Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura, ha fallecido a los 89 años de edad. En su dilatada trayectoria vital y creativa, Cuenca recibió al genial escritor peruano el 1 de noviembre de 1987. Una de las mejores fechas para visitar la ciudad, en pleno apogeo otoñal con la paleta cromática en su máximo esplendor.
José Vicente Ávila, periodista y divulgador, fue testigo de excepción y acompañante del literato en aquella jornada de la que dejó constancia en La Gaceta Conquense. Recuerda que «para mí una experiencia inolvidable porque él ya era un escritor muy conocido y había publicado muchísimos libros». Su estancia en la ciudad de Cuenca estuvo relacionada con el viaje que Vargas Llosa hizo a Madrid para presentar una obra teatral. «Según me comentó, llevaba muchos años deseando venir a Cuenca, pero nunca se había dado la circunstancia de venir. En esa ocasión, le invitó el pintor Gerardo Rueda que tenía su casa en la calle San Pedro. Había venido al Teatro Espronceda de Madrid para escenificar La Chunga protagonizada por Nati Mistral y también para presentar el libro El Hablador».
La posibilidad de charlar con el escritor fue una realidad gracias a cierta dosis de picaresca. «Me avisó Gerardo Rueda que venía pero me dijo que era una visita privada y quería que estuviese tranquilo en el museo, así que me comentó que me dejase caer por el museo y hacer como que pasaba por allí. Llamé a Ramón Herraiz y allí nos encontramos con Vargas Llosa, que vino con su mujer y sus tres hijos, y el director del museo, Pablo López de Osaba. Les dijimos que veníamos a hacer un reportaje del museo, le preguntaron si accedía a una entrevista y dijo que sí, así que nos metimos en el despacho del director y allí estuvimos charlando». José Vicente Ávila reconoce que «ese día aprendí del museo más que nunca. Hasta entonces, yo iba al museo, yo miraba, los cuadros me miraban...ahí estuvimos un buen rato hablando los dos solos, la verdad es que aquello fue impresionante».
Vargas Llosa, el Nobel que descubrió Cuenca en 1987 - Foto: Fotos: Ramón Herraiz"Maravillado". El periodista y divulgador recuerda las profundas palabras que Vargas Llosa dedicó a la ciudad de Cuenca. «Hacía poco tiempo que había publicado La Guerra del Fin del Mundo . El otoño estaba precioso y me comentó que aquí en Cuenca había una enorme paz. "En Madrid oigo ruidos continuamente. Y es que aquí, madre mía, aquí es imposible pensar en la guerra". Estaba maravillado color otoñal de la ciudad».
Entre las anécdotas que rodean aquella jornada, José Vicente Ávila resalta que pudo conseguir uno de sus libros firmado. «Le dije a mi mujer Isabel que fuese a por unos libros de Vargas Llosa que teníamos en casa. Me firmó uno de ellos, Pantaleón y Las Visitadoras, y el director del Museo me pidió otro para que se lo firmase, así que se lo di y se lo llevó también firmado».
Vargas Llosa visitó Cuenca en 1987, mucho tiempo antes del Nobel, galardón recibido en el año 2010. «Él estuvo conmigo muy afectuoso. Me cogía del hombro como era más alto que yo. Esos diez o doce minutos de entrevista no los puedo olvidar nunca. He conocido a otros a otras personas relevantes y son más distantes pero con Mario Vargas Llosa fue especial. Yo soy muy conquensista y escucharle a él hablar de Cuenca pues era emocionante al ver cómo había captado no solamente el paisaje visual, sino el entorno».