¡Qué impotencia experimentamos cuando nos sentimos sin fuerzas! En esa situación, caminar, pensar, razonar e incluso hablar, supone un esfuerzo que puede resultar difícil de sobrellevar.
Mi experiencia profesional me ha mostrado que el cansancio físico se puede superar con descanso; pero lo difícil, lo que nos deja sin fuerzas y sin energía, es el cansancio mental. Ese que mina nuestra esperanza y nos roba la alegría.
La inmensa mayoría de las personas, en algún momento nos hemos podido sentir agotadas, sin fuerzas, exhaustas por el esfuerzo realizado o por los contratiempos vividos, pero una cosa es el cansancio puntual y otra el agotamiento permanente.
Cuando sentimos un agotamiento perpetuo es importante actuar de forma racional, evaluando de forma objetiva nuestro estado y poniendo en marcha un programa de rescate, que nos permita recuperar nuestras energías y activar nuestras ilusiones.
La culpabilidad es una de las primeras emociones a descartar. Ya resulta muy duro sentirnos sin energía para que, además, nos castiguemos por ello. Igualmente, no nos servirá buscar responsables a esa situación, ya que hacerlo implica entrar en una dinámica perniciosa y estéril, que, lejos de ayudarnos, nos acarrea más desengaño.
La práctica profesional me ha permitido constatar que el primer paso que debe dar una persona que está agotada, es lograr discernir claramente si su cansancio es físico o mental.
Es muy habitual que nos quedemos en los síntomas físicos, pues resultan muy evidentes, pero cuando alguien arrastra un cansancio prolongado en el tiempo, que le llena de desesperanza y pesimismo, es muy probable que se trate de agotamiento mental y, como decía al principio, ese es más difícil de superar dado que nos invade la tristeza y la desesperanza.
Una vez analizados los hechos con objetividad, y comprobada la repercusión que tienen en nuestro estado emocional, es el momento de hacer un programa a medida, que nos permita recuperar nuestra vitalidad y nuestra alegría.
Pero, ¡cuidado!, ¡no busquemos atajos! Como exponía anteriormente, no es el momento de señalar culpables o responsables, sino de cuidarnos y fortalecernos. Lo primero será intentar restablecer unos hábitos saludables que nos permitan descansar, desconectar y recuperarnos físicamente. Una vez logrado ese primer objetivo, será más fácil que consigamos el bienestar emocional que nos permita superar de verdad ese agotamiento que tanto nos daña.
Desde la psicología sabemos que las personas que arrastran un cansancio infinito, y muy extenso en el tiempo, cuando por fin consiguen sentirse bien, recuperar sus ánimos y sus energías, la principal señal que indica que han logrado su objetivo es que de nuevo vuelven a sonreír y recuperan esa capacidad de disfrutar que hacía tiempo no sentían.
Estado físico y emocional
En algunos casos nuestro agotamiento mental estará provocado más a nivel interno por ese cúmulo de pensamientos e ideas irracionales que pueden actuar como un lastre emocional.
Por ello, lo importante será identificar el origen de nuestro agotamiento, tratar de averiguar de dónde viene o a qué se debe, así como evaluar nuestro estado físico y emocional y empezar por lo más importante: recuperar nuestras energías y liberar nuestra alegría. Solo cuando nos sintamos fuertes de nuevo seremos capaces de superar ese cansancio infinito que nos deja sin vida y sin esperanzas.
Finalmente, ¡cuidado con el engaño y la falsedad! Si hay algo que nos roba hasta la última gota de energía y nos deja sin batería es el cansancio que provoca la mentira en nuestras vidas.