La obsesión de Sánchez

G.F.A. (SPC)-Agencias
-

Preso de un repentino ímpetu exterior, el presidente busca ahondar su perfil internacional intentando convencer a otros países, aunque con escaso éxito, de la necesidad de reconocer al Estado palestino

La obsesión de Sánchez - Foto: Moncloa

Viviendo horas bajas en el interior, con una legislatura inmovilizada y su capacidad ejecutiva maniatada por los procesos electorales vasco y catalán, Pedro Sánchez mira ahora al exterior. Preso de un repentino ímpetu internacional, se ha subido al Falcon para tratar de convencer a otros países de la necesidad de reconocer el Estado palestino antes del verano. Estas operaciones políticas, sin embargo, tienen su riesgo porque o bien cogen velocidad crucero o bien se desinflan hasta rayar la insustancialidad. 

El presidente del Gobierno hace lo que puede para que ocurra lo primero, pero los contactos en los últimos días con otros gobiernos extranjeros han evidenciado otra realidad: ni el líder socialista ni España pueden presumir ahora mismo de jugar un papel protagonista en el tablero mundial. 

El jefe del Ejecutivo decidió dar un paso más en la apuesta de España por Palestina asumiendo un papel de puente entre Europa y Oriente Próximo que está queriendo plasmar en la serie de viajes que ha realizado en las últimas semanas. Una gira que comenzó en Noruega, siguió en Irlanda y tuvo continuidad en Eslovenia y Bélgica.

En medio de esos viajes recibió en la Moncloa al primer ministro de Portugal, Luis Montenegro, en su primera entrevista bilateral tras el triunfo del centro-derecha en el país vecino. 

La intención del presidente español de reconocer ya a Palestina como Estado chocó con el pragmatismo del mandatario luso. «Nosotros no vamos tan lejos», le precisó para dejar claro que pese a que es una vía aceptada por casi toda la comunidad internacional, el consenso en este asunto tiene que alcanzarse de manera previa y «multilateral» en el seno de la Unión Europea y de la ONU. 

Con anterioridad, Sánchez se reunió en primer lugar con los primeros ministros de Noruega e Irlanda, Jonas Gah Store y Simon Harris, con ese mismo propósito. Ambos evidenciaron estar en sintonía con el presidente español, señalaron que están listos para ese reconocimiento y se comprometieron a trabajar «codo con codo» para conseguirlo.

Sin embargo, también hubo matices pese al triunfalismo con que Moncloa presentó estos encuentros. El noruego Store apostilló que la cuestión es determinar el momento y la circunstancia mejor para abrir esa vía y contribuir así al proceso de paz en la región. Y añadió que no se ha decidido aún cuándo Noruega reconocerá a Palestina porque no existe un calendario establecido para dar un paso que es muy complejo. 

En plena gira, además, le llegó a Sánchez un toque de atención desde la Casa Blanca. Washington aseguró que son los palestinos e israelíes los que se tienen que poner de acuerdo primero y que cada nación es soberana para dar este paso. El portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, al referirse a los planes del socialista fue claro. «Cada país debe tomar sus propias decisiones con respecto a cuándo y dónde hace reconocimientos de este tipo», destacó, para recordar que EEUU siempre ha apoyado «firmemente» la creación de un Estado palestino. Sin embargo, cree que «eso se logra mejor a través del diálogo y la negociación entre las dos partes y con otros países de la región». «Eso es lo que estamos persiguiendo activamente», agregó para enfriar el efecto llamada que esperaba el líder del PSOE a su hoja de ruta.

En una de sus últimas paradas, la que hizo en Eslovenia, el primer ministro balcánico, Robert Golob, afirmó que su país está dispuesto a reconocer el Estado palestino, aunque también evitó hablar de fechas y señaló que lo harán cuando haya más consenso. «No me gustaría hablar de tiempos y de un cronograma, porque toda esta situación y las soluciones dependen de las circunstancias que nos rodeen», señaló.

En cualquier caso, si algo quedó claro es que la gira europea emprendida por Pedro Sánchez no parece haber impresionado a las autoridades israelíes.

El ministro de la Diáspora de Israel, Amichai Chikli, definió al presidente español como «cero absoluto» en su cuenta de Twitter, justo después de que el jefe del Ejecutivo publicase un tibio mensaje en esta misma cuenta a raíz el ataque masivo de Irán a Tel Aviv con cientos de drones y misiles. 

«Seguimos con máxima preocupación los acontecimientos en Oriente Próximo. Hay que evitar a toda costa una escalada regional», escribió el jefe del Ejecutivo.

Pese a que su viaje no ha conseguido el efecto llamada que pretendía, él mantiene su objetivo de sumar el mayor número de países posible al reconocimiento de Palestina.

En una esperada (y singular) realidad paralela, Moncloa ve reforzado con estas gestiones el perfil internacional de Sánchez y de España, cuya voz aseguran que se tiene cada vez más en cuenta.

Rechazan, asimismo, que esa actuación, en contra de lo que le reprochan desde el Partido Popular, sea una huida de los asuntos de política nacional ante las dificultades existentes para que el Consejo de Ministros saque adelante sus iniciativas.

La lectura de los populares la hacen también numerosos analistas políticos, que ven en este énfasis internacional una acción propia de un pato cojo, el conocido término de la política de Estados Unidos con el que se refieren a los presidentes que están en la última parte de su mandato y saben que van a dejar el cargo.