Seguramente, cuando tenga en su poder esta nueva columna, haya podido comprobar in situ la apertura del paso peatonal bajo el puente de la Trinidad. Esa obra, lógica y esperada, que permite disfrutar del río Huécar a su paso por la ciudad, supone también un nuevo recurso turístico para una ciudad que está empeñada en un lavado de cara, en una adecuación de espacios y recursos para hacerla más acogedora, más humana. Abandonar la Puerta de Valencia para, cruzando Tintes, llegar hasta la desembocadura del Huécar en el Júcar permitiéndonos pasear hasta la Hoz del Júcar es, sin lugar a dudas, una excusa para, ahora que llega el buen tiempo, arrinconar la pereza y disfrutar de los encantos de Cuenca que, por aquello de la confianza que tenemos con ella, suelen pasan desapercibidos.
Solo nos falta que unos y otros sepamos respetar y cuidar este magnífico entorno que aísla o preserva (según se mire) el Casco. Ayer, además, conocíamos que el nivel de ruido de la ciudad es «elevado» según el programa 'Smart City' que permite, a través de sus nueve sensores, afirmar lo que ya conocíamos. Los conquenses no podemos abstraernos de esa realidad mediterránea ruidosa y bulliciosa que nos convierte en contrapunto al tradicional canon europeo de silencio y sosiego. ¿Qué quieren que les diga? Sigo prefiriendo escuchar el ruido del que hace y del que lo hace a la calma y el murmullo de la vida centroeuropea, por más que este pueda atraernos pa'un ratete.
Y de todas estas cosas que pasan guardará buena memoria recordada (valga el simil) nuestro querido compañero Antonio Rodríguez. Esta tarde, en la Fundación Antonio Pérez, cuando la luz vespertina dé sus últimas bocanadas a eso de las siete y media, nos hará un nuevo regalo en forma de libro, Cuenca, memoria recordada. Se empeña Antonio en ejercer de escribano histórico con el noble fin de compartir con todos nosotros su conocimiento exhaustivo de lo que pasó, de quién lo hizo y cómo ocurrieron todas aquellas vicisitudes por las que ha pasado (y pasa) la Muy Noble, Muy Leal, Fidelísima y Heróica vertiendo sobre un folio en blanco aquella inquietud que, sembrada por el recordadísimo D. José Niño para toda una generación, ha hecho de Antonio un conquense integral interesado por todo aquello que conforma el corpus histórico de nuestra ciudad.
¿Recuerdan aquella columna en la que compartía con ustedes mi admiración por las cosas sencillas de la historia? Pues Antonio forma parte, por derecho, de este grupo. Sobre todo porque hablar con él es subirte, casi de forma involuntaria, a una máquina del tiempo que te permite ser parte de lo que cuenta. Sí, no puede negar esa vocación docente que le corre por las venas que le permite encontrar la frase acertada, la expresión adecuada para transmitir todo lo que conoce y créanme que es mucho.
Este libro es, sin duda, la consecuencia de los múltiples sensores que Antonio pone en marcha cada vez que cruza el túnel que le lleva a su querido archivo municipal, aprovechémoslo.