Javier del Castillo

Javier del Castillo


Feijóo se la jugaba

20/02/2024

De no haber conseguido la mayoría absoluta, el liderazgo de Feijóo habría finiquitado. Se disolvería como un azucarillo. Pasaría de haber ganado las municipales, las autonómicas y las últimas generales a la nada. «Feijóo se la juega» destacaba en portada la víspera electoral el mismo periódico que hoy lunes (cuando escribo estas líneas) titula de manera algo forzada: «el PP conserva la mayoría absoluta».
El Partido Socialista – Pedro Sánchez para ser más exactos – soñaba con otro gobierno de coalición con los nacionalistas. Tenía clara de antemano su derrota, pero aspiraba a que sus votos, cada vez más escasos, permitieran sacar, quince años después, al PP del gobierno de Galicia. Quizá, alguno todavía se acuerde de Emilio Pérez Touriño. En realidad, la esperanza estaba puesta en la candidata del Bloque Nacionalista Galego, Ana Pontón, mientras el candidato socialista, José Ramón Gómez Besteiro, asumía de antemano su derrota.
Mientras el PSOE confiaba más en las ya habituales meteduras de pata del PP en las campañas electorales que en su propio proyecto político para Galicia; y mientras Yolanda Díaz buscaba pellets con ahínco por las playas gallegas – en lugar de buscar los votos perdidos -, el ciudadano gallego seguía a lo suyo. En Galicia el PP no necesita de la inexistencia de Vox para gobernar y el Partido Socialista pierde una nueva oportunidad de echarse en brazos de otro partido nacionalista, ya que tampoco Sumar y Podemos existen.
Pedro Sánchez, en su huida hacia delante, se está cargando a su propio partido. Y, lo que es peor, está poniendo en peligro la estabilidad de nuestro actual sistema democrático. El rival del PP en Galicia no era el Partido Socialista, sino el BNG. Da la impresión de que a Sánchez le importa ya más su poltrona que la supervivencia de los suyos. A la pérdida del poder territorial se añade el despropósito de poner el futuro de España en manos de quienes nada quieren saber de ella.
La victoria de Alfonso Rueda es incuestionable, refuerza el liderazgo de su antecesor en la presidencia de la Xunta, e incrementa las expectativas de su buen amigo Feijóo en la carrera hacia la Moncloa. El resultado obtenido por el Partido Socialista – el peor resultado de la historia – debería hacer reflexionar a quienes todavía conserven alguna influencia sobre Sánchez. No puede ser que los culpables de esta derrota sin paliativos vuelvan a ser los ciudadanos gallegos. Esos ciudadanos españoles que dan la espalda a sus pactos con Puigdemont y Bildu, a la amnistía y a sus ambiciones personales, a la vez que luchan contra una marea de obstáculos para salir adelante.
Algunos pensaban que en las elecciones gallegas estaba en juego el futuro de Feijóo. Sánchez y su entorno sólo aspiraban a impedir que el PP repitiera por quinta vez una mayoría absoluta. Para los socialistas que todavía confían en un líder nacional que puede conducirles al desastre, la derrota no habría sido tal, si hubiera ganado el BNG. Si conseguían de nuevo rentabilizar una derrota.
Sánchez ha perdido el norte – nunca mejor dicho -, pero seguirá pensando que lo han perdido los otros.