Leo Cortijo

Leo Cortijo


Una cesta repleta de huevos

16/10/2023

Cualquiera diría que los precios están donde están y que todo está más caro, que lo está. El puente que acabamos de despachar ha sido extraordinario para la ciudad. El tiempo acompañó en gran medida y especialmente en su primera mitad se notó una gran afluencia de gente en la ciudad. Siempre ocurre lo mismo cuando llegan estos días tan señalados en el calendario. Se junta el hambre con las ganas de comer, y es que regresan los oriundos conquenses que residen en otras provincias y, al mismo tiempo, los turistas –madrileños y valencianos sobre todo– vienen a quedar prendados del conquensismo en su máximo esplendor. El algodón no engaña y el jueves, día grande, era literalmente imposible comer en ningún restaurante sin haber reservado previamente varios días antes. Todo lleno en el centro y ya no digamos en el Casco Antiguo... Moverse con cierta soltura en esta zona fue casi misión imposible. Gente por todos lados. 

Está claro que el puente del Pilar, si el tiempo acompaña, siempre es uno de los más fructíferos para el sector turístico en Cuenca, especialmente para los hosteleros. Aunque con la que está cayendo a nivel inflación, siempre existe la duda de si la demanda se podría contraer. Visto lo visto, la incidencia es poca o nula. Que todo cuesta mucho más de lo que costaba hace un par de años no hay duda, como tampoco de que llegar a fin de mes es más complicado que entonces. Pero la gente sigue saliendo, viajando y, en definitiva, gastando. Desde la pandemia, hay una especie de carpe diem generalizado. Hay que vivir la vida porque a la vuelta de la esquina no sabes lo que te depara el destino. Nadie quiere ya ser el más rico del cementerio... Si tengo diez, me voy a un 'todo incluido' a las Seychelles; si tengo cinco, me hago un crucero por el Mediterráneo; y si tengo dos, me acerco a Cuenca un par de días a ver la ciudad y a comer... pero en los tres casos me voy, no me quedo en casa.  

Esta provincia, cada vez con un papel más determinante para los alojamientos extrahoteleros, está posicionada como un destino ideal del interior peninsular. Cuenca lo ofrece todo –cultura, ocio, naturaleza, patrimonio y gastronomía– y lo hace a tiro de piedra y de forma económica. Eso de que esta ciudad vive del turismo cada vez es más palmario. Sigue siendo una cesta repleta de huevos que parece no tener fin. Una cesta a la que, eso sí, miran con envidia otras con muchos menos huevos –apenas hay, de hecho– como es la de la industria. Aseguran que eso va a cambiar esta legislatura. Ojalá.