Después de ser coronado con toda pompa hace casi dos meses en la abadía londinense de Westminster, el rey Carlos III de Inglaterra recibió ayer en Edimburgo, en una ceremonia más discreta y austera, los honores de Escocia, donde se le hizo entrega de las milenarias reliquias reales escocesas -la corona, el cetro y la espada- para culminar con el proceso de su coronación como monarca británico.
En la catedral de St Giles, en el corazón de la capital escocesa, la misma que despidió a la difunta Isabel II de Inglaterra el año pasado, se rubricó la entronización de su hijo, Carlos III, y de la reina consorte Camila y, con ello, la continuidad de la dinastía de los Windsor.
Al acto principal de su coronación en Londres le siguió ayer la entrega de la corona de Escocia, su cetro y la espada de Estado al nuevo rey, emulando así la liturgia que protagonizaron en 1953 su madre Isabel II y su padre, Felipe de Edimburgo.
El trayecto fue el mismo que el primer funeral de Isabel II, entre el palacio de Holyrood y la catedral de St. Giles, a los cinco días de su muerte en el castillo de Balmoral, el 8 de septiembre del 2022. Carlos III recibió precisamente una nueva espada en homenaje a su madre, además de la corona real de Jacobo V y un cetro, en un acto cargado de simbolismo.
La ceremonia estuvo precedida de la conocida como procesión del pueblo, que partió del castillo de Edimburgo y recorrió la famosa milla real de Edimburgo. En contraste con los nubarrones de la primera coronación, la segunda ceremonia en el capital escocesa discurrió bajo un sol espléndido y al compás marcado por los gaiteros.
Durante el trayecto, la comitiva pudo escuchar a un grupo de manifestantes que visibilizaron su oposición a la monarquía a través de una bandera amarilla de gran tamaño con Not my king (No es mi rey) y consignas en su contra.
Ese mismo espacio era compartido por leales a la corona británica, que respondían a los cánticos antimonárquicos: Dios salve al rey y Carlos, rey de los escoceses, proclamaban. «Estoy muy orgullosa de que el rey esté aquí hoy», asintió Janet Donald, quien se confiesa monárquica y unionista. «No lo podemos hacer solos, él nos ayudará», afirmó.
Ya en el acto religioso en el interior de la catedral de St. Giles, Carlos III asistió, como sucedió en Westminster, al rito de la Piedra del Destino, usada durante la coronación de los reyes escoceses. Junto a la reina Camila, arroparon también al monarca los príncipes de Gales Guillermo y Kate, que en Escocia son conocidos como los duques de Rothesay (el título que recibían los herederos al trono de Escocia).
De regreso al palacio de Holyrood, la residencia oficial de familia real en Edimburgo, el soberano Carlos asistió a la incursión aérea de los pilotos acróbatas reales, Red Arrows, que les despidiesen con un espectáculo desde la imponente montaña desde la que se domina la monumental capital escocesa.
Tras la ceremonia, la solista internacional escocesa Nicola Benedetti, junto con otros distinguidos músicos pusieron banda sonora a la ofrenda real y los cañones del castillo de Edimburgo sonaron en honor de los monarcas Carlos III y Camila.