prosigue mientras las tropas ucranianas acusan la falta de armamento, municiones y soldados. El peor momento, tal vez, para los de Volodímir Zelenski que demanda a la Unión Europea y a los Estados Unidos que redoblen sus apoyos. En consonancia con el líder ucraniano, esta semana se manifestaba el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, al afirmar que «los soldados ucranianos tienen la determinación de luchar, pero necesitan munición». Es consciente de que las reiteradas sanciones económicas y bloqueos no solo no han surtido el efecto deseado sino que se han vuelto contra alguno de los países promotores. El caso de Alemania, dependiente del gas ruso, es paradigmático. Además, Rusia ha hecho frente a los bloqueos fortaleciendo su relación comercial con una China sino equidistante, sí cuidadosa en sus pronunciamientos.

Con una Rusia que controla el 18% de suelo ucraniano, la repercusión de la contienda va más allá de una disputa territorial. Expone liderazgos. Como el de la UE en la esfera internacional. Acostumbrada a ceder a Estados Unidos el papel de policía del mundo, el conflicto abre el debate sobre la necesidad de reforzar sus estructuras militares para, de paso, potenciar su rol como actor global de peso. La guerra ha sentado en el diván a los Veintisiete, centrados históricamente en coser el continente en base a una economía floreciente, con una semántica histórica y cultural pero aparcando la posibilidad de fortalecer su defensa, clave si la organización supranacional aspira a dar el salto de observador a protagonista. Por su parte, de Estados Unidos que, como la UE también se ha volcado en lo económico con Ucrania, se echa en falta una mayor decisión de la Administración Biden para afrontar el desafío de Rusia. Este viernes el presidente americano anunciaba un paquete de sanciones a empresas y personas relacionadas con la muerte de Navalni, símbolo de la represión de Putin.

El desenlace es impredecible pero la certeza es que una victoria rusa expondría más a una Unión Europea ante un Putin crecido que podría seguir apostando por ensanchar sus dominios. La fórmula para frenarle no está clara. Pasa por seguir alimentando las ilusiones ucranianas con una ayuda exterior cada vez más mermada por la fatiga económica de los países interpelados y las crisis internas de cada uno de ellos, o entrar en el cuerpo a cuerpo participando de forma activa en un conflicto armado de consecuencias incalculables.