Tamara Rojo, en el olimpo de los escenarios

Inmaculada Tapia (EFE)
-

La coreógrafa española toma las riendas del prestigioso San Francisco Ballet y se convierte en la primera mujer en dirigir esta compañía en sus 90 años de historia

Tamara Rojo, en el olimpo de los escenarios - Foto: FERNANDO ALVARADO (EFE)

Tras el éxito de Tamara Rojo con Raymonda en el Teatro Real el pasado mayo, la actual directora del San Francisco Ballet está en su momento más pletórico. La artista, que se encuentra serena ante los nuevos retos, feliz y sin mirar atrás después de haber cerrado con éxito su trayectoria en los escenarios, está además satisfecha de dejar su legado como responsable y coreógrafa en el English National Ballet.

Ha triunfado como bailarina, su esfuerzo y dedicación se han visto compensados actuando en los mejores teatros con excelentes compañías como el Royal Ballet, ha compaginado la danza con la dirección artística y ahora, retirada ya de su papel de bailarina, toma las riendas de una de las mejores compañías estadounidenses.

Una trayectoria en la que descarta ser una pionera, aunque lo cierto es que no se encuentra ningún nombre en la danza de una bailarina que haya pasado a ser directora artística y también coreógrafa.

«Cuando algo me interesa y quiero hacerlo, lucho por conseguirlo, con trabajo, con dedicación y estudio. Nada ha sido fácil, ni accidental. Soy lo que soy por absoluta determinación», afirma esta danzarina española.

Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2005, compartido con la gran Maya Plisetskaya, y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2002), Tamara Rojo (Montreal, 1974) asegura que se ha sentido muy bien acogida en la compañía de San Francisco, la más antigua de Estados Unidos, con 90 años de historia, y que, por primera vez dirige una mujer, después de que Helgi Tomasson se mantuviera casi 40 años en el cargo.

«Tomasson hizo un gran trabajo, pero la compañía estaba preparada para un cambio. Acabo de anunciar mi primera temporada en la que quiero construir algo nuevo sobre el legado de otros», destaca convencida.

Una programación en la que ha incluido clásicos como el Cascanueces, El Lago de los cisnes o Sueño de una noche de verano y estrenos como Marguerite y Armand, junto a dos producciones nuevas más, las tres coreografiadas por mujeres. «Un equilibrio entre la innovación y la tradición», subraya.

Asegura que intenta no recordar que es la primera mujer en dirigir una compañía con tanta historia. «Es un reto en sí mismo, seas del sexo que seas. Intento no añadir ese peso», aunque reconoce que toma decisiones que tienen que ver con quién es, con el deseo de contar historias sobre mujeres latinas fuertes, además de trabajar con otras a las que admira y respeta.

Traslada a su nueva dirección lo que ha aprendido, «lo que más me gusta de la tradición británica o europea, pero a la vez intento construir y crear cosas que sean relevantes para la ciudad y para los bailarines de hoy del San Francisco Ballet».

Admite que lo que realmente quiere es que la próxima temporada atraiga a todo el público: al tradicionalista, al que lleva décadas siguiendo a la compañía, pero también al que nunca se ha interesado por la danza.

Mirada a Oriente

Rojo se muestra entusiasmada con una ciudad que mira hacia oriente, «una conexión artística que me interesa y me apasiona muchísimo, pero muy influenciada por la música, los colores, incluso los sabores latinos», y que le ha ido descubriendo su marido, el bailarín mexicano Isaac Hernández, que después de unos años de ausencia, vuelve a formar parte del San Francisco Ballet.

El rey Carlos III le impuso en febrero de 2016 la insignia de Comandante de la Orden del Imperio Británico por su contribución a la danza, un premio más de una larga lista. «Premios tan prestigiosos suponen mucha responsabilidad. Es muy bonito, sobre todo para mis padres que me apoyaron y sacrificaron tanto, durante tantos años, para que yo pudiera alcanzar mis sueños», concluye Tamara Rojo.