Alguien ha dicho acertadamente que al menos en España te sobrevuelan unos aviones y sabes que van de celebración. Era el 12 de octubre, pero fuimos incapaces de tener la fiesta en paz porque la lucha por el poder está abierta y los candidatos, desde la centralidad que representa a la inmensa mayoría de los españoles, se miran a cara de perro en vísperas de un segundo intento de investidura. La que corresponde a Sánchez, después de la fallida de Feijóo.
A nadie podía extrañar que la voracidad de los informadores quisiera aprovechar la recepción en el Palacio de Oriente para seguir el rastro del presidente del Gobierno en funciones entre los dos mil invitados que acudieron a saludar a Felipe VI, la reina Letizia y la princesa Leonor. Y no por hacer de menos a la Corona, probablemente la única que sabe quedarse en su sitio en medio de la tormenta política posterior a las elecciones del 23 de julio. Nada de eso.
Se trataba de saber cómo van los tratos de Pedro Sánchez con los independentistas catalanes dispuestos a apuntalar su reenganche en el poder. Catorce diputados que se declaran enemigos del Estado español (ni rastro de sus dirigentes en los actos de la Fiesta Nacional) llamados a garantizar la gobernabilidad del Estado español. No me digan ustedes que la curiosidad de los periodistas no estaba justificada.
Su gozo en un pozo. Nada que no supiéramos salió del fugaz corrillo improvisado con el candidato Sánchez, incapaz de responder a la pregunta de si se reuniría con el independentista Puigdemont (el prófugo de Waterloo), que pastorea los siete diputados de Junts, para compensar su reciente cita telefónica con el independentista Junqueras, que a su vez pastorea a los siete diputados de ERC.
"Me voy a reunir con los grupos parlamentarios", dijo sobre la ronda de consultas con los jefes de fila de las fuerzas representadas en el Congreso que terminó este viernes. Misma respuesta para una pregunta similar de los periodistas, esta vez sobre Arnaldo Otegi, que al igual de Junqueras y Puigdemont, tampoco es diputado Y, al igual que ellos, también lidera una facción política, vasca en este caso, cuyo objetivo político es salirse del Estado español y crear un Estado propio.
No estaba de humor el candidato Sánchez, convencido de que Feijóo ejerció este jueves de ventrílocuo de los cientos de asistentes que le abuchearon durante el desfile militar del 12 de octubre, entre gritos de "¡Que te vote Txapote!" y "¡Puigdemont a prisión!".
Es lo que tiene esto de buscar apoyos "hasta debajo de las piedras". Nadie niega el derecho y el deber de forjar mayorías parlamentarias. Se discute el precio y se advierte del peligro, porque los escorpiones viven debajo de las piedras y sus picaduras pueden ser mortales.